Riad da a entender su interés por sustituir a Hariri en el Líbano

«Todas sus políticas han sido frenadas», afirma en Madrid el ministro de Exteriores saudí, Adel Jubeir

Adel Jubeir, en su encuentro ayer con ABC y otros medios de prensa ÓSCAR DEL POZO

FRANCISCO DE ANDRÉS

Saad Hariri , el primer ministro dimisionario del Líbano , llegará hoy a París procedente de Riad para demostrar que no es «rehén» de los saudíes. Beirut aún confía en que regrese pronto a casa para dar explicaciones, y –quién sabe– quizá también para volver a ponerse al frente del gobierno. Quien no da ya un riyal por él es Arabia Saudí , el país que vio a los Hariri enriquecerse, les concedió pasaporte, y terminó cavando su tumba política.

En una rápida visita a Madrid para recabar apoyos, el ministro de Exteriores saudí, Adel Jubeir , midió ayer sus palabras al hablar de Saad Hariri. «Le apoyamos en su primer periodo como primer ministro del Líbano, también en el segundo, pero ahora los desafíos que afronta son distintos», respondió Jubeir a una pregunta de ABC, durante su encuentro con un grupo limitado de medios españoles.

¿Desea Riad otro líder suní al frente del Gobierno del Líbano? «No es esa la cuestión –matiza Jubeir–; Hariri ha sido uno de nuestros aliados en la zona, pero todas sus políticas han sido frenadas por el movimiento chií Hizbolá . Saad Hariri no ha podido gobernar como quería. Y eso es lo que llevó a su dimisión». Una decisión tomada en Riad tras entrevistarse con el Rey Salmán y con el príncipe heredero, Mohamed, «hombre fuerte» del régimen saudí y protagonista de una auténtica revolución, tanto interna como exterior, que muchos califican de temeraria.

El jefe de la diplomacia saudí, exquisito, simpático y muy fogueado con la prensa occidental, reconduce todas las crisis abiertas en los últimos tiempos por la corona saudí –guerra en Yemen, boicot a Qatar, purga interna de príncipes y empresarios, supuesta injerencia en el Líbano– al pulso implacable de su país con Irán . La potencia suní de Oriente Próximo, guardiana de las esencias del islam, contra el poder chií persa en ascenso.

«Irán creó en 1979 un sistema radical –explica Jubeir– y estableció en su Carta Magna la necesidad de exportar la revolución jomeinista; desde entonces la guerra contra Arabia Saudí ha sido permanente pero hemos dicho ¡basta!: ahora devolvemos los golpes».

El imperio del mal

El golpe presunto a Saad Hariri, jefe del principal partido suní del Líbano –al que, por el sistema de equilibrios libanés, corresponde el puesto de primer ministro– iba en realidad dirigido a Hizbolá, el movimiento político-militar del tercio chií libanés, que ha crecido ostentosamente en poder gracias a la guerra de Siria . Hariri ha sido demasiado débil, no desea enfrentarse a Hizbolá como exige Riad, y su sacrificio ha parecido inevitable al nuevo poder saudí.

Qatar es un hueso más difícil de roer. El boicot –«que no bloqueo, no tenemos aviones ni navíos militares en sus costas», advierte Jubeir– va teóricamente dirigido a lograr que la monarquía de Doha «castigue a financieros y portavoces del terrorismo que residen en Qatar». Pero al régimen saudí le inquieta, aún más, el conjunto de vínculos y relaciones que ha establecido Qatar con Irán.

«La gente ve en Qatar el Mundial de Fútbol de 2022 –comenta Jubeir–, ve bellos edificios, modernas explotaciones energéticas, y cree que es una nación normal. Nosotros vemos en cambio el mal en ese país». ¿Qué papel juega el canal de televisión qatarí Al Yasira , que Riad quiere cerrar? «Es una plataforma que da voz a los partidarios del terrorismo, y que emponzoña las mentes de la juventud musulmana», afirma Jubeir sin paliativos.

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