El peso de los aliados flamencos de Puigdemont bloquea Bélgica

Los principales aliados de Puigdemont condicionan la formación de Gobierno

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El sistema constitucional belga tiene muchas similitudes con el español, entre otros el hecho de que sea el Rey quien ha de proponer a la personalidad señalada para formar el Gobierno. La principal diferencia es que en Bélgica el Monarca lo hace después de que haya encargado a otra figura –que puede formar parte o no de los posibles candidatos– que busque previamente a quien suscite el consenso mayoritario, una fórmula de coalición o un pacto razonable y posible.

En la jerga política esa figura se llama «formador», pero en los últimos años las sucesivas elecciones han desembocado inevitablemente en resultados que ofrecen combinaciones imposibles o sencillamente incompatibles, de modo que las distintas denominaciones se han ido ampliando hasta definirlo como «explorador», luego «facilitador», «mediador». Esta lista de descripciones solo intenta camuflar el hecho de que, a pesar de su proverbial capacidad de negociación, la fragmentación política belga está convirtiendo el país en una entidad políticamente disfuncional.

La irrupción del principal partido independentista flamenco, la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), el mayor aliado en el mundo de los seguidores de Carles Puigdemont y la primera fuerza política del país, es la causa de esta situación.

El precedente de 2011

Los belgas acudieron a las urnas el 26 de mayo, coincidiendo con las elecciones europeas, para elegir los 150 diputados de su Parlamento federal y a estas alturas todavía no existen ni siquiera indicios de que se pueda formar una mayoría para sustentar un Gobierno. La situación es tan complicada que por primera vez, en lugar de un único «formador», el Rey Felipe ha nombrado esta vez a dos «informadores», uno flamenco (Johan Vande Lanotte) y otro francófono (Didier Reynders, el actual ministro de Asuntos Exteriores), que han decidido que seguirán con su tarea incluso durante el mes de agosto.

Los belgas ya conocieron un largo periodo de más de 500 días sin Gobierno en 2010-2011, tras la primera elección en la que los resultados de la N-VA fueron relevantes, y entonces la crisis terminó con una solución que agrupó a todos los demás partidos de las dos comunidades, a excepción de los nacionalistas flamencos. La legislatura fue un verdadero rompecabezas, porque la mayoría en la Cámara estaba totalmente desequilibrada en contra de la comunidad flamenca, que es mayoritaria, y la combinación de socialistas, liberales, democristianos y verdes era en los hechos autobloqueante.

En las elecciones de 2014, los independentistas flamencos obtuvieron aún mejor resultado, lo que hizo inevitable su participación en el Gobierno. Los dos pequeños partidos liberales (el flamenco y el valón) aceptaron entrar en la coalición a cambio de que la N-VA dejase aparcados sus objetivos maximalistas y renunciase al puesto de primer ministro. La principal condición de los nacionalistas fue que se excluyese a los socialistas de cualquier pacto.

En los últimos comicios, la N-VA volvió a ser el partido más votado –de lejos–, pero su actitud apaciguadora ha provocado que en Flandes haya aumentado considerablemente el peso del Vlaams Belang (Interés Flamenco) que es aún más nacionalista y ha sido acusado de racismo por los tribunales.

La situación de bloqueo no podrá durar tanto esta vez porque el actual primer ministro en funciones, el liberal Charles Michel, ha sido nombrado presidente del Consejo Europeo, puesto que deberá ocupar a mas tardar a fin de año. Pero lo que no se ha resuelto es qué hacer con un partido cuyo objetivo declarado es acabar con Bélgica y que es el partido hegemónico en Flandes y el más grande de Bélgica.

Los dos «informadores» están estos días intentando lo que sería el mayor alarde de esa mentalidad pactista belga y que consistiría en juntar a los dos partidos antagónicos por antonomasia:una coalición entre los independentistas flamencos, que son el principal partido de Flandes, y los socialistas francófonos, que son los más votados en la otra comunidad del país. Si esta opción no funciona –y hay pocas posibilidades de ello–la única alternativa vuelve a ser la coalición de todos los demás partidos, excluyendo a los independentistas.

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