José M. de Areilza - MONNET & CO.

Debates, ¿para qué?

En vías de recuperación del coronavirus, Trump desprecia la posibilidad de celebrar el siguiente debate a través de Internet

José M. de Areilza

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Nunca en la historia de la democracia americana un candidato que va perdiendo en las encuestas ha renunciado a participar en un debate electoral. Pero Donald Trump ha hecho de la sorpresa su estilo de poder y una vez más va contracorriente, fiándose de su instinto. Hace tiempo que no escucha a sus asesores, en estos días Ivanka Trump, considerada su heredera política, y Jared Kushner, el yerno incombustible. En vías de recuperación del coronavirus, Trump desprecia la posibilidad de celebrar el siguiente debate a través de Internet. Afirma que no habría verdadera discusión y que además el moderador le cortaría cuando quisiera, algo a lo que no está dispuesto. Prefiere arengar a la base republicana, si es posible en persona, en Florida o Pensilvania, dos de los Estados donde realmente se solventan las elecciones.

Es posible que esta fuga sea un error de cálculo. En los cuarteles demócratas hay un cierto alivio al no tener que exponer a Joe Biden a un nuevo intercambio bronco y sin reglas. Aunque queda el debate final del 22 de octubre, se limitan las posibilidades de que el anciano candidato meta la pata, como acostumbra a hacerlo en muchas intervenciones públicas, o que aparezca dubitativo y falto de agilidad mental. Pero Trump prefiere cambiar de pantalla y hablar de supuestos crímenes de Hillary Clinton y de Barack Obama, aún sin investigar, o del fraude en el voto por correo, por mucho que no haya pruebas al respecto. Todo con tal de dejar atrás una semana horrible, en la que la mala gestión de la pandemia ha ocupado el centro de la campaña y Biden ha seguido aumentando su ventaja en las encuestas, gracias al apoyo de la población de mayor edad y de las mujeres. La única disculpa de Trump por haber convertido la Casa Blanca en un gran foco de contagios al despreciar las recomendaciones sanitarias básicas, es sugerir que fueron familiares de soldados durante una audiencia quienes le trasmitieron el virus. En todas sus historias tiene que haber un culpable y en el desenlace aparecer como un héroe.

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