La lucha de las Madres de Abril contra la impunidad y el olvido en Nicaragua

De gira por Europa, una delegación de la asociación pide medidas contra el presidente Daniel Ortega, que «asesinó» a sus hijos durante las protestas

«La madre de todas las marchas», celebrada el 30 de mayo de 2018, que acabó en una masacre
Susana Gaviña

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Álvaro Conrado acababa de cumplir quince años cuando el 20 de abril de 2018 salió de casa para apoyar a los estudiantes universitarios que protestaban, en Managua, contra el Gobierno de Daniel Ortega. Era la respuesta de los jóvenes por la represión empleada por este contra los pensionistas que salieron a la calle dos días antes para rechazar la reforma de la Seguridad Social impuesta por el presidente sandinista por decreto. Esta protesta fue el desencadenante de unas movilizaciones que han sumido al país en una crisis política y social que está a punto de cumplir dos años.

Álvaro pretendía llevar agua a los universitarios, pero no pudo llegar. «Fue el primer niño asesinado en las protestas. Lo disparó un francotirador en el cuello. Lo llevaron a un hospital público donde le fue negada la atención médica [el gobierno encarcelaba a quienes atendiera a los manifestantes], y cuando lo llevaron a otro centro ya era demasiado tarde. Se había desangrado», relata a ABC su madre, Lizeth Dávila.

Lizeth es vicepresidenta de la Asociación Madres de Abril (AMA), que reúne a padres y familiares de las víctimas que han muerto bajo el fuego y la represión de la policía nicaragüense, así como paramilitares simpatizantes del régimen (328 personas, según la Comisión Interamericana de DD.HH., desde abril de 2018). La asociación lucha desde su creación para lograr justicia contra estos crímenes. «Por parte de las autoridades y la fiscalía no ha habido ninguna voluntad por esclarecer ninguna de las muertes de estos muchachos. Todos los expedientes están engavetados (guardados), y en Nicaragua no hay acceso», denuncia Lizeth.

Josefa Meza (izquierda) y Lizeth Dávila, miembros de la Asociación de Madres de Abril en un acto en 2019 EFE

A su lado está Josefa Meza , madre de Jonathan Morazán, que murió a los 21 años cuando participaba, el 30 de mayo de 2018, en la bautizada como «La madre de todas las marchas». La histórica y multitudinaria manifestación que además de celebrar el Día de la Madre denunciaba la muerte de más de 70 de personas, entre ellos muchos jóvenes, en apenas mes y medio de movilizaciones. La celebración y reivindicación se convirtieron en una masacre. El luto escenificado por muchas madres en solidaridad con otras, se convirtió ese día en un luto real.

«Mi hijo, estudiante de diseño gráfico, fue asesinado como muchos otros», recuerda Josefa, que también forma parte de la delegación de AMA que estos días está de gira por Europa –Ginebra, Ámsterdam, Madrid (del 8 al 11 de marzo), París, Bruselas...–. «El motivo de esta gira es hacer incidencia a la comunidad internacional para que presionen a sus gobiernos para acelerar las sanciones hacia el dictador Ortega, que sigue masacrando, acosando y reprimiento al pueblo, y sobre todo a la oposición», explica en conversación telefónica desde Ámsterdam.

A esto se suma el hostigamiento constante, ejercido también por conciudadanos, contra los presos políticos excarcelados –gracias a una ley de amnistía rechazada por AMA, pues le otorga impunidad al régimen frente a los crímenes–. El más reciente y mediático ejemplo de este acoso es el boicot del funeral del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, que en los últimos años fue muy crítico con Ortega. «También está profanando tumbas y los asesinatos continúan dentro del país, esta vez de manera selectiva pero no ha dejado de asesinar –subraya Josefa–. Todo eso hemos venido a denunciar, porque en Nicaragua no hay justicia, ni siquiera una debida investigación.».

Lizeth y Josefa participaron hace unos días en la 43 sesión del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Ginebra, en la que se han reunido con diferentes relatorías para denunciar «los casos más recientes» y todo lo que está sucediendo en el país, «donde seguimos viviendo en un Estado militar de “facto”», indica Josefa.

A pesar de que la crisis nicaragüense ha desaparecido prácticamente de los medios, esta persiste y corre el riesgo de enquistarse. «Vivimos bajo una dictadura. En Nicaragua nada está normal, por eso venimos a Europa a denunciarlo. Ortega sigue negando los crímenes de lesa humanidad que ha cometido», añade Lizeth.

Museo de la Memoria

Durante esta gira se están reuniendo además con las diferentes plataformas de SOS Nicaragua creadas en Europa, que se han convertido en el altavoz de su mensaje, que mediante actos sociales y culturales intentan dar a conocer en cada país, incluida España. «Estamos buscando justicia, porque en Nicaragua no la hay. Y mientras esté el dictador nunca la habrá. Todos los poderes, todo el sistema está viciado», señala la madre de Jonathan.

Otro de los objetivos de la Asociación Madres de Abril es que no se olvide a las víctimas. Lo está haciendo a través de la creación del Museo de la Memoria y la Impunidad, cuyo fin es el de «conservar la verdadera realidad de nuestros hijos, dignificándola. Y contrarrestar la narrativa del Gobierno porque nuestros hijos no eran delincuentes, la mayoría eran estudiantes». La única exposición alumbrada por el museo ha sido «Ama y no olvida», que logró sobrevivir al régimen dos meses antes de ser clausurado. Pero la iniciativa no ha muerto pues se puede visitar virtualmente, y AMA tiene en proyecto que se transforme en un museo itinerante que viaje a otros países para que se conozca «cómo el Gobierno asesinó a nuestros hijos», concluye Lizeth.

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