Refugiados EuropaGases lacrimógenos: prohibidos en la guerra, permitidos contra civiles

Estas sustancias han cobrado protagonismo después de que la policía macedonia las haya utilizado en varias ocasiones contra los refugiados en Idomeni (Grecia)

-Madrid Actualizado: Guardar
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«No son armas químicas, eso hay que dejarlo muy claro», repite varias veces Miguel Ángel Sierra, catedrático de Química Orgánica en la Universidad Complutense de Madrid, quien define los gases lacrimógenos, portada en los medios europeos después de que la policía macedonia los empleara contra los refugiados en Idomeni, como «compuestos químicos que se usan para dispersar multitudes, pero que en ningún caso deben ser letales».

Prohibidos en la guerra por el Protocolo de Ginebra de 1925, están considerados «agentes para dispersar multitudes», según explica Sierra, quien utiliza un ejemplo sencillo para explicar la incidencia de estos gases en las personas. «Imagina que comes pimienta, guindilla o un chile. Si coges un poquitín, te va a picar, pero si te comes todo el chile, te abrasas la boca.

Esto es igual», señala el catedrático, quien confirma que elaborarlos es casi una tarea de niños para los químicos expertos. «Son muy fáciles de hacer», aclara.

Además de sencillos, actualmente es posible diferenciar varios tipos de gases lacrimógenos que responden a siglas de componentes científicos y que simplifican nomenclaturas prácticamente ilegibles para cualquiera que no tenga una licenciatura en Química. «Los más utilizados son el clorobenciliden malononitrilo (CS), también la cloroacetofenona (CN) y la dibenzoxazepina (CR), aunque hay otros mucho más tóxicos, como el gas pimienta», enumera Carmen Sanmartin, profesora de Química Orgánica y Farmacéutica en la Universidad de Navarra.

Irritación y confusión

Los compuestos son variados, pero la mayoría de ellos provocan efectos similares en quienes los sufren. «Todos los gases lacrimógenos tienen en común que causan dolor e irritación en los ojos, abundantes lágrimas e inflamación en los parpados», relata Sanmartín sobre estos gases, que habitualmente reaccionan al entrar en contacto con los ojos, las fosas nasales o la garganta.

Sin embargo, también tienen otras consecuencias quizá más desconocidas y es que, si los gases penetran en el organismo a través de los ojos, la profesora advierte de que pueden llegar a confundir a los intoxicados en caso de inhalación. «Por un tiempo no pueden pensar racionalmente», subraya la química.

Todos los efectos, sin embargo, suelen durar poco tiempo. «Deben desaparecer entre 15 y 30 minutos después de que la persona se haya retirado de la zona», expone Sierra. Entonces, según manifiesta Sanmartín, «el organismo recupera las funciones vitales normales y no queda ningún tipo de secuela».

Por si acaso, nunca está de más contribuir a la desintoxicación de la piel, ojos y el resto de lugares afectados. «La piel no se ve severamente dañada con este gas, por lo tanto será suficiente su limpieza con agua y jabón», aconseja la profesora, quien recomienda el mismo método para los ojos y mucosas como la nariz o la garganta.

Cada vez menos tóxicos

«Se han usado desde siempre», asevera Sierra, quien no cree que ahora estén más de moda que antes y recuerda que, durante la dictadura franquista, por ejemplo, también se empleaban los gases lacrimógenos. «Lo que sí cambia con el paso del tiempo es su composición», adelanta el catedrático, quien advierte que, actualmente, los compuestos «son menos tóxicos».

Así lo confirman también fuentes policiales a ABC, que sin embargo apuntan que los compuestos de este tipo cada vez son menos utilizados en España en favor de las pelotas de goma, «mucho más eficaces» para disolver masas violentas. En Idomeni, según considera Estrella Galán, secretaria general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado ( CEAR), «los refugiados no tienen capacidad para agredir a las fuerzas de seguridad», situación que podría deslegitimar el uso de gases por parte de la policía macedonia.

Último recurso

Según ha podido saber este diario, los gases lacrimógenos y fumígenos son «el último eslabón» del protocolo antidisturbios. Además, la instrucción de la Dirección General de Policía de septiembre de 2013 establece que el uso de artificios fumígenos y lacrimógenos está prohibido en recintos cerrados, por lo que sólo se contempla su uso excepcional en caso de «riesgo vital para los ciudadanos o para la propia fuerza actuante».

Dicha normativa puntualiza que los elementos lacrimógenos se utilizarán por parte de la Policía cuando «los concentrados agredan de forma violenta a la fuerza interviniente y en ningún caso se utilizarán frente a meras aglomeraciones de personas», han informado fuentes policiales. En el caso de los refugiados establecidos en la frontera entre Grecia y Macedonia, es evidente que hay una aglomeración de personas. Aún está por demostrar la actitud violenta de la masa.

Daños psicológicos

Justamente allí, en Idomeni, trató a varios afectados por los gases lacrimógenos Conor Kenny, uno de los galenos de Médicos sin Fronteras, quien abre un nuevo frente de debate en relación a estos recursos policiales. Kenny advierte de que ser rociado con gases lacrimógenos también tiene consecuencias psicológicas que se deben «en gran parte a la desorientación causada por el pánico».

Según su experiencia, la exposición a este tipo de gases también puede provocar efectos a largo plazo más allá de la irritación y la sensación de ardor inicial en ojos y sistema respiratorio. «Se sabe que a largo plazo empeora la capacidad pulmonar, algo que se agudiza en caso de tener asma», sostiene el médico, quien incluso argumenta que una exposición continuada a este tipo de sustancias «puede provocar daños en el corazón, hígado y pulmones en los casos más severos».

El primer ataque con gases en Idomeni se produjo el pasado domingo. Desde entonces, Médicos sin Fronteras ha atendido a unas 300 personas sobre el terreno: 200 con problemas respiratorios y 30 de ellas, niños de entre 5 y 15 años. Como ha confirmado la mayoría de expertos consultados, las víctimas de ataques con gases lacrimógenos quedan «limpias» a la media hora de haberlos sufrido. En esta ocasión, sin embargo, queda manchada —y por más tiempo— la imagen de las autoridades que han consentido estas prácticas contra los refugiados.

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