Lubomír Zaoralek, el ministro de Exteriores checo, habla ante sus homólogos eslovaco, húngaro y alemán
Lubomír Zaoralek, el ministro de Exteriores checo, habla ante sus homólogos eslovaco, húngaro y alemán - AFP

Los países euroescépticos del este culpan a Bruselas del Brexit

En el diseño de la futura UE, los países de Visegrado no quieren más integración

CORRESPONSAL EN BRUSELAS Actualizado: Guardar
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A medida que se acumulan las tensiones desatadas por el referéndum británico, las olas están empezando a afectar a las propias instituciones europeas y se aprecian las primeras grietas de una fractura entre los Veintisiete restantes. Los países del este, que han estado siempre más cerca de las posiciones británicas que de las de los fundadores, empiezan a sentirse incómodos con la perspectiva de que la UE responda a la crisis con un paso hacia una mayor integración política y económica y lo muestran a través de sus críticas a los principales responsables de las instituciones europeas.

El primero en abrir el fuego ha sido el ministro checo de Asuntos Exteriores, Lubomír Zaorálek, que ha disparado una andanada de críticas contra el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, al que hace responsable de que los británicos hayan votado por el Brexit.

Zaorálek dijo ayer en la televisión de su país que «en este momento, Juncker no es el hombre adecuado para esta situación» y que las instituciones europeas «deben extraer las consecuencias sobre su responsabilidad» en el voto de los británicos.

En Polonia ha sido Jaroslaw Kaczynski, el hombre fuerte detrás del poder hegemónico de los nacionalistas del PIS, ha culpado a su antiguo rival político, el actual presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, de quien ha dicho que «sencillamente debería desaparecer sin dejar rastro de la escena política europea». Aunque

CríticasLos ataques se dirigen expresamente al presidente de la Comisión y al del Consejo

no ocupa ningún cargo institucional, se considera que Kaczynski es el verdadero «número uno» del poder en Polonia, de ahí la importancia que reviste su teoría acerca de que los británicos deberían pasar por un segundo referéndum para quedarse en una Europa con menos poder y sin voluntad de integración. Para que Gran bretaña pudiera volver a lal UE «la Unión debe cambiar completamente con un nuevo tratado que esté fundado en principios distintos a los del Tratado de Lisboa».

Fuentes diplomáticas de otro de los países importantes del este de Europa hablaron ayer de la posibilidad de atacar a Juncker en la cumbre extraordinaria del miércoles en la que ya no estará el primer ministro británico David Cameron pero si el presidente de la Comisión. Este país le reprocha al luxemburgués el haber radicalizado las posiciones cuando respondió al resultado del referéndum cerrando todas las puertas a un desenlace alternativo al decir que «fuera es fuera». Y, sobre todo, como los demás del llamado grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) quieren marcar su poca simpatía a la reflexión que han lanzado los países fundadores para avanzar hacia una mayor integración.

En medio de toda la confusión, ayer circulaba por la capital comunitaria la tesis de que desde la propia Comisión y por encima de todas las apariencias no se quieren cerrar las puertas a nada. Un altísimo funcionario del círculo más próximo del presidente Juncker habría apostado una cena con un grupo de embajadores -el británico incluido- que al final de todo, el Brexit no se llegará a producir.

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