Obama pide a los jóvenes británicos optimismo y que se abran al mundo

De las diez preguntas que le hizo el público ninguna fue sobre el referéndum europeo

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Obama, de 54 años, de salida de la Casa Blanca, trabaja ya para su legado y se le nota. Este sábado por la mañana dio un discurso ante 500 jóvenes en el Lindley Hall, un edificio del centro de Londres para la horticultura, y admitió diez preguntas del público. Curiosamente, ninguno de los jóvenes abordó el referéndum sobre la UE, a pesar de que el contundente a apoyo de Obama a la permanencia ha sido el momento estelar de su visita al Reino Unido y ha indignado a los partidarios del Bréxit. El presidente, casi más en tono de filósofo buenista que de mandatario de la primera potencia, les pidió que no se alejen del mundo y sean optimistas.

«Estoy aquí para deciros que rechacéis la idea de que hay fuerzas a las que no se pude derrotar. Lo dijo el presidente Kennedy: nuestros problemas han sido creados por los hombres y pueden ser resueltos por ellos. Os pido que rechacéis las llamadas del retroceso y tengáis una visión más amplia y optimista de la historia», predicaba Obama, en mangas de camisa y en su salsa. Las preguntas de los jóvenes versaron sobre la pobreza y la desigualdad, el cambio climático y los derechos de homosexuales y transexuales, campo en el que elogió a Cameron por ir por delante.

Sí le preguntaron por el polémico tratado de comercio entre Estados Unidos y la UE, el TTIP, contestado en Alemania, a donde llega este domingo Obama y donde este sábado hubo manifestaciones en contra del convenio. La izquierda cree que favorece a las multinacionales en perjuicio de los trabajadores. Contemporizador, como siempre, Obama dijo que entendía esos recelos, pero destacó que el acuerdo «podría crear a ambos lados del Atlántico millones de puestos de trabajo y miles de millones de dólares de beneficios».

Cuando lo interrogaron por su legado como presidente, empezó cauto, diciendo que hasta dentro de diez años no se sabrá. Pero acabó dándose un auto homenaje. Destacó su seguro médico, «del que estoy muy orgulloso», y la economía: «Estuvo bastante bien salvar al mundo de una gran depresión».

En el mismo recinto se entrevistó durante 90 minutos con el líder laborista, el veterano y radical Jeremy Corbyn, que salió encantado de la charla, calificándola de «excelente» y «fascinante». Curiosamente, cuando todo el debate político británico está polarizado por el referéndum, Corbyn, europeísta de última hora tras ser euroescéptico toda su vida, dijo que apenas hablaron de ello.

Las opiniones de un «Pato cojo»

Mientras continuaba la enorme irritación de los partidarios del Brexit por el espaldarazo que ha dado Obama a Cameron en su campaña proeuropea. Lo que peor les sentó fue que el presidente dijese que el Reino Unido sale de la UE tendrá que ponerse «a la cola» en los acuerdos comerciales con Estados Unidos. Nigel Farage, el líder del populista y nacionalista UKIP, lo acusó de haber dicho tal frase al dictado de Downing Street. Con una curiosa veta de filólogo, explicó que para hablar de cola, Obama había utilizado la palabra «queue», algo anómalo, «porque los americanos dicen line». Otras voces del Brexit lo llamaron «pato cojo» y restaron valor a sus opiniones. También lo volvieron a tachar de antibritánico.

Tras los jóvenes, Obama se fue al Globe, la reconstrucción a orillas del Támesis de lo que era el teatro de Shakespeare allá por 1599. En el día en que se conmemoraban los 400 años de la muerte del bardo, escuchó fragmentos de Hamlet, con el celebérrimo «ser o no ser», pregunta que tantas veces se habrá hecho él mismo en sus años de presidencia, como por ejemplo cuando se retiró prematuramente de Irak o cuando dejó en su puesto a Al Assad. La próxima parada fue una partida de golf con su amigo Cameron en The Grove, al Noroeste del Gran Londres. Luego cenaron juntos en la mansión del embajador estadounidense.

En Kensington

También hubo ecos rosas de la cena del viernes en el Palacio de Kensington con los Duques de Cambridge y el Príncipe Harry. El pequeño George, de dos años, esperó al presidente en bata y pijama blancos, y le chocó la mano muy seriecito, antes de subirse animado a un balancín regalo del propio Obama. El presidente dijo que el niño era «adorable».

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