Así fue la operación «Kayla Mueller» para matar a Al Bagdadi

Participaron un centenar de soldados de elite, que volaron en ocho helicópteros

Vehículo destruido tras la operación de EE.UU. para matar a Al Bagdadi en Barisha (Siria) FAFP
David Alandete

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El jueves por la mañana, las agencias de inteligencia le dieron a Donald Trump la confirmación que llevaba meses esperando. En una reunión rutinaria en la Casa Blanca, el presidente se enteró por fin de dónde se escondía exactamente Abu Bakr al Bagdadi , el líder del grupo terrorista más sanguinario de la pasada década. El autoproclamado «califa» vivía oculto en una casucha en Barisha, un pueblo sirio a seis kilómetros de la frontera con Turquía, con dos de sus mujeres y más de una decena de niños, la mayoría hijos suyos. El presidente pidió que le presentaran inmediatamente planes para capturarlo o matarlo.

El viernes el presidente se desplazó a Carolina del Sur a dar un discurso en un simposio sobre reforma del sistema penal, y de camino, a bordo del Air Force One, fue informado de cuáles eran sus opciones, algunas más arriesgadas que otras. La prioridad de la Casa Blanca era identificar sin género de dudas a Al Bagdadi, lo que implicaba encargarle la misión a soldados de élite, y no confiar en «drones» o aviones con misiles controlados de forma remota.

Esta reconstrucción de la operación con la que cayó el terrorista más buscado del mundo ha sido elaborada con la información que ha proporcionado el propio presidente Trump en varios discursos y conversaciones con la prensa y detalles que dieron ayer en el Pentágono el secretario de Defensa, Mark Esper , y el jefe del estado mayor conjunto, general Mark Milley .

Tras pasar la noche del viernes en Camp David, donde celebró el aniversario de bodas de su hija Ivanka, Trump pasó la tarde del sábado jugando al golf en un campo que su empresa regenta en Virginia con dos senadores, Lindsay Graham y David Perdue, y con Rob Manfred, el comisionado de las ligas mayores de béisbol de EE.UU.

Mientras, en la base Al Asad de Irak, a 9.000 kilómetros de distancia, un centenar de uniformados, entre los que se hallaban soldados de élite del Destacamento Operacional Delta de las fuerzas armadas norteamericanas, se preparaba para la misión más arriesgada desde la captura de Osama bin Laden en Pakistán en mayo de 2011. Volarían de madrugada con ocho helicópteros Apache y Chinook. Llevarían perros de guerra, rastreadores y de combate. Y, sobre todo, tras capturar a Al Bagdadi vivo o muerto, debían obtener al menos muestras de ADN para confirmar que era él.

Acaba su partida de golf, el presidente entró en la Casa Blanca a las 16.18 y en menos de una hora se cambió en su residencia y bajó al sótano, donde se encuentra la sala de crisis, para sentarse entre su vicepresidente, Mike Pence, y el secretario de Defensa Esper y seguir a través de pantallas de vídeo la retransmisión de la misión, capturada en cámaras de infrarrojos por los soldados desplazados hasta donde se escondía Al Bagdadi. El general Milley asesoró en todo momento a Trump.

Homenaje a una cooperante

Coordinando la misión se hallaba el jefe del Mando Conjunto de Operaciones Especiales, teniente general Scott Howell, quien bautizó la misión como Operación Kayla Mueller, en homenaje a una trabajadora humanitaria de 26 años que fue secuestrada en Alepo en 2013 y fue obligada a casarse con Al Bagdadi y violada por este repetidamente, antes de morir, en circunstancias no aclaradas, dos años después.

La cooperante Kayla Mueller AFP

El vuelo de los helicópteros desde Irak hasta Siria duró una hora y diez minutos. Pasadas las 18.00 hora de Washington, los helicópteros aterrizaron y rodearon la casa donde vivía al Bagdadi. Para evitar trampas con explosivos hicieron un agujero en la pared y penetraron en la vivienda. Alertados, el líder terrorista y dos de sus mujeres se colocaron chalecos explosivos. Varios hombres adultos se enfrentaron a los soldados mientras Al Bagdadi huía con tres de sus niños al sótano, donde había construido para escapar una red de túneles que aún no había sido terminada.

Las dos mujeres fueron abatidas sin que hicieran explotar los chalecos. Dos lugartenientes, varones adultos, fueron capturados y están detenidos bajo custodia de las fuerzas armadas estadounidenses. En total murieron cinco personas adultas. Once niños fueron rescatados y puestos en libertad.

En el sótano, los perros de guerra acechaban a Al Bagdadi por los túneles. Cuando uno de ellos se le acercó, alertando a ladridos a los soldados, el líder terrorista detonó su chaleco y se suicidó, matando a los tres niños. Según informó ayer el Pentágono, el perro que le perseguía resultó herido y fue evacuado.

La hora exacta de la muerte: las 19.15 en Washington. Trump pidió confirmación absoluta de su identidad. Los soldados tomaron restos de ADN, pero uno de ellos fue capaz de reconocer al terrorista a pesar de que este había accionado los explosivos. Según le dijo el soldado al presidente por su intercomunicador: «Confirmado al 100%. El premio gordo. 100% seguro. Corto». Los restos del líder terrorista fueron extraídos y lanzados en alta mar, respetando los ritos musulmanes.

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