La familia Márquez recibió a ABC en su domicilio de Caracas
La familia Márquez recibió a ABC en su domicilio de Caracas - L. V.

«Maduro ha llevado a los venezolanos a comer de la basura»

Una de las consecuencias del gobierno del actual presidente de Venezuela es el hundimiento de la clase media. Así lo relata a ABC la familia Márquez

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A la familia Márquez Marín no le alcanza el salario que gana para vivir. Su día a día se limita principalmente a buscar alimentos y medicinas, y luego intentar hacer magia para estirar el dinero y por lo menos asegurarse dos comidas diarias para las seis personas que integran el hogar.

La escasez y carestía de los productos en Venezuela no les permite llegar a fin de mes con sus dos salarios, ni siquiera llegar al día 15. Con la situación económica que atraviesa el país el precio de la bolsa de la compra familiar ha subido a 1,2 millones de bolívares mensuales (130 dólares), mientras que los ingresos conjuntos de los tres miembros de la familia con salario apenas llegan a 113 dólares.

El 52 por ciento de la población laboral activa gana un salario mínimo de 32 dólares.

Pero lo que más afecta a su bolsillo es la hiperinflación que el año pasado fue del 720%, según cifras extraoficiales del FMI, pues no se puede confiar en los índices del Banco Central de Venezuela, ya que los maquillan para evitar las críticas. En ese sentido se estima que este año habrá más de un 1.000% de inflación, y que en el próximo ascenderá a un 2.000%.

Los Márquez Marín se definen como una familia de clase media, que hace muchos años vivía mejor que ahora en su piso de la caraqueña urbanización de Los Palos Grandes, municipio de Chacao. Su calidad de vida ha caído a niveles preocupantes y añoran los buenos tiempos, cuando podían pasar las vacaciones escolares en alguna de las cálidas playas del país, alojados en hoteles o en casa de unos parientes, salir a comer a un restaurante una o dos veces al mes, al cine o a un concierto.

Ahora no pueden planificar los viajes a las turísticas Puerto La Cruz o Cumaná, extremo oriental, y visitar a sus familiares, porque «allá también tienen los mismos problemas de escasez de alimentos, y para ir tenemos que llevar una gran compra para compartir y no tenemos dinero. Así que dejamos de viajar al interior», cuenta el cabeza de familia. Pedro Márquez es un ingeniero de 70 años, que se jubiló de Petróleos de Venezuela (PDVSA) hace cinco años. Su pensión de salario mínimo sumado al sueldo de profesora de su hija Vanessa no alcanza para cubrir los gastos de toda la familia, que está formada por seis personas.

Casado con Zaida Marín, ama de casa y analista de sistemas, su hijo Pedro Alexander, de 40 años, está participando en las protestas en ese momento, mientras que su hija menor Melissa, de 38 años, se trasladó a vivir a Brasil hace un mes para abrirse camino en su profesión de diseñadora de vestuario para televisión y cine.

«Hemos tenido que restringir y recortar todos los gastos. Antes (de Nicolás Maduro) había de todo y ahora solo angustia y tristeza», dice Pedro Márquez

Para Pedro Márquez, sostén del hogar, la crisis ha sido muy fuerte. De vez en cuando consigue algunos contratos como consultor de empresas petroleras y así redondea los ingresos. «No es fácil para una familia de clase media vivir en el país y depender de la jubilación. Aquí todos trabajamos y aportamos, pero no alcanza ni para comer. Hemos tenido que restringir y recortar todos los gastos. Antes (de Nicolás Maduro) había de todo y ahora solo angustia y tristeza».

Una vida de protestas

Vanessa Márquez, de 43 años, divorciada, artista plástica tiene dos hijas pequeñas que viven en el mismo piso de su padre. Cuenta con una trayectoria de 25 años como pintora y escultora, pero no vive de sus obras sino de las clases que da como profesora de castellano e historia del arte en una escuela de la localidad.

Vanessa lleva toda su vida protestando, primero contra Hugo Chávez desde que subió al poder en 1999, y después contra Nicolás Maduro. «Nunca me gustó ese tipo desde que dio el golpe de Estado en 1992. Y mucho menos su heredero, que ha llevado a los venezolanos a comer de la basura. Yo los veo hurgando en ella desde mi ventana. Por eso, ahora ayudo a los vecinos en las protestas de la calle». Una vez a la semana hace cola en el supermercado exhibiendo su número de carné de identidad para comprar los productos regulados. También organiza festivales de cultura urbana en la comunidad de Chacao.

Su hija mayor, Madeleine Rodríguez Márquez, de 14 años, estudia tercer año de secundaria. Se queja de no poder salir en las vacaciones escolares y tener que estar encerrada en casa. Pero entiende que la situación es difícil y hay muchas limitaciones por la falta de dinero. Es una apasionada de las bandas de pop rock. Sus preferidos son los ingleses «One Direction» y «5 Seconds of Summer». Lo que lamenta es que en Venezuela ya no se organizan conciertos de cantantes internacionales de renombre por razones como la incompatibilidad ideológica con el socialismo del régimen o la falta de divisas para traer a artistas famosos.

«Esta crisis ha afectado a los jóvenes. Esperamos salir pronto y mejorar», indica Madeleine, de 14 años

Madeleine todavía no tiene claro qué carrera estudiará en el futuro. Entre sus aficiones están las de dibujar, cantar, tocar el piano y la guitarra. Le gustaría salir a fiestas o ir al teatro, algo que no puede hacer por la inseguridad que hay en las calles «Veo a todos los mayores preocupados y angustiados por lo que puede pasar. Esta crisis ha afectado a los jóvenes. Esperamos salir pronto y mejorar».

Cantos de sirena

La menor del clan, Michelle Rodríguez Márquez, de 11 años, estudia primero de bachillerato, es coqueta, le gusta jugar al fútbol, ir al cine y navegar en el ordenador. Lo primero que comenta es el alza abrupta de los precios: «Pregunté por un cuaderno empastado que costaba 45.000 bolívares (5,63 dólares) y el mismo tres días antes valía 28.000 bolívares». Por supuesto, no lo pudo comprar. Su gran pasión es la lectura: le gusta leer los libros juveniles de John Green y Harry Porter de J.K. Rowling. Cuando sea mayor le gustaría estudiar comunicación social.

El padre de la familia Márquez confía en que los tiempos revueltos pasen pronto y el país pueda recuperarse y volver a la normalidad «como antes». Se refiere al antes de Chávez, cuando los venezolanos «eran felices y no lo sabían» porque se habían dejado llevar por los cantos de sirenas de un caudillo que hace 18 años les prometió «el mar de felicidad» de Cuba. Un mar en el que ahora naufragan.

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