Las intrigas (y venganzas) en los Saud, la dinastía saudí de los siete mil príncipes

El último «golpe preventivo» del príncipe heredero, Mohamed bin Salman, apunta a que la sucesión está cerca

Bin Salman, a la izquierda, con su primo Bin Nayef, cuando este era el príncipe heredero, en una imagen de 2016 AFP

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Cuando el prolífico fundador del actual reino de Arabia Saudí, Abdulaziz bin Saud , dejó este mundo en 1953 no calculó bien el inmenso galimatías sucesorio que dejaba tras sí. Durante décadas, la llegada al Trono de varios de sus 34 hijos fue compleja, fruto de duras negociaciones internas en la familia real. Pero más traumático está siendo el salto a la nueva generación de la dinastía ante la que parece inminente sucesión del rey Salman. El monarca, de 84 años, lleva tiempo aquejado de diversas dolencias y taras (posiblemente Alzheimer), y ha puesto todo el peso del gobierno en su hijo pequeño y favorito, Mohamed bin Salman , de 34 años, príncipe heredero desde el golpe palaciego de 2017.

La sucesión está dejando muchos cadáveres en el camino. Antes, cuando se trataba de un hijo del fundador, la rivalidadse ventilaba entre un puñado de aspirantes. Cuando se es nieto en cambio la lucha por el poder requiere neutralizar o asegurar la lealtad de centenares de hermanos, hermanastros y primos. O al menos así lo cree Mohamed bin Salman, que lleva tres años poniendo manos a la obra.

La detención esta semana de cuatro príncipes –presuntamente acusados de conspiración, aunque no existe información oficial al respecto– ha sido un golpe certero contra quienes tendrían más reparos para que Bin Salman acceda al trono. En primer lugar su tío Ahmed, el más hostil dentro del Consejo de Leales hacia la política de un príncipe heredero que lleva más de dos años gobernando de facto Arabia Sauí. Con él ha sido también detenido el primo Mohamed bin Nayef, 61 años, exministro del Interior y a quien el rey Salman nombró en su día heredero, hasta que tras un confuso episodio palaciego le retiró el título para dárselo a su hijo en 2017.

Todas las operaciones de castigo de Bin Salman contra la elite saudí llevan la misma marca: nocturnidad, secretismo y carácter de aviso para el resto de la familia real. Nadie. en el llamado «reino de los 7.000 príncipes» , puede osar interponerse en su camino al trono.

La de esta semana fue la purga más audaz por la notoriedad de los rivales. La más espectacular de las llevadas a cabo por un Mohamed bin Salman intuitivo e implacable fue la protagonizada a finales de 2017, cuando llevaba apenas seis meses como heredero. En un solo golpe detuvo a once príncipes, cuatro ministros y decenas de exministros y hombres de negocios, a los que tuvo varios días retenidos en el hotel Ritz-Carlton de Riad, con acusaciones de soborno y lavado de dinero. Fueron liberados solo después de pagar como multa un porcentaje de sus fortunas.

A falta de información oficial, los medios anglosajones rebuscan en sus fuentes diplomáticas para obtener claves de los nuevos equilibrios de poder en la superpotencia petrolera. El Wall Street Journal y el New York Times fueron los primeros en anunciar las detenciones de Ahmed y BinNayef. The Guardian informó de pinchazos telefónicos de los servicios secretos , controlados por el heredero, que demostrarían una conspiración contra el rey Salman y su hijo. Reuters cita fuentes de la familia del príncipe Ahmed, que relatan un detalle doméstico: el hermano pequeño del rey habría pedido días antes de su detención la vestimenta de gala, supuestamente para hacer un «gran anuncio en público». Bin Salman se habría adelantado a los acontecimientos, enviando de noche a sus agentes a los domicilios de los «conspiradores», en otro más de sus golpes preventivos para doblar la cerviz de la rama indómita de los Saud.

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