El regreso al escenario de Cristina Kirchner

Los años pasan y el cuerpo no resiste fórmulas mágicas que oculten quién eres por completo. Pero la experiencia, lo único que no pueden comprar las nuevas generaciones, puede ser, como en el caso de Cristina, el bien más preciado que le permita moverse en el escenario con más soltura que ningún otro político

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Había resistido el segundo plano con mala cara recogida en infinidad de imágenes en el palco del Congreso. Le había quitado la mirada a Mauricio Macri en el saludo y olvidado estrechar la mano de la exvicepresidenta Gabriela Michetti, que quedó con ella en el aire. Se quedó, con discreción, un paso atrás cuando el presidente, Alberto Fernández , empujó la silla de ruedas de Michetti. Pero, al caer la noche, antes de las 12, recuperó el escenario que la tuvo lejos durante cuatro años y así, la «multiprocesada» Cristina Fernández , le recordó al presidente que la que sabe lo que tiene que hacer, es ella.

Frente a la Casa Rosada, miles y miles de seguidores resistieron el calor sofocante para escuchar la música de los artistas que forman parte de la factoría «K». Cristina Fernández había esperado su turno para decir lo que quería y cómo quería. El mensaje se podía entender como un consejo a su ahijado político y ahora jefe del Estado. La cuestión, era simple, frente a la adversidad, convoque al pueblo a la calle que «nunca le va a traicionar». «Sepa que este pueblo maravilloso nunca abandona a los que se juegan por él. Convóquelo cada vez que se sienta solo, que sienta que los necesita. Ellos van a estar cuando los llame por causas justas», le garantizó.

Consejos vendo que para mi no tengo, siguió: «No se preocupe por las tapas de un diario. Preocúpese por el corazón de los argentinos que ellos siempre van a estar con usted». Lejos del mensaje de concordia de por la mañana de Alberto Fernández, la viuda de Néstor Kirchner, tenía sus treinta minutos de gloria y los aprovechó para victimizarse y hurgar en la herida de una herencia (pese a todo mejor que la suya) cuando advirtió: «Le han dejado un país devastado, tierra arrasada, como vimos en ese magnifico documental», observó en alusión a la cinta, a modo de revancha contra Mauricio Macri, realizada por el ministro de Cultura, Tristán Bauer. Estanislao Fernández, el hijo «cosplayer» y «drag queen» de Alberto Fernández, seguía con la mirada sus movimientos en el mismo escenario. El joven, irreconocible en traje de chaqueta (eso es amor a un padre) cualquier día sorprende al mundo de Instagram caracterizado de Cristina.

Los años pasan y el cuerpo, el rostro y la voz, no resisten fórmulas mágicas que oculten quién eres por completo. Pero la experiencia, lo único que no pueden comprar las nuevas generaciones , puede ser, como en el caso de Cristina, el bien más preciado que le permita moverse en el escenario con más soltura que ningún otro político. «Tenga fe en el pueblo y en la historia, presidente. La historia siempre la terminan escribiendo, más tarde o más temprano, los pueblos», filosofó. Está vez no dijo aquello de la “historia me absolvió” (tiene pendientes diez juicios y dos ordenes de detención) en alusión aquella frase, en condicional, que pronunció Fidel Castro (“la historia me absolverá”). «Fueron cuatro años duros para quienes fuimos objeto de persecución… se nos buscó hacernos desaparecer literalmente. A través de la humillación y de la persecución. Sin embargo, -celebró- estamos aquí». Luego, tomaría la palabra Alberto Fernández, otra música y otra letra de una historia, en cierto modo, compartida.

La fiesta, con fuegos artificiales y decenas de grupos, costó 60 millones de pesos. Con ese dinero, el economista Roberto Cachanosky, calculó que se podía, "«comprar un millón de litros de leche» y «tres millones de chicos podrían haber tomado un vaso». Pero entonces, el espectáculo, no habría sido el mismo.

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