Italia se ha convertido en un «coladero» de inmigrantes ante la indiferencia de Europa

En Italia hay 600.000 inmigrantes en situación irregular, que se han convertido en «invisibles»

El caso del asesino «Brahim», que pasó por Italia antes de llegar a Niza, pone de relieve el fracaso de Italia y de la UE en la política inmigratoria

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La historia del tunecino Brahim Aouissaoui , 21 años, es emblemática de cómo Italia se ha convertido, desde hace años, en un «coladero» de inmigrantes, sin que las autoridades italianas hayan sido capaces de evitarlo, en buena medida porque no ha contado con la solidaridad y apoyo de la Unión Europea, que no ha sabido afrontar el grave problema de la inmigración. Brahim Aouissaoui es uno de los 600.000 inmigrantes irregulares que han llegado a Italia en los últimos años. Brahim desembarcó en Lampedusa el pasado 20 de septiembre. El 25 fue embarcado en la nave Rhapsody, alquilada por el gobierno italiano, para hacer la cuarentena de dos semanas por el coronavirus, con otros cientos de tunecinos. El 9 de octubre fue desembarcado en Bari, la capital de Apulia. Brahim fue clasificado como un inmigrante con «ingreso ilegal al territorio nacional». El jefe de policía de Bari firmó un decreto para que el tunecino abandonara Italia en un plazo de siete días, pero no fue trasladado a uno de los centros de inmigrantes para su repatriación, porque no había orden en tal sentido. Se le dio un documento de la Cruz Roja con su identificación, pero quedó libre hasta su repatriación a Túnez. Brahim tenía ya planificado su viaje a Francia y se fugó. Pudo trasladarse tranquilamente a Niza. Es la consecuencia del fallo del sistema italiano de acogida, que tiene un agujero negro por el que los inmigrantes se escapan, intentan fugarse a otros países europeos o simplemente se convierten en «fantasmas» en Italia. Esto ocurre desde hace muchos años.

El jefe de policía de Bari firmó un decreto para que el tunecino abandonara Italia en un plazo de siete días, pero no fue trasladado a uno de los centros de inmigrantes para su repatriación

El fracaso de la deportación

En una comisión parlamentaria, hace tres años, cuando el primer ministro era Paolo Gentiloni, la entonces delegada del Gobierno en Roma, Paola Basilone, explicó cómo los inmigrantes, que deberían haber sido expulsados, se convierten en «invisibles» en Italia: «Si no tienen antecedentes penales, no pueden ser detenidos y llevados los centros de detención para repatriación; se les identifica, se les asigna un plazo dentro del cual deben salir del territorio italiano, pero pasa ese tiempo y no han salido». Según un informe del Instituto de Política Internacional (ISPI), entre 2013 y 2017 Italia había logrado repatriar solo al 20% de los migrantes a los que se les había ordenado abandonar el país, en comparación con el 78% en Alemania. La razón fundamental para no ejecutar las repatriaciones es que el 67% de los inmigrantes con orden de expulsión proceden de países africanos con los que Italia no tiene acuerdos de readmisión o los procedimientos burocráticos se hacen interminables. Así ha ocurrido desde hace muchos años. Desde luego, no era el caso del asesino tunecino, porque Italia sí tiene acuerdo bilateral con ese país.

Salvini no pudo cumplir su promesa

El líder de la Liga, Matteo Salvini, había prometido expulsar del país a los 600.000 inmigrantes irregulares. Fue su bandera electoral en la campaña para las elecciones de marzo 2018. Cuando llegó al ministerio del Interior realizó una media de 20 deportaciones al día. A ese ritmo, solo a final de siglo se habría acabado con las repatriaciones: eran necesarios 82 años para expulsar a los irregulares. Estos datos se los recuerdan ahora a Salvini, tras pedir la dimisión de la ministra del Interior, Luciana Lamorgese , por el caso Brahim, con su desembarco en Lampedusa y libertad para moverse por Italia. Ayer el líder de la Liga volvió a criticar duramente al Gobierno: en un tuit afirmó que «en un momento tan difícil para el país, ¡un Gobierno serio debería sellar las fronteras! Conte y compañía están mostrando toda su vergonzosa insuficiencia». Y en otro tuit, Matteo Salvini pregunta al Gobierno por los inmigrantes «invisibles»: «Desde junio hasta hoy, más de 22.000 inmigrantes ilegales han desembarcado en Italia . ¿Cuántos quedan todavía en Italia? ¿Dónde están? ¿Cuántos han desaparecido?».

Es una vieja historia la de los inmigrantes irregulares «fantasmas». Italia, «puerta europea» de la inmigración, ha intentado contar con la solidaridad de la Unión Europea para un reparto y recolocación de los inmigrantes. Pero la reforma del Tratado de Dublín y el sistema de asilo se ha eternizado, mientras los líderes europeos se descargan sus responsabilidades. A la indiferencia europea, los diferentes gobiernos de Roma han respondido haciendo la «vista gorda», permitiendo que Italia fuera un «país de tránsito».

En definitiva, el caso del asesino Brahim refleja un grave problema de fondo. Mientras Europa no afronte el grave problema que representa la inmigración, se corre el riesgo de que surjan nuevos Brahim, mientras sigue imparable la llegada de pateras a las costas italianas.

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