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Guerrilleros del Bloque Occidental Alfonso Cano se duchan en un campamento de las FARC - Álvaro Ybarra Zavala

El incierto paso de la milicia a la vida civil en Colombia

Muchos guerrilleros no tienen más familia que la guerrilla de las FARC, no conocen otra vida y ni siquiera han pisado la ciudad

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Se respira optimismo en las montañas de Colombia, en los últimos días de las FARC como grupo armado. Pero está presente la incertidumbre sobre su nueva forma de vida. El histórico acuerdo entre el Gobierno de Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) pone fin a 52 años de guerra con miles de muertos que enlutaron durante años al pueblo colombiano. Los guerrilleros dejarán las armas para entrar en la vida política.

Muchos de estos hombres y mujeres no tienen más familia que sus compañeros de guerrilla, no conocen otra vida, ni siquiera han pisado alguna zona urbana de Colombia. Estos combatientes aspiran a seguir viviendo en los llamados « Territorios Especiales para la Construcción de la Paz

». Allí quieren desarrollar proyectos productivos que les garanticen una solvencia económica para su futuro. «Queremos mantener una forma de vida de campamento, adaptada a lo civil», apunta la guerrillera Paola. El debate sobre la reincorporación de la guerrilla a la vida civil acaba de empezar y es uno de los puntos que genera mayor preocupación.

Tania tiene 27 años y ha sido guerrillera en los últimos 11 años. Nacida en Tolima, decidió sumarse a las FARC porque desde muy niña sentía orgullo por esos hombres y mujeres que representaban para ella la única autoridad en su región. «Para mí es un orgullo ser guerrillera y poder luchar por un ideal y ayudar a otros», explica Tania. También asegura que continuará formando parte de la organización y asumirá cualquier tarea que le encomienden.

La pregunta es dónde vivirán. Hasta el momento se sabe que, una vez transcurridos 180 días después de la firma del acuerdo de paz, las FARC dejarán de existir como organización armada y pasarán a ser un partido político. Durante esos seis meses, los guerrilleros vivirán en las zonas establecidas. Pero no está claro dónde estarán pasados los 180 días de la firma.

Teófilo lleva 28 años en la organización. Próximo al desaparecido líder Alfonso Cano, tiene una enorme experiencia a sus espaldas. Afirma que sus «temores se centran más en el futuro, en qué puede pasar cuando dejen las armas, en el recuerdo de matanzas de centenares de guerrilleros a manos de paramilitares de derecha. No podemos olvidar que el propio Santos traicionó al camarada Cano, incansable en la búsqueda de una paz dialogada».

En los últimos 13 años se han desmovilizado 59.000 alzados en armas en Colombia. El estigma es la principal barrera con que se tropiezan cuando intentan volver a la vida civil, según cifras de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR).

Los orígenes de esta guerra interna se remontan a 1948, al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, candidato liberal a la presidencia. Su muerte desencadenó duros enfrentamientos entre liberales y conservadores, que se extendieron a todo el país. Fue el denominado «periodo de La Violencia», liderado por grupos de autodefensas campesinas con simpatías por los liberales que más tarde se convertirían en comunistas. En 1964, los soldados tomaron la población de Marquetalia, un refugio de aquellos revolucionarios que contaba con su propio gobierno. Quienes resistieron el ataque se reorganizaron en guerrillas que dos años más tarde dieron paso a la creación del Bloque Sur de las FARC. Entre los campesinos que huyeron de la ofensiva estaba Manuel Marulanda Vélez, «Tirofijo», que se convirtió en el jefe máximo.

Desde entonces, este conflicto armado -el más antiguo del continente- ha dejado más de 220.000 muertos y decenas de miles de desaparecidos, desplazados, huérfanos e incontables consecuencias para la vida de los civiles, que siempre han sido los más vulnerables.

Otras iniciativas de paz

No es la primera vez que se busca negociar con la guerrilla. En 1984, durante el gobierno de Belisario Betancur, se tomó por primera vez la iniciativa de mantener conversaciones con grupos guerrilleros. Parte de las FARC se incorporaron a un partido político, la Unión Patriótica, cuyos miembros fueron perseguidos por escuadrones de derecha y miles fueron asesinados.

Los intentos de los presidentes César Gaviria y Andrés Pastrana no tuvieron éxito. Durante sus dos mandatos, Álvaro Uribe emprendió una de las ofensivas más férreas -continuada por el presidente Juan Manuel Santos-, que debilitó fuertemente al grupo insurgente. Según los últimos recuentos del Ejército Nacional, la guerrilla de las FARC tendría en la actualidad 6.700 hombres armados; una cifra mucho menor que hace 12 años, cuando alcanzaban los 20.700 guerrilleros.

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