Putin suma a sus aliados a Bulgaria y Moldavia

Tras las elecciones en ambos países el pasado 13 de noviembre, el presidente ruso felicitó inmediatamente a los líderes vencedores, consciente de haber colocado con ellos dos nuevas cuñas en el seno de Europa

Mapa: L. A. Actualizado: Guardar
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Las victorias obtenidas en las presidenciales del pasado día 13 en Bulgaria y Moldavia por los prorrusos, Rumen Radev e Ígor Dodón, suponen un alivio al aislamiento que padece Rusia a causa de las sanciones y el clima de confrontación con Occidente como consecuencia de la anexión de Crimea y la ayuda de Moscú a los separatistas del este de Ucrania.

Los numerosos casos de corrupción en el seno la élite proeuropea de estos países, la lentitud con la que avanzan las reformas, el miedo a la llegada de inmigrantes y las políticas de austeridad de Bruselas han inclinado a los votantes búlgaros y moldavos hacia la vieja y atávica alineación con Moscú.

Como si la política que practica el presidente Vladímir Putin en su país fuera la continuación «ideal» de la herencia comunista y la panacea para la solución de todos los problemas.

Putin felicitó inmediatamente a Radev y Dodón, consciente de haber colocado con ellos dos nuevas cuñas en el seno de Europa. «Hay potencial para un mayor desarrollo de las relaciones ruso-búlgaras, basadas en una tradición milenaria de amistad y cercanía cultural y espiritual», decía el jefe del Kremlin en el mensaje enviado al general Radev.

El presidente electo de Moldavia también recibió una misiva de Putin instándole a un «diálogo constructivo y trabajo conjunto». Dodón, que lidera el Partido Socialista moldavo, preconiza una ralentización en el proceso de acercamiento a la Unión Europea, con la que tiene firmado un acuerdo de asociación y de libre comercio, según él, desfavorables para Moldavia, y el establecimiento de una relación «estratégica» con Rusia. Ha asegurado que cumplirá antes de que acabe el año su promesa preelectoral de realizar a Moscú su primer viaje como presidente.

Las tensas relaciones que han venido manteniendo hasta ahora Chisinau y Moscú, sobre todo por el apoyo dado el Gobierno moldavo a Ucrania en su pulso con Rusia y el acercamiento a la UE, han llevado a la aplicación incluso de sanciones por el Kremlin. Dodón ha declarado que el levantamiento de esas restricciones a los productos alimenticios moldavos en el mercado ruso es la primera cuestión que le planteará a Putin.

Por su lado, Radev aboga por el levantamiento de las sanciones decretadas por Bruselas contra Rusia, aunque, dado que las políticas las diseña el Gobierno, tendrá limitado su margen de maniobra. Lo mismo en relación con una hipotético abandono de la OTAN por parte de Bulgaria. El flamante presidente electo búlgaro dijo durante la campaña electoral que «la pertenencia de Bulgaria a la UE y a la OTAN no tiene alternativa, lo que no significa que debamos declararnos enemigos de Rusia».

De esta forma, Moscú suma dos nuevo apoyos en su entorno más próximo. El Kremlin había puesto toda la carne en el asador para conseguir inclinar la balanza de su lado en dos países del este de Europa de importancia clave para sus intereses. Bulgaria forma parte del dispositivo reforzado en los últimos meses por la Alianza Atlántica ante la agresividad de Rusia.

En cuanto a Moldavia, en Moscú temían que su progresión hacia una mayor integración con Europa y la OTAN terminaría provocando un serio problema a los habitantes y militares rusos desplegados en Transnistria, una franja de territorio embutida entre Moldavia y Ucrania y habitada mayoritariamente por población eslava. Desde ahí han temido siempre las autoridades de Kiev el envío de ayuda a los separatistas de Donetsk y Lugansk.

Aparte del vuelco causado por las recientes elecciones en Bulgaria y Moldavia, Rusia tiene en Europa otros aliados: Hungría, Serbia, Macedonia y la simpatía de las autoridades griegas. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, no oculta su admiración hacia Putin y se ha pronunciado siempre por el levantamiento de las sanciones y la normalización de relaciones con Rusia.

Serbia, aliado histórico de Moscú, constituye una pieza clave en el mecanismo de transporte de gas ruso al sur de Europa. La cooperación militar entre ambos países es también muy intensa. Sus ejércitos han participado este mes en unas nuevas maniobras conjuntas. Rusia mantiene también su influencia sobre Macedonia pese a las movilizaciones de la oposición la pasada primavera y en mayo de 2015, orquestadas, según el Kremlin, por Occidente para "desestabilizar" el país y "repetir el escenario ucraniano".

En Oriente Próximo Moscú tiene como aliados a Irán, gran comprador de sus armas y tecnología nuclear, y a Siria, a cuyo régimen ayuda actualmente con aviación, tropas y asesoramiento para recuperar el control del país. Dentro del espacio de lo que fue la antigua Unión Soviética, los más prorrusos son Kazajstán, Kirguistán, Armenia y Bielorrusia. Estos países forman con Rusia la Unión Económica Euroasiática. Este mismo grupo de estados, incluyendo a Tayikistán, constituyen la llamada Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (ODKB).

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