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Aspecto del campo de Calais ayer por la noche, tras la primera jornada de desmantelamiento - AFP

Dos mil refugiados se niegan a marcharse de «La Jungla»

Algunos pueblos y ciudades de Francia rechazan realojar a los inmigrantes de Calais

Corresponsal en París Actualizado: Guardar
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El desmantelamiento de «La Jungla», el hacinado campamento de refugiados de Calais, comenzó ayer con algunos disturbios por la noche y con relativa calma durante el día, y aún debe continuar en las próximas jornadas en un clima de tensiones inflamables.

Tras un largo historial de desmantelamientos y reconstrucciones durante los pasados veinte años, el primer día del último desmantelamiento de «La Jungla» estuvo acompañado del más estricto y expeditivo control de la Policía y las fuerzas antidisturbios. Entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde, unos 1.700 de los más de 6.000 inmigrantes «residentes» en el campo montaron voluntariamente en los autobuses que debían conducirlos a medio centenar de Centros de Acogida y Orientación (CAO) repartidos por toda Francia.

Sin embargo, se teme un aumento de la tensión en los próximos días, cuando las fuerzas del orden hagan frente a unos dos mil refugiados dispuestos a resistir, que se niegan a ser realojados y quieren quedarse en «La Jungla», esperando entrar en el Reino Unido algún día, si las fuerzas de seguridad francesas no lo impiden.

De las más de 60 localidades —de entre 500 y 6.000 habitantes— elegidas por el Gobierno de François Hollande para reinstalar a los refugiados de «La Jungla», una docena han protestado y se resisten a la construcción de centros de acogida. Varias han intentado organizar referendos populares, institucionalmente ilegales.

En algunos casos, ha habido alcaldes próximos o simpatizantes del Frente Nacional (extrema derecha) que han lanzado campañas muy agresivas contra la instalación en sus pueblos o regiones de inmigrantes y refugiados. En Béziers, por ejemplo, cerca de la frontera franco-española, el alcalde, Robert Ménard, elegido con el apoyo de Marine Le Pen, ha lanzado una campaña bajo el eslogan: «¡Ya están aquí!», presentando la llegada de los refugiados como una «invasión». En varios pueblos se han sucedido incendios «accidentales» de los centros de acogida. En el oeste de París, el campamento para refugiados municipal ha sido objeto de ataques de vandalismo.

Tarde y en malas condiciones

Esta desobediencia civil, relativamente minoritaria pero arraigada en la Francia profunda, refleja una división social y política grave. Un 58% de los franceses son contrarios a la llegada de «nuevos» refugiados. La extrema derecha es muy hostil. El centro y la derecha oscilan entre la «comprensión» y la crítica al «comportamiento inaceptable» del Gobierno de Hollande. Las autoridades regionales y locales de Calais y otras ciudades llevan muchos años pidiendo en vano «auxilio» económico y social, estimando que el desmantelamiento se está consumando tarde y en malas condiciones.

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