CUMBRE EUROPEA SOBRE INMIGRACIÓN

Merkel no logra un acuerdo de mínimos en inmigración que calme a sus socios bávaros

La canciller llegó en busca de oxígeno para su coalición, pero solo obtuvo una respuesta genérica de los países dipuestos a ayudar a Alemania

La canciller alemana, Angela Merkel, a su llegada a Bruselas AFP

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Para la canciller alemana Angela Merkel no era habitual llegar a una cumbre en condiciones de tal debilidad. Lo de menos es que la selección alemana haya sido eliminada en el Mundial de Rusia (es muy aficionada al futbol) o que el bar preferido de los alemanes en la zona europea de Bruselas, el «Maxburg Schnitzel House», se haya incendiado la víspera de la reunión. Su principal interés en esta cumbre es lograr salvar su coalición en Berlín con un acuerdo para controlar la llegada de inmigrantes que tranquilice a sus socios bávaros. Y en Bruselas le esperaban no pocos socios europeos con más ganas de reprocharle sus casi 13 años de hegemonía política en Europa que de ayudarla, así que su máxima expectativa era un acuerdo genérico en el que aquellos gobiernos que quieran y puedan, ayuden a controlar el flujo de personas a través de las «plataformas de desembarco» en países terceros con acuerdos bileterales para restringir el «movimiento secundario» de los emigrantes dentro de la UE.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk , que había sorprendido con su carta de invitación al señalar el riesgo de una Europa dominada por los populismos nacionalistas, instó hoy a los líderes continentales a apoyar esas «plataformas de desembarco» porque la alternativa sería simplemente el cierre de las fronteras internas entre los países del bloque comunitario. «Algunos pueden pensar que soy muy duro con mis propuestas. Pero créanme, si no las acordamos, verán, veremos otras aún más duras por parte de algunos tipos realmente duros». Más aún, insistió en que «la alternativa a esta solución sería avanzar desordenadamente hacia el cierre de fronteras, también dentro de la UE, así como hacia conflictos crecientes entre los Estados miembros de la UE».

Uno de los duros entre los duros fue, desde luego, el primer ministro italiano, Giuseppe Conte , que cuando la reunión ya había comenzado mandó a decir que no había ninguna posibilidad de que él aprobase el documento de conclusiones pactado porque no le parecía suficiente para sus aspiraciones. El texto menciona claramente que «la UE seguirá al lado de Italia y los otros países miembros de la línea de frente» de las fronteras exteriores. Lo que quiere el primer ministro italiano -apoyado por una coalición heteróclita de nacionalistas y demagogos, tan euroescépticos unos como otros- es que se establezca como modelo lo que se ha hecho en los últimos desembarcos de rescatados en el mar, es decir, llevarlos a puertos no italianos y desde allí repartirlos entre los países que los quieran aceptar.

El problema de las «plataformas» no es el apoyo que daría la ONU a través de sus agencias correspondientes (ACNUR y OIM) sino que no hay ningún país dispuesto a aceptarlas en su territorio. Marruecos, que aparece en el documento de conclusiones mencionado para ello con la perspectiva de que se el ofrezca a cambio un «apoyo financiero» le dijo que de ninguna manera al nuevo ministro español de Exteriores, Josep Borrell . Queda Libia, pero ese lugar es ahora cualquier cosa menos un país y es muy complicado pensar que sus autoridades o como se quiera llamar a quienes detentan el poder, puedan garantizar un mínimo respeto a la dignidad de los que intentan llegar a Europa en campos de concentración instalados en su territorio.

Como muestra gráfica de su debilidad, al llegar al Consejo Merkel se tuvo que quedar esperando detrás del presidente francés, Emmanuel Macron , mientras este se dirigía a los periodistas. Macron citó todos los temas que estaban en el programa (Defensa europea, futuro institucional del euro, Brexit) y apenas al final dijo que «también hablaremos de migración», mientras que para Merkel no hay otro asunto más importante. El luxemburgués Xavier Bettel , sin embargo, demostró que entendía perfectamente la situación: «Creo que hay que hablar de todo, pero si sigue habiendo países que marcan líneas rojas aquí y allá, no llegaremos nunca a un acuerdo. La inmigración legal ha de ser la regla y si hay tanta gente que ha llegado de otros países que se van a Alemania, entiendo que los alemanes se pregunten por qué deben cargar con esta situación».

Para el presidente del Gobierno español, que se estrenaba en esta cumbre aunque en la última semana había multiplicado sus contactos con líderes europeos, también sonó la hora del realismo. El «chico nuevo » como lo definió el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ya se ha dado cuenta de lo complicadas que pueden ser las cosas y hoy tiró de argumentario básico: «Lo que necesitamos es una respuesta común a un desafío común». Aunque parezca mentira, el episodio de la acogida triunfal al Aquarius ya parece muy lejano en el tiempo y ahora lo que Sánchez predica es «combinar responsabilidad con solidaridad. Responsabilidad para controlar nuestras fronteras y para intensificar la dimensión exterior de la política migratoria». Tal vez esperaba que Borrell le anunciase que Marruecos estaba por la labor de echar una mano, para aparecer otra vez como el hombre providencial . Pero no.

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