El inesperado desafío al sultán Erdogan

«Quien gana Estambul gana Turquía», había dicho el presidente turco; tras su derrota ¿qué hará?

REUTERS

Javier Fernández Arribas

Todos en Turquía están esperando a que el hasta ahora todopoderoso e imbatible Recep Tayyip Erdogan reaccione y de un golpe en la mesa tras la humillante derrota electoral que ha sufrido en Estambul. Hasta ahora, el denominado Sultán Erdogan no ha consentido que nadie pudiera poner en duda su poder y cuando los acontecimientos se han escapado de seguir el canal de sus intereses se ha ocupado de reconducirlos con todo tipo de medidas, incluido un peculiar intento de golpe de Estado fallido en 2016 que provocó la detención de miles de personas de todos los estamentos de la sociedad turca. Creó un supuesto enemigo exterior , antaño su aliado inseparable, Fetulá Gülen que según aseguraba Erdogan conspiraba en el interior del país y era el responsable de todos los males. Es preciso recordar este oscuro episodio de la reciente historia turca para advertir de lo que es capaz Erdogan por mantenerse en el poder. El pasado 20 de junio, un tribunal turco en Sincam, provincia de Ankara, sentenció a cadena perpetua a 151 personas en uno de los juicios más masivos celebrados con motivo del fallido golpe de Estado de 2016. Entre los condenados, un exjefe de la Fuerza Aérea y el edecán de Erdogan en el momento del golpe que pasará a la historia por la supuesta ineptitud de más de 130 generales y almirantes que fracasaron en la intentona golpista. Lo nunca visto.

Imagoglu, figura emergente

Ahora, el presidente turco se enfrenta al desafío de Ekrem Imamoglu, figura política emergente del Partido Republicano del Pueblo, que ha vencido la maquinaria política-electoral del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo que llevaba 25 años gobernando Estambul. El propio Erdogan lanzó su carrera desde la alcaldía de esta ciudad de 1994 a 1998 y ahora alcanza más sentido y fuerza su famosa afirmación de que « Quien gana Estambul gana Turquía », repetida con frecuencia por alguien que no dudó en presionar al poder judicial y a la Junta Electoral para que se repitieran los comicios locales en el baluarte económico y político del país. Por eso, el resultado es aún más trascendente porque si en marzo, en la primera ocasión, Imamoglu ganó por una diferencia de 13.000 votos, un 0,16%, al candidato de Erdogan, el exprimer ministro Binali Yildirim, en la segunda votación la diferencia es de más de 700.000, un 9,22%. El voto kurdo ha sido muy relevante. El Partido Republicano del Pueblo de Imamoglu es laico y está liderado por Kemal Kiliçdaroglu, pero nadie duda de que, en la próxima contienda electoral para la presidencia de la República en 2023, la persona que va a enfrentarse a Erdogan es Ekrem Imamoglu, quien ha sido capaz de derrotarlo en su feudo de Estambul. Y aquí está otro gran punto de atención: no ha perdido el candidato del AKP, ha perdido el propio Erdogan porque su implicación en la campaña ha sido total y no ha dudado en utilizar toda su influencia para que se repitieran las elecciones. Una de las razones que esgrimen los analistas turcos, además del peso político, económico y social de gobernar Estambul, para que Erdogan se haya implicado tanto es evitar que puedan salir a la luz el avispero de intereses, abuso de poder y corrupciones que se han registrado en los últimos 25 años de control islamista del AKP, como escribe Semih Idiz, analista de Sigma Turquía, un think tank de Ankara.

A la hora de evaluar las consecuencias del resultado electoral en la principal ciudad turca donde votan 10,5 millones de votantes, el 15% de los 57 millones de electores de un país con unos 80 millones de habitantes; y que genera el 31% del PIB del país, hay que tener muy en cuenta la influencia de la crisis económica en el ánimo de los habituales votantes de Erdogan que, en gran parte, se han quedado en casa engordando los datos de abstención.

El pasado 7 de mayo, la lira turca se desplomó a su nivel más bajo de los últimos siete meses al conocerse la decisión de la Junta Electoral de repetir los comicios en Estambul, en una decisión que causó además bastante agitación política. Los datos económicos son reveladores de una situación complicada con un índice de paro del 14,7% en el período de diciembre a febrero, el más alto de casi una década, mientras la economía sufría una contracción superior al 3% en el cuarto trimestre de 2018, su peor dato en los últimos diez años. La lira, la moneda turca, cayó casi el 30% en lo que los expertos consideran un camino ineludible hacia una mayor recesión.

Erdogan, sin estrella

En Turquía, algunos analistas se atreven a preguntarse ¿por qué permitió Erdogan su derrota en Estambul? Como escribe Daniel Pipes, presidente del Middle East Forum, gobierna como un cuasi dictador absoluto desde hace seis años y debía haber exigido la victoria. Controla el Ejército, la Policía, el Parlamento, el Poder Judicial, los bancos, los medios de comunicación y el sistema educativo; construye palacios y aeropuertos donde quiere. Y más con su enorme poder de nuevo Sultán pero consintió unas elecciones libres en Estambul y no manipuló los resultados. Pipes habla del enigma Erdogan, con sus decisiones ilógicas y contraproducentes , con su política exterior errática en busca de influencia y protagonismo en la región de la mano de Rusia y al lado de Irán y Siria, vetado por Estados Unidos y la OTAN, mala relación con la UE pero, internamente, duda de que se trate de una nueva era en Turquía con un cambio seguro en 2023.

Vaticina que las elecciones en Estambul se verán como una anomalía en su camino por el poder absoluto y que su impulso tiránico volverá a resurgir. En Turquía, sin embargo, buena parte de los que han sufrido las iras de Erdogan consideran que esta demostración del pueblo de Estambul y de otras cinco grandes ciudades del país, incluida la capital Ankara, demuestran el declive del islamista Erdogan y de su partido, tocados pero no destruidos.

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