Normas y valores

Quién hubiera podido anticipar que en tiempos de tanto troleo político, un jurista de 76 años, un político de toda la vida nacido en Palermo, se convertiría en la última esperanza para frenar al populismo en el corazón de Europa. Descrito como «gris», «invisible» y «sutil hasta el punto de resultar frágil», Sergio Mattarella ha optado por dotar de crítica relevancia a su cargo como presidente de la República vetando el desembarco gubernamental de la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas .

Mattarella lo llevaba advirtiendo desde hace semanas. No pensaba ser cómplice en el más que previsible ajuste de cuentas del populismo trasalpino, apalancado en un colosal memorial de agravios perpetrado por la política tradicional. Y la prueba de fuego ha venido con la candidatura ministerial de un economista aerófobo, Paolo Savona , que defendía para uno de los países fundadores de la Unión Europea la cicuta de retirarse de la moneda única.

Las normas son básicas pero una democracia tan maltratada como la de Italia también requiere de valores. Y ante este dilema, el «monje», como le llamaba el bunga-bunga de Berlusconi , ha optado por valores. Incluso al precio que supone la frustración de otro gobierno provisional de tecnócratas y la incertidumbre de una nueva contienda electoral en la que los populistas podrían ganar todavía más escaños. Al final, para el presidente Mattarella ha pesado más la protección de la democracia y las instituciones de los italianos, al igual que sus intereses económicos y cuestionada prosperidad.

Con toda su virulencia, los populistas han empezado a enfilar a Mattarella como el enemigo público número uno de Italia . Incluso contemplan su «impeachment» por bloquear la voluntad del 50% del voto popular anti-sistema registrado en los comicios celebrados hace ya más de ochenta días. Como siempre, hay demasiados Catilinas para tan poco Cicerón.