La mujeres militares de la OTAN, mucho más que una cuestión de igualdad

Los países de la Alianza Atlántica descubren el valor femenino ante los nuevos conflictos

Qué países forman parte de la OTAN en la actualidad

Madrid Actualizado: Guardar
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Hace más de 2.400 años, Aristófanes contaba en su «Lisístrata» cómo las mujeres de Atenas lograron poner fin a la Guerra del Peloponeso negándose a mantener relaciones sexuales con sus maridos hasta que hicieran las paces con sus enemigos espartanos. La obra de Aristófanes permanece como una de las cimas del teatro clásico, pero su argumento sería inconcebible hoy día. En el siglo XXI, las mujeres participan con normalidad en los Ejércitos de los países occidentales, en los que combaten en primera línea, y su papel va mucho más allá del de meras cuidadoras de lo que los hombres soldados dejan en casa para embarcarse en campañas lejanas.

En realidad, la incorporación de la mujer al servicio de armas no es solo el reflejo de una realidad social en la que la mujer se va equiparando en todos los sectores al varón, sino también la respuesta a una necesidad operativa real de las Fuerzas Armadas.

Como ha señalado el teniente general sueco Anders Lindström, «una perspectiva de género es vital para el éxito de nuestras operaciones». Para Lindström, que fue director de operaciones del Ejército sueco, la experiencia demuestra que la participación de las mujeres en la vanguardia de las misiones, por peligrosas que sean, «nos hará tener unas mejores posibilidades de éxito».

En España se ha llegado a un 12,5% de mujeres del total de efectivos en las Fuerzas Armadas

Ya en el año 2000 la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas expresó el objetivo de una «plena participación de las mujeres en todos los esfuerzos por el mantenimiento de la paz y la seguridad». Desde entonces, distintos gobiernos de los estados de la OTAN han promovido con éxito desigual el alistamiento de las mujeres. En España se ha llegado a un 12,5% de mujeres del total de efectivos en las Fuerzas Armadas, una cifra que triplica el 4,1% de media en el total de aliados atlánticos, pero que ha sufrido un estancamiento. En los últimos diez años, el porcentaje de mujeres en las Fuerzas Armadas Españolas solo ha crecido un 0,5%.

Espacios vetados

En cualquier caso, tanto en el Ejército español como en otros, a ellas les quedan todavía espacios por conquistar. Los puestos de mando siguen abrumadoramente copados por hombres, desigualdad que se agudiza cuanto más se asciende en la cadena de mando. De hecho, ninguna mujer ha alcanzado el generalato en España.

Uno de los espacios tradicionalmente vedados ha sido el de las operaciones especiales, las más exigentes en fuerza y resistencia física. Pese a ello, Noruega creó en 2014 una unidad de élite exclusivamente femenina, denominada Jegertroppen, Unidad de cazadoras en español.

La decisión surgió de la experiencia de la guerra de Afganistán, en la que se comprobó la necesidad de contar con efectivos femeninos capaces de desplegarse en zonas hostiles para conocer la situación de la población local y, a la vez, ser capaces de responder a posibles ataques enemigos y otras situaciones límite.

Aunque hasta hace poco, potencias como Estados Unidos y Reino Unido, mantenían la política de que las unidades más expuestas a potenciales intercambios de fuego debían seguir siendo cosa de hombres, cada vez más se asume que no hay motivo para negar una plena inclusión de las mujeres. Más teniendo en cuenta que los motivos que podrían justificar que las mujeres no tomaran las armas, como su desventaja física en algunos aspectos, han desaparecido en los conflictos modernos, en los que pesan más la inteligencia y la superioridad tecnológica. No solo los estados se han percatado de ello. Hace ya tiempo que los Peshmerga kurdos saben que se pueden fiar plenamente de sus compañeras del Batallón 106, también formado solo por mujeres.

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