Los populistas italianos fomentan la eurofobia en la campaña

Un hilo autoritario y antieuropeo une las propuestas de cuatro fuerzas políticas

Matteo Salvini, líder de la Liga Norte, con un rosario durante un mitin en la plaza del Duomo de Milán, el pasado fin de semana Afp
Ángel Gómez Fuentes

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« Italia es el único gran país europeo en el que existe la posibilidad de que con las elecciones del próximo 4 de marzo se forme una mayoría parlamentaria populista e incluso un gobierno soberanista», o lo que es lo mismo, un gobierno que «cuestione el euro y la libre circulación de las personas» . Así lo advierte Sergio Fabrini, profesor de Ciencias Políticas y director de la Luiss School of Government. Esta posibilidad, todavía difícil, pero no imposible, alarma a Europa . Sorprende además que en un país fundador de la Unión Europea y con profunda tradición europeísta, crezca hoy este riesgo evidente.

Un hilo autoritario, populista y antieuropeo une las propuestas de cuatro fuerzas políticas: Liga Norte (las encuestas le otorgan en torno al 15% de votos), Hermanos de Italia (5%) –ambos partidos se presentan en coalición con Forza Italia de Silvio Berlusconi–, Movimiento 5 Estrellas (28%) y la lista de izquierda radical Libres e Iguales (5,5%). «Su objetivo común, además de salir de la Eurozona es debilitar las garantías y salvaguardas constitucionales de la democracia liberal. Italia no es el único país de Europa occidental con problemas políticos, pero ninguno está sometido a un desafío populista tan insidioso» , concluye el profesor Sergio Fabrini.

Indecisos

La coalición de derechas encabeza las encuestas, pero con un 30% aún de indecisos el resultado es todavía muy incierto y todas las posibilidades de alianzas están abiertas . Desde luego, lo que más se teme es «un escenario con el Movimiento 5 Estrellas (M5E), Liga Norte y Hermanos de Italia fuertes, lo que sería catastrófico por las reacciones que desencadenaría», afirma el profesor de Sistema Político Italiano. Sin embargo, todos los líderes soberanistas se han vestido con la piel de cordero durante la campaña electoral, para disimular su imagen populista.

Los dos casos más flagrantes son los de Matteo Salvini , líder de la Liga Norte; y Luigi Di Maio , el candidato a primer ministro del Movimiento 5 Estrellas. En una manifestación del fin de semana en Milán, que supuso una demostración de fuerza de la extrema derecha, Salvini, que se ha distinguido siempre por sus mensajes de exclusión y xenófobos, con rechazo, cuando no odio, hacia los inmigrantes y al «extranjero» – en línea con Marine Le Pen –, se apropiaba de símbolos religiosos y de la Constitución para proponerse como el defensor de la «identidad nacional».

Enarbolando los Evangelios, el Crucifijo y la Carta Magna prestó un juramento que ni siquiera hubiera osado hacerlo un político democristiano en los años de la Guerra Fría: «Juro ser fiel a mi pueblo, a 60 millones de italianos y respetar las enseñanzas contenidas en la Constitución y en el sagrado Evangelio». No es casual el comportamiento de Salvini: conoce el sentimiento de rabia y profundo malestar de la Italia profunda y pretende atraer sus votos.

La lista de ministros

Esa misma línea sigue el Movimiento 5 Estrellas, una fuerza que se autodefine postideológica. Lo demuestra la grotesca y ridícula operación montada por Luigi Di Maio, candidato del Movimiento 5 Estrellas de Grillo, un populismo que nació como antisistema y así lo ha proclamado siempre con orgullo. Ahora, para que la opinión pública perciba que ya no son antisistema, mandó el martes por correo electrónico al presidente de la República, Sergio Mattarella, una lista con sus 17 ministros «in pectore» como si ya hubiera ganado las elecciones. Todo un resbalón institucional. Una lista, por cierto, en la que no hay nadie relevante, solo algunos oscuros profesores y nombres de segunda fila.

Se comprende así que, frente a este viento populista, haya podido renacer Silvio Berlusconi . El líder histórico de la derecha no ha podido esconder su edad, 81 años, a pesar del mucho maquillaje, pero se le presenta como un moderado, sin tener en cuenta su pasado y su nunca superado grave conflicto de intereses. Europa le ve como el mal menor.

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