El Ejército abre la vía para inhabilitar a Bouteflika y controlar el cambio

Si el Congreso aprueba la propuesta, ocupará el poder de modo interino el presidente del Consejo Constitucional y habrá comicios en cuatro meses

El jefe del Ejército argelino juntoal presidente Bouteflika AFP

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Tras veinte años de poder ininterrumpido en Argelia, el aparato estatal alumbrado por el Ejército puso ayer en marcha la maquinaria constitucional para reemplazar al enfermo presidente Bouteflika y controlar la transición. La que parece inminente decisión de declarar «inhábil» a Abdelaziz Bouteflika se aceleró tras el discurso oficial del jefe del Ejército y viceministro de Defensa, el general Ahmed Gaid Salah, en el que se mostró partidario de «buscar una salida a la crisis política», a través del artículo 102 de la Constitución argelina. En ese texto se establece el procedimiento para inhabilitar a un presidente de la República «por una enfermedad grave y duradera que le imposibilite ejercer sus funciones».

Bouteflika sufrió en 2013 un derrame cerebral, que desde entonces le ha impedido hablar y realizar actos en público. El debate sobre su sustitución se aceleró a principios de año, cuando expresó su intención de presentarse a la reelección en las presidenciales del mes que viene. Pese a las protestas en las calles del país, el presidente pretendió sortear la crisis con un ardid que generó aún más cólera en todos los estamentos de la sociedad: canceló las elecciones y anunció que seguiría en el poder hasta nueva orden.

La ola popular ha surtido efecto. Ayer, la declaración de uno de los hombres más fieles a Bouteflika, partidario hasta ahora de la reelección del autócrata octogenario , fue inmediatamente interpretada como una «luz verde» del aparato del poder para poner en marcha el proceso de reemplazo de presidente. Según la televisión tunecina, el Consejo Constitucional, responsable de solicitar la aplicación del artículo 102, fue convocado de urgencia nada más difundirse el mensaje del jefe del Ejército.

En su discurso, el general Gaid Salah respaldó la protesta popular que desde hace un mes moviliza al país en las calles para exigir que Bouteflika deje el poder . «Son marchas populares pacíficas», dijo el jefe del Ejército, «que exigen el cambio político». Las protestas, que reúnen a centenares de miles de personas cada viernes no tienen ningún trasfondo islamista, pero el régimen argelino ha aprendido la lección de la revuelta de Túnez que en 2011 dio paso a la llamada Primavera Árabe. Entonces fueron las reivindicaciones de libertad las que terminaron por derribar al dictador Ben Ali. Pero después de un breve interrregno el cambio precipitó la llegada de los islamistas de Hermanos Musulmanes, el grupo más organizado.

Argelia quiere evitar ese escenario final -después de la traumática experiencia de su reciente guerra civil-, y pretende impulsar un cambio desde dentro, constitucional, controlado al máximo por el aparato estatal y abierto a reformas , que sigan dejando al margen, aunque quizá ya no fuera de la ley, a los grupos islamistas radicales.

Según el trámite de la Carta Magna argelina, el Consejo Constitucional debe dar su visto bueno a la aplicación del artículo que inhabilita por enfermedad al presidente, y la propuesta debe ser votada y aprobada por los dos tercios de ambas cámaras del Parlamento. Al cabo de una serie de plazos cortos, durante los que el poder pasa de modo interino a manos del presidente del Consejo Constitucional, Abdelkader Bensalah -otro fiel a Bouteflika al igual que Gaid-, serán convocadas finalmente nuevas elecciones presidenciales. De ser confirmado el nombramiento de Bensalah como presidente interino, dispondría de hasta cuatro meses para convocar comicios.

Fantasmas del pasado

La transición política en Argelia es particularmente clave para Europa tanto por razones energéticas -las importaciones de gas desde el país magrebí- como geoestratégicas. Pese al durísimo saldo de guerra civil -que duró once (1991-2002) y dejó alrededor de 200.000 muertos-, y la repugnancia de los argelinos a volver a asomarse a ese abismo, el islamismo político todavía cuenta con tirón en el interior del país. El único movimiento moderado permitido, el Movimiento Social por la Paz, rechazó ayer la aplicación del artículo 102 para inhabsilitar a Bouteflika, puso en duda la neutralidad del aparato del poder para pilotar la transición, y pidió al pueblo que siga protestando en las calles.

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