Kim Phuc, entrevistada por ABC en 2007
Kim Phuc, entrevistada por ABC en 2007 - Ignacio Gil

La nueva piel de la «niña del napalm»

Icono del drama humano de la guerra de Vietnam, Kim Phuc cura aún las secuelas del ataque con ácido de 1972

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Estremece pensar el sufrimiento que hubo de padecer Kim Phucaquel 8 de junio de 1972, durante su desoladora huida del infierno en busca de ayuda que se incrustó para siempre en nuestra memoria colectiva. Releer que el napalm es un combustible pegajoso que alcanza temperaturas de hasta 1.200 grados centígrados y volver a mirar la célebre instantánea del Pulitzer Nick Ut se compadece con el llanto eterno de la víctima: «Es el dolor más grande que se pueda imaginar».

Cada tratamiento cuesta entre 1.500 y 2.000 dólares, pero se lo han ofrecido gratis

Superada ya la calamidad de la guerra, la mano del hombre, conductora de grandezas épicas y de ruinosas calamidades, se propone ahora reparar tanta destrucción.

Un innovador tratamiento con láser reducirá la enorme herida que abrasó la piel de Phuc en uno de los bombardeos más denostados. Se aligera nuestra conciencia y la de una sociedad norteamericana lastrada durante tantos años por el desastre de Vietnam.

La mujer que nos recuerda cada día que la guerra es mucho más que un juego de dominación sobre un tablero todavía clama por una solución. Más de 43 años después, la veintena de injertos de piel no han sido suficientes para sanar su cuerpo y restituir su dignidad. Pero la doctora Jill Waibel, una eminencia especializada en tratamientos con láser para pacientes quemados del Instituto Dermatológico de Miami, puede haber encontrado la poción mágica.

La tercera parte

Sería la respuesta definitiva a la mujer que llegó a desear la muerte «para no tener más cicatrices ni más sufrimiento». Desde hace unas semanas, se somete a sesiones con rayos láser, primero para juntar el tejido cicatrizado, y después para suavizar la piel. El tejido dañado de Phuc se extiende desde la mano izquierda al resto del brazo, el cuello y a la línea del cuero cabelludo, y cubre casi toda su espalda. El alcance del daño que sufrió Phuc queda reflejado en esta frase de la dermatóloga: «En aquellos años, la mayoría de las personas moría con quemaduras de este tipo en el 10 por ciento de la piel; a Phuc se le abrasó la tercera parte del cuerpo».

Como mínimo, la doctora Waibel le ha garantizado que el tratamiento va a paliar los fuertes dolores en la espalda que han martirizado la vida de la mujer vietnamita. Para saber hasta dónde va a llegar la reparación de la piel, habrá que esperar los ocho o nueve meses previstos para concluir el tratamiento. Waibel es optimista pero también cauta: «El fuego se le pegó mucho tiempo y le destruyó hasta la capa de colágeno, lo que provocó cicatrices con un grosor cuatro veces mayor al de la piel normal».

Los dolores se agudizan con el clima de Canadá, donde reside con su marido y dos hijos

La quemadura de las terminales nerviosas le sigue causando a Phuc fuertes dolores en el cuerpo, que se hacen más agudos con los cambios de clima en Canadá, a donde emigró con su esposo a principios de los 90. Ambos viven en las afueras de Toronto y tienen dos hijos, de 21 y 18 años.

En su nueva aventura, cuenta además con el apoyo del fotógrafo de Associated Press que tomó la dramática instantánea, a quien llama «tío Ut». Desde entonces, el reportero siempre ha estado pendiente de su salud y le ha ayudado en todo lo que ha podido.

Durante los últimos diez años, la dermatóloga norteamericana ha utilizado láser para tratar cicatrices de quemaduras, también las causadas por napalm, pero nunca con un paciente de tanta gravedad. Aunque cada tratamiento cuesta entre 1.500 y 2.000 dólares, la doctora ofreció sus servicios gratis a Phuc desde el momento en que la vietnamita llamó a su consulta.

Nueva tecnología

Durante la primera sesión, el aroma que emitía una vela perfumaba el ambiente en el quirófano, donde el esposo de Phuc le sostuvo la mano mientras rezaban. Una vez administrados los sedantes y aplicada rápidamente una crema adormecedora en la piel de Phuc, la doctora Waibel, provista con gafas de seguridad, apunta el láser.

La tecnología utilizada fue desarrollada inicialmente para quitar las arrugas alrededor de los ojos. El láser calienta la piel hasta el punto de ebullición y vaporiza el tejido de la cicatriz. Una y otra vez, un cuadro rojo aparece sobre la piel de Phuc, se escucha un bip y se dispara el láser, mientras una enfermera sostiene una especie de manguera para retirar el líquido con vapor que genera la parte tratada.

Un par de semanas después, en su casa en Canadá, Phuc afirma que las cicatrices se le han enrojecido, siente la piel dura y le pica mientras le sana, pero expresa su entusiasmo de seguir hasta el final.

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