El primer ministro de Francia, Manuel Valls
El primer ministro de Francia, Manuel Valls - AFP

Manuel Valls, el precandidato de izquierda a la Presidencia de Francia que rechaza el socialismo

El primer ministro, que desempeñó durante dos años el puesto de ministro del Interior, anunciará este lunes su candidatura a las primarias del Partido Socialista para presentarse a las elecciones de mayo

MADRID Actualizado: Guardar
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Corría abril de 1982, la izquierda francesa vivía sus años dorados y un joven «militante socialista», con pinta de adolescente, intervenía en un programa de la televisión para explicar el impacto del paro sobre la juventud. El jersey de rombos, la camisa y algunos lapsus, quizá fruto del nerviosismo, no permitían imaginar en él al futuro primer ministro. Manuel seguía siendo Manuel, y no Valls; seguía siendo, en definitiva, el hijo de un pintor catalán y una mujer suiza; el muchacho «reservado, autoritario y ambicioso» que «leía enormemente», según su hermana Giovanna; el admirador del socialista de centro Michel Rocard; y el estudiante de Historia al que nunca había tentado la revolución. Este lunes, más de tres décadas después, ese chico, ya convertido en Manuel Valls (Barcelona, 1962), ha anunciado su candidatura a la Presidencia de Francia en las elecciones que el país galo celebrará el próximo mayo, para las que primero deberá superar las primarias de su partido.

Valls lo tendrá difícil. La renuncia de François Hollande a la reelección apenas atenúa la crisis a la que se enfrentan los socialistas, desgastados tras cinco años a las riendas del país. Según los sondeos, la formación está abocada a no pasar a la segunda vuelta de los comicios presidenciales. Una encuesta reciente, de la empresa Elabe, afirma que será el candidato de Los Republicanos, el conservador François Fillon, quien obtendrá las llaves del Elíseo con un 66 por 100 de los votos. Marine Le Pen, la líder de extrema derecha, deberá conformarse con un 34 por 100. Una debacle, la de verse relegados al tercer puesto, que el primer ministro desea evitar a toda costa. «Ante la angustia, la duda y la decepción, ante la idea de que la izquierda no tiene ninguna posibilidad, quiero romper la mecánica que nos conducirá a la derrota», explicó hace una semana. Para lograrlo tendrá que enfrentarse a rivales externos, internos —como el exministro de Economía Emmanuel Macron, que tratará de arrebatarle el voto de centroizquierda— y al desgaste provocado por sus años de gestión.

Un «reformista»

Inevitablemente ligado al conservadurismo, el pragmatismo y el gusto por mantener el orden, ostentar el cargo de ministro de Interior siempre ha identificado a su titular con esos rasgos. Manuel Valls lo alcanzó en mayo de 2012, cuando el por entonces nuevo presidente, François Hollande, lo designó para el puesto. El joven político ya venía curtido de once años al frente de la alcaldía de Evry, una ciudad de la periferia parisiense con fama de conflictiva. Su nueva ocupación le quedaba como un guante. Con un perfil muy poco izquierdista, Valls siempre ha reivindicado a figuras políticas de centro, con un carácter moderado y poco apegadas a los cambios bruscos. En su despacho, cuentan, cuelga un retrato de Georges Clemenceau; un gesto que equivale a una declaración de intenciones: el que fuera dos veces primer ministro de la Tercera República Francesa consideraba que «la emancipación de los desheredados» debía resultar «de su propio esfuerzo». Una tarea a la que los políticos debían contribuir creando un medio social adecuado, y «cada vez más favorable». Nada, en definitiva, de alborotos o revueltas sociales.

«La ideología ha conducido a desastres, pero la izquierda que defiendo guarda un ideal: la emancipación individual. Es pragmática, reformista y republicana», explicaba Valls en octubre de 2014. Avispado, el periodista que le entrevistaba captó el matiz, preguntándole si no debía ser también socialista. «Lo repito: pragmática, reformista y republicana», zanjó el sin embargo miembro del Partido Socialista. Sus declaraciones no resultaban sorprendentes, porque siempre había sido crítico con esa etiqueta política: en 2009, ya propuso cambiar el nombre de su formación, sustituyendo el término «partido» por el más abierto «movimiento», y desterrando para siempre el de «socialismo», un concepto que consideraba «desfasado» y propio «del siglo XIX», por otro que no especificó.

El ministro estricto

Valls no se aburrió en el cargo. Uno de los momentos más difíciles de su gestión llegó con el llamado «caso Diuedonné», así bautizado por el humorista Dieudonné M'bala M'bala, muy popular en Francia e inventor de un saludo, llamado la «quenelle», consistente en estirar el brazo derecho, recto, hacia abajo. Su parecido con el saludo nazi, unido a las bromas sobre el Holocausto hechas por el cómico y a su vinculación con el político negacionista Robert Faurisson, llevaron al ministro del Interior a emprender una batalla personal en su contra: «Hay que acabar con esta mecánica del odio. Dieudonné es antisemita y racista», afirmó en diciembre de 2013, cuando también expresó su deseo de prohibir sus espectáculos. Lo cierto es que en el pasado ya había mostrado sus sensibilidades por el tema. En 2011, en Estrasburgo, se declaró «ligado de forma eterna a la comunidad judía y a Israel».

Como ministro del Interior, Valls también tuvo que hacer frente a la cuestión romaní. Los romaníes, poblaciones gitanas procedentes de la Europa del Este, comenzaron a sufrir deportaciones a sus países de origen durante la Presidencia de Nicolas Sarkozy. En septiembre de 2010, François Hollande criticó la decisión del conservador, que por entonces consideraba «inmoral e ilegal». Su llegada al poder cambió su punto de vista, cuando defendió, en septiembre de 2013, que «solo una minoría» de ellos buscaba la integración. Hollande cerraba así filas con su ministro del Interior, que ya había afirmado que los romaníes tenían «intención de regresar a Bulgaria y Rumanía».

La lucha antiterrorista

Con un aura de socialista conservador y de hombre de orden, Valls accedió al cargo de primer ministro en marzo de 2014. Desde ese puesto tuvo que lidiar con el que ha sido el principal desafío de su mandato: el terrorismo islamista. En enero de 2015, el asesinato de los dibujantes de la revista satírica «Charlie Hebdo» y el asalto a un supermercado kosher de París iniciaron la oleada de violencia que ha sacudido Francia durante los dos últimos años. Los atentados contra la capital en noviembre de 2015 y contra Niza en julio de 2016 ahondaron la espiral de inseguridad. «Debemos comprender que las primeras víctimas son los musulmanes», afirmó al respecto en septiembre de este año. Poco antes también había señalado que Francia «estaba en guerra contra el terrorismo».

Valls, que gozó de la buena consideración de los ciudadanos franceses durante su etapa al frente del Ministerio del Interior, ha sufrido una caída en popularidad provocada por su desgaste como primer mininistro y por su cercanía al presidente François Hollande. Su lucha por conducir a los socialistas a una nueva victoria en las elecciones no será sencilla: primero deberá superar las primarias del Partido Socialista.

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