El Parlamento derrota a Johnson en la primera batalla contra un Brexit sin acuerdo

La oposición y veintiún rebeldes conservadores empujan al «premier» británico a pedir elecciones si pierde la votación de una ley que retrasaría tres meses la salida de la UE

Boris Johnson Reuters/ ATLAS

Íñigo Gurruchaga

El Parlamento iniciará hoy los trámites para aprobar con urgencia un proyecto de ley que obliga al Gobierno a pedir a la Unión Europea una extensión de tres meses del Brexit si Johnson no logra negociar un acuerdo y las cámaras no le autorizan la marcha abrupta. Una mayoría de 328 contra 301 respaldó la moción que ha permitido la apertura de un proceso de desafío al Gobierno de Johnson, que puede terminar en elecciones. En esa diferencia de 27 votos se incluyen a 21 «tories» que se saltaron la disciplina conservadora y rompieron la estrategia de Johnson. Estos diputados serán expulsados del Partido Conservador y entre ellos figura el exministro de Finanzas Philip Hammond y Nicholas Soames, nieto de Winston Churchill.

La victoria de la oposición fue el desenlace de una larga batalla por el dominio de la agenda en la jornada parlamentaria. Tras las oraciones que se rezan a puerta cerrada antes de cada sesión, convergieron los diputados bronceados en la pequeña Cámara de los Comunes. Al ministro de Exteriores, Dominic Raab, le había tocado inaugurar el otoño. Elogió a su predecesor en sus primeras palabras.

Los preliminares

Era Jeremy Hunt, su rival y el de Johnson en la lucha por ser líder del Partido Conservador en julio. Parecería que ocurrió hace mucho tiempo, porque en la saga del Brexit se suceden los episodios y los momentos dramáticos; aunque en realidad no pasa nada. Tras mencionar a Hunt, el ministro respondió a preguntas sobre el asunto más candente de su ministerio, Cachemira. Con mayoría musulmana y gobernada por India es un foco de conflicto tras la retirada del Imperio británico. Intervinieron diputados de Stockton, Sheffield, Glasgow, Bradford,… Algunos espectadores nunca habían oído a Steve Baker hablar de otra cosa que del Brexit granítico, y ahora el diputado por Wycomble pedía observadores independientes en Cachemira.

Preguntaron después a Raab por la selva tropical de la Amazonia, Hong Kong, Zimbabue o Gibraltar, hasta que llegó Boris Johnson para hacer una declaración sobre la cumbre del G-7 en agosto. El resumen de la cumbre es, según Johnson, que el líder laborista Jeremy Corbyn «votó contra los tratados de Maastricht y Lisboa pero ha sido ahora convertido en agente de quienes subvierten la democracia».

Nadie estaba ya interesado en el G-7. Y Philip Lee, que se sentaba en la parte alta de los escaños «tories» desde que renunció a un cargo menor en el Gobierno de Theresa May, cruzó la Cámara y se sentó con los liberal-demócratas, en un gesto muy torero, dejando al primer ministro sin su mayoría de un escaño cuando estaba en pie acusando a Corbyn de promover una «ley de la rendición» que le impediría negociar. Lee justificó su decisión por su rechazo a la forma «amoral» en que el actual Gobierno persigue «agresivamente» un «Brexit dañino», «poniendo en riesgo las vidas y el sustento» y «la integridad del Reino Unido».

Philip Hammond, exministro de Hacienda de May, llevaba desde primera hora de la mañana demandando explicaciones y criticando a Johnson en público y en privado. Se puso en pie en su escaño y le pidió que publicase, si quería ganar el voto, las propuestas que ha presentado a sus interlocutores europeos para cambiar el Acuerdo de Retirada. La credibilidad de su empeño negociador se ha nublado pronto.

La «farsa» de Bruselas

El «Daily Telegraph» publicaba que el jefe de Gabinete de Johnson, Dominic Cummings, califica de «farsa» las negociaciones en Bruselas, que la estrategia es «dejar que avance el reloj». Michael Gove sumó a la farsa. Tras la filtración a la prensa de un documento ministerial sobre problemas, algunos graves, si hay Brexit abrupto, iba a presentar otro, pero lo anuló y su parlamento fue otra crítica y cháchara sobre la moción de la oposición.

La presentó, a las 18.30 locales, el conservador Oliver Letwin. Si se aprobaba, la Cámara de los Comunes debatirá y votará este miércoles un proyecto de ley que regula la conducta del Gobierno tras el Consejo Europeo del 17 y 18 de octubre. Si no tiene acuerdo, el Ejecutivo tendrá que someter a votación la marcha sin acuerdo. Si la rechaza, tendrá que pedir una extensión hasta el final de enero.

Jacob Rees Mogg, responsable de gestionar la agenda del Gobierno en los Comunes, se indignaba por la impropiedad constitucional de la moción. El Parlamento opera con la presunción de que la Cámara tiene confianza en el Ejecutivo, que es quien introduce leyes, decía. La oposición se salta las convenciones cuando tendría que presentar una moción de censura.

El papel de Corbyn

Kenneth Clarke, también conservador, le respondió que no tiene sentido una estrategia negociadora en la que amenazas a la otra parte con hacer algo que te daña más a ti. Johnson se comprometió tras la derrota a convocar elecciones si pierde el voto sobre la ley. «Yo no quiero unas elecciones, pero si los diputados votan mañana para forzar otro retraso inútil del Brexit, entonces ese será el único modo de resolver esto», afirmó Johnson tras la votación. Necesitan el apoyo de los laboristas para disolver el Parlamento y Corbyn querrá asegurarse de que el primer ministro no le tiende una trampa con las fechas.

El Partido Conservador parece en riesgo de sufrir una ruptura y más aún con la anunciada expulsión de los 21 diputados rebeldes que pueden romper toda la estrategia de ruptura absoluta del «premier». Boris Johnson no es un buen orador parlamentario, pero los rostros en los escaños «tories» no reflejaban entusiasmo por la vuelta al colegio o la excitación del momento.

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