'Polexit'

La revolución conservadora del Gobierno polaco redobla su pulso a Bruselas

Radiografía de Ley y Justicia (PiS), formación que domina Polonia desde hace más de un lustro y lidera el desafío a la UE desde dentro

Cumbre de líderes del Visegrado del año 2018 con la participación del canciller austriaco Sebastian Kurz. De aquella foto, solo tienen confirmado la continuidad de mandato los primeros ministros de Hungría, Viktor Orban (en el centro), y Polonia, Mateusz Morawiecki @panyiszabolcs
F.J. Calero

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Para entender el éxito electoral desde hace un lustro de los conservadores de Ley y Justicia (PiS), cuyo fundador Jarosław Kaczyński ha convertido en autodenominado garante de los valores católicos de la civilización europea, hay que mirar cómo han lidiado con la minería de carbón, clave en la historia reciente del país y que tiene las horas contadas por la transformación energética y económica europea.

En 2020, el presidente Andrzej Duda (PiS) fue reelegido con un resultado más ajustado de lo esperado -51,2%- frente a Rafał Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia y candidato de la principal fuerza opositora, el partido liberal de centro Plataforma Cívica (PO), «En campaña, Duda aseguraba que no cerrarían las minas, que habría carbón para 200 años más», indica a ABC el eurodiputado socialdemócrata polaco Lukasz Kohut, oriundo del corazón minero del país, Silesia. Sin embargo, «después de las elecciones, Duda empezó a insinuar que a lo mejor no había tanto carbón y que habría que tener una hoja de ruta para cerrar las minas», agrega. Principal fuente energética del país, el carbón es responsable de hasta un 70 por ciento de la electricidad del país, pero donde el precio de la luz se mantiene estable al menos en las facturas de los polacos. Varsovia mantiene un doble discurso: protege al sector minero y los intereses del sindicato más poderoso, Solidarność, y al mismo tiempo necesita promover importaciones de carbón ruso, más barato que el nacional.

Soberanía judicial

La soberanía polaca es clave en el discurso de Ley y Justicia. La pasada semana marcó un hito en el historial de enfrentamientos con Bruselas con el fallo del Constitucional polaco, con el que consideraba inconstitucionales algunos artículos de los tratados europeos. El propio Kaczynski ha celebrado el dictamen del tribunal, órgano tildado por la oposición de títere de Ley y Justicia después del nombramiento «ilegal» según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de jueces afines, en el que cuestionaba uno de los pilares básicos del proyecto europeo: la primacía del derecho comunitario.

Días antes de la decisión del Constitucional polaco , varias regiones del país, que en 2019 se habían proclamado libres de la ‘ ideología LGTB ’, habían dado marcha atrás a sus declaraciones ante la posibilidad de quedarse sin su parte correspondiente de la partida de React-UE (Ayuda de recuperación para la cohesión y los territorios de Europa), un paquete de fondos de cohesión adicionales por el que Polonia ha recibido un total de más de 1.500 millones de euros.

De fondo, Bruselas está afinando su nuevo mecanismo de condicionalidad del Estado de derecho, una herramienta que puede marcar los próximos meses las relaciones con Varsovia.

Zonas Libres de LGTB

Los rivales de Ley y Justicia destacan el conservadurismo del partido, pero sobre todo su populismo económico y su capacidad para fidelizar el voto, especialmente en zonas rurales o de menos población, con temas identitarios como la lucha contra la 'ideología LGTB', el liberalismo de occidente y la inmigración musulmana. Si para ello tiene que enfrentarse a Bruselas, lo hará, y salvo en la cuestión de las ‘zonas libres LGTB’, no ha sufrido grandes derrotas gracias a la regla de la unanimidad en el Consejo y a la fidelidad de sus socios del Visegrado, especialmente la del gobierno húngaro de Viktor Orban. Esta semana, el frente de este grupo y sus afines ha sufrido dos importantes derrotas: la del primer ministro Andrej Babis en las legislativas checas, y el mismo día la dimisión del canciller austriaco Sebastian Kurz (aliado del grupo de Visegrado en temas clave como la migración), salpicado por la corrupción.

En cada elección, el mapa electoral muestra un país fragmentado: las regiones occidentales y los grandes centros urbanos suelen apostar más por opciones liberales, mientras que el este y las zonas rurales, por lo general más pobres y más cercanas a los valores conservadores, representan los principales graneros de votos del PiS y partidos todavía más a su derecha.

Miles de jóvenes polacos -de los centros liberales de las principales ciudades- ansían salir a estudiar fuera del país, no tanto por su futuro laboral sino por su situación personal. Preguntados por este periódico, Kasia, Paulina y Arnold, jóvenes de una de las capitales polacas más cosmopolitas, Katowice (en Alta Silesia), lo tienen claro cuando se les pregunta sobre qué significa la UE para ellos: «Si no estuviéramos en la UE, Polonia seguiría los pasos de sus vecinos del entorno ruso: Bielorrusia y Ucrania. Estaríamos mucho más atrasados».

Catolicismo y Familia

El catolicismo representa una parte importante de la identidad nacional en Polonia, y el PiS ha sabido capitalizar ese voto católico. Los polacos siguen considerando a la Iglesia católica como un símbolo de la lucha por la independencia frente al régimen comunista. «La alianza entre el PiS y la Iglesia Católica ha dominado la agenda política en los últimos años y lleva las políticas hacia el conservadurismo y oponerse a las presiones externas de la UE», valoran en un artículo del portal Culturico los investigadores James F. Downes y Horace Wong.

Otra de las medidas estrella, el programa Familia 500 plus, en vigor desde 2016 y que desde la enmienda de 2019 los padres pueden recibir ingresos mensuales de 500,00 PLN (unos 120 euros) por cada hijo, que pretendía impulsar la tasa de natalidad y reducir la pobreza infantil mejorando las condiciones de vida de las familias numerosas. Según datos de la universidad pública de Szczecin, en toda Polonia, el programa cubría en 2017 al 55% de todos los niños menores de 18 años. Entre los inconvenientes, estas políticas «pueden provocar que las mujeres se queden en casa en lugar de ir a trabajar», critica la diputada opositora de la Cámara Baja del Parlamento polaco (Sejm), Monika Rosa.

Apoyo a la UE

Pese a los constantes encontronazos entre Varsovia y Bruselas, la población polaca se declara orgullosamente europeísta o al menos apoya de forma mayoritaria su pertenencia a la UE. Tampoco Varsovia promueve un ‘Polexit’ a lo Reino Unido, sino que más bien quiere estar en misa y repicando: quiere seguir en la UE porque es el deseo de más del 80 por ciento de los polacos, pero quieren hacer caso omiso a las sentencias europeas sobre el poder judicial.

Con una de las tasas de desempleo más bajas de Europa (en torno al 5 por ciento) y como polo de atracción de multinacionales, el país ha avanzado de forma vertiginosa desde su entrada en la UE hace 17 años. Los fondos europeos han mejorado las infraestructuras y están ayudando a la reconversión del país. En las zonas mineras donde siderurgias y explotaciones han quedado obsoletas, el grueso del dinero para buscar un ‘plan b’ también proviene de Europa.

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