Imagen de los daños causados por el terremoto en Accumoli
Imagen de los daños causados por el terremoto en Accumoli - REUTERS

Renzi llama a la unidad y alerta contra la corrupción en la reconstrucción de la zona del terremoto

El Gobierno quiere evitar que la camorra se infiltre en las obras de reconstrucción

Corresponsal en Roma Actualizado: Guardar
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Este sábado se ha declarado día de luto nacional en Italia, mientras la tierra continua temblando en las regiones del Lazio y las Marcas. No hay treguas para las sacudidas sísmicas y sigue también la penosa tarea del recuento de víctimas: 278 muertos y 388 heridos. Por efecto del violento terremoto, el suelo se ha rebajado 20 centímetros en el territorio de Accumoli, donde se localizó el epicentro. En esta jornada habrá un solemne funeral en Ascoli (las Marcas) con la presencia del presidente de la República, Sergio Mattarella, y del primer ministro, Matteo Renzi.

Italia, que tiene fama de interminable burocracia e ineficaz en muchos sectores, con extendida corrupción, es un país que sabe reaccionar ante la emergencia y la adversidad.

Toda Italia ha sido partícipe del dolor y se ha solidarizado con las dos regiones que viven la tragedia. Y la máquina de auxilio y rescate ha funcionado.

El ministro del Interior, Angelino Alfano, ha hablado de «milagro laico»: «La operación ha funcionado a la perfección y ha cumplido un milagro laico». La fuerza de Italia se ha demostrado en la pasión de los voluntarios y en las ayudas enviadas desde todo el país. Protección Civil tuvo que hacer ayer un llamamiento para que dejaran de enviar víveres y que ya no se presentaran más voluntarios.

Muy significativamente, Sergio Pirozzo, el alcalde de Amatrice, el pueblo más castigado, con 208 víctimas, ha declarado que «Italia se viste con la camiseta de la selección nacional solo en tres ocasiones: cuando juega el equipo nacional, paras las olimpiadas y en los casos de emergencia. Considero que hay que tener el coraje de vestirla para una cuarta ocasión, en el momento de la programación de lo que será el futuro, en la reconstrucción».

«Casa Italia»

Renzi ha sabido captar el clima de este momento excepcional, agradeciendo la contribución de la oposición, para lanzar un desafío a su gobierno y al país: considerando que la crisis es siempre también una oportunidad. Al reto que ha lanzado lo ha llamado «Casa Italia». Se trata de un proyecto de reconstrucción y de prevención antisísmica, para que la gente no tenga que marcharse de sus pueblos, de sus raíces. Renzi ha hecho un llamamiento a la unidad nacional en «prevención sísmica, alteración hidrológica y eficiencia energética», temas de los que ha hablado por primera vez en términos apremiantes. Obviamente, el primer ministro italiano está en un momento crucial de su carrera política. En noviembre se celebra un importante referéndum sobre la reforma constitucional.

Con este desafío y llamamiento, Renzi ha querido demostrar que su gobierno no es igual a los anteriores, y en concreto al de Silvio Berlusconi, quien gestionó el terremoto de L’ Aquila en el 2009, entre grandes promesas que sonaban a milagros.

Corrupción

La realidad fue cierta corrupción en algunos contratos, con intento de infiltración de la camorra, en las obras de reconstrucción y, además, se han alargado mucho más de lo previsto inicialmente. En el 2015, después de más de seis años del terremoto, el Estado había gastado ya 12.000 millones de euros y unas 8.000 personas vivían en casas prefabricadas, a los que se les ha prometido entregar la casa en el 2020.

«En los próximos 15 días trataremos de reunirnos con todos los que tienen un papel en la tarea de la reconstrucción, escogiendo lo mejor de todos». Su idea es que la «Casa de Italia» movilice fondos públicos, privados y también europeos. Con su llamamiento a la unidad y a los sindicatos, colegios profesionales y asociaciones ambientalistas, Renzi trata de responder a las criticas y cierta polémica que se ha suscitado por la falta de prevención en Italia y las sospechas de corrupción ante hechos escandalosos, como que la escuela de Amatrice, restaurada con 700.000 euros en el 2012 «a prueba de terremotos», se ha derrumbado, al igual que el hospital del pueblo.

Los italianos suelen escuchar siempre después de una gran tragedia las mismas promesas. Pero la realidad demuestra que se produce una profunda división entre el norte y sur del país, una separación nacional que ilustran perfectamente dos casos concretos: en el 1976 un terremoto devastó el Friuli, en el norte de Italia con un balance de 989 muertos, 100.000 evacuados y 75.000 casas dañadas. El Friuli se cita todavía hoy como modelo de reconstrucción. En diez años, los 137 pueblos arrasados fueron reconstruidos como eran antes del terremoto.

Cuatro años después, en 1980, se produjo otro famoso terremoto: el área de Irpinia (Campania), sur de Italia, quedó destruida, con 2.734 muertos. Mientras Irpinia fue un modelo virtuoso de reconstrucción, el de Irpinia lo fue de corrupción, con infiltraciones de las mafias de la camorra, un escándalo que todavía hoy tiene un coste para el país. Por cada litro de gasolina consumido, los italianos dan cuatro céntimos para pagar aún la suma estratosférica de la reconstrucción: 50.000 millones de euros, casi el triple de lo gastado en el Friuli. Irpinia se cita aún hoy como la madre de todas las derrotas del Estado, porque la camorra controló la reconstrucción.

Las llamadas de emergencia

¿A qué se debe esta profunda diferencia? Andrea Tertullani, sismólogo y primer investigador del Instituto Nazionale de Geofísica y Vulcanología, explicaba ayer a ABC que se trata de «una cuestión de mentalidad cultural, incluso ante las catástrofes. En el norte se asumió una responsabilidad directa por parte de los administradores locales, que actuaron con rapidez y eficacia. Esto no fue posible en Irpinia, por las estructuras sociales del territorio donde los contratos para la reconstrucción fueron instrumentalizados por el crimen organizado».

Entretanto, se han hecho públicas las llamadas que se hicieron al teléfono de emergencias, el «112», inmediatamente después de la tragedia. «¿Es el 112? ¡Aquí es el fin del mundo!» «Corred, corred, se ha derrumbado todo! ¡Aquí están todos muertos!». Estas son algunas de las dramáticas llamadas al «112», después de la primera sacudida del día 24, a las tres y media de la madrugada, que duró 140 interminables segundos.

Son voces de personas que han vivido un infierno y que han llevado a preguntar al obispo de la zona, Giovanni D’ Ercole, diócesis de Ascoli: «¿Por qué Dios ha permitido este desastre?» El obispo, siempre al lado de sus fieles, responde a quienes han perdido la esperanza: «No tengáis miedo de gritar vuestra sufrimiento». Es un Vía Crucis también para la Iglesia.

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