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El presidente Xi Jinping pasa revista al Ejército Popular - AFP
Aniversario de la devolución

Hong Kong teme perder su libertad tras 20 años bajo el control de China

Con el presidente Xi Jinping de visita, la antigua colonia británica se manifiesta hoy reclamando democracia

ENVIADO ESPECIAL A HONG KONG Actualizado: Guardar
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En 1997, cuando el Reino Unido devolvió Hong Kong a China después de siglo y medio de dominación, se pensaba que la colonia británica podía ayudar a la democratización del autoritario régimen de Pekín. Cuando hoy se cumplen justo 20 años, ha ocurrido todo lo contrario y buena parte de la sociedad hongkonesa teme perder sus libertades, mayores aún que en el resto del país.

Bajo el principio de «un país, dos sistemas», vigente hasta 2047, esta ciudad de 7,4 millones de habitantes goza de cierta autonomía y es más libre que el resto de China, pero no se sabe lo que ocurrirá después. El derecho de reunión y la libertad de expresión están todavía garantizados, pero han quedado erosionados por varios episodios que han alarmado a la opinión pública.

Uno es el secuestro de editores de libros críticos con el régimen, que aparecieron después en China confesando sus «delitos» en televisión, y otro es la expulsión del Parlamento local de dos jóvenes diputados localistas que insultaron al régimen en su juramento durante su toma de posesión. A ello se suma la persecución de los activistas que reclaman democracia, como los 26 detenidos el miércoles por la noche por una protesta contra la visita del presidente Xi Jinping. Tras pasar algunos de ellos más de un día en comisaría, fueron liberados ayer. Entre ellos destacaban el joven líder del partido Demosisto, Joshua Wong, convertido ya en la figura más representativa del movimiento pro-democrático, y el veterano «Pelo Largo» Leung Kwok-hung.

Concentrados ante el Gobierno local tras su puesta en libertad, denunciaron la excesiva duración de su arresto y las intimidaciones sufridas. «Hong Kong no solo se ha convertido en un Estado policial, sino que utiliza matones para silenciar las voces opositoras», denunció el presidente de la Liga de los Demócratas Sociales, Avery Ng Man-yuen, según informa el diario «South China Morning Post».

Promesa incumplida

Pero, sin duda, lo que más ha frustrado a la sociedad hongkonesa, sobre todo a los jóvenes, es la promesa incumplida del sufragio universal, contemplado en el acuerdo de devolución firmado entre el Reino Unido y China en 1984. Dejando claro que Pekín no quiere intromisiones en Hong Kong, el portavoz de Exteriores chino, Lu Kang, aseguró ayer que «la Declaración Conjunta Sino-Británica, como documento histórico, ya no tiene importancia práctica». Ante los llamamientos británicos para avanzar hacia la democracia, Lu Kang sentenció que el Reino Unido «no tiene ningún poder vinculante sobre cómo administramos Hong Kong».

«China interfiere cada vez más en sus libertades y quiere seguir dominando los nombramientos políticos», alerta Cabestan

Para Jean-Pierre Cabestan, jefe del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Baptista, afirmaciones como esta han generado «mucho pesimismo sobre la autonomía de Hong Kong durante los próximos años». A su juicio, «China interfiere cada vez más en sus libertades y quiere seguir dominando los nombramientos políticos». Aunque augura que Pekín mantendrá el principio de «un país, dos sistemas» y seguirá respetando las libertades básicas, cree que «no permitirá sufragio universal en el Parlamento local y controlará la designación del jefe ejecutivo».

Nacionalismo e independentismo

Como reacción a este creciente autoritarismo del régimen chino, en Hong Kong ha surgido el nacionalismo e incluso el independentismo, inexistentes hace solo una década. Pero el intento por adoctrinar la educación en 2012 y un nuevo aplazamiento del sufragio universal desataron en el otoño de 2014 las multitudinarias manifestaciones y acampadas que paralizaron tres zonas de Hong Kong durante casi tres meses para reclamar plena democracia . La Revuelta de los Paraguas, con los que los manifestantes se protegían del espray con pimienta que los antidisturbios les disparaban a los ojos, no consiguió sus demandas. Pero sembró el activismo en una ciudad que, como centro financiero mundial, pensaba más en el dinero que en la política.

Con la falta de sufragio universal se alían otras frustraciones sociales de los hongkoneses, que alimentan su resentimiento contra China. La principal es el precio de la vivienda, que es uno de los más caros del mundo y está disparado además por los chinos ricos del continente que compran propiedades a toca teja. Por otra parte, las rudas formas de los turistas y emigrantes continentales, que hablan mandarín, han agravado la división con la refinada comunidad local, cuyo idioma es el cantonés.

Como consecuencia, solo un 3 por ciento de los hongkoneses entre 18 y 29 años se considera chino, la cifra más baja desde que la Universidad empezó a medir este sentimiento nacional en 1997.

«En realidad no tenemos mucho que celebrar porque no podemos comprar una casa propia y cada vez es más difícil encontrar trabajo», se lamenta Rex Cheung, analista de sistemas. Aunque se queja de la constante llegada de chinos del continente, también reconoce que la economía local depende de Pekín, «a quien le compramos hasta el agua porque no tenemos recursos naturales».

Unidad y firmeza

Intentando apaciguar estos ánimos, pero pregonando la unidad y mostrándose firme contra el separatismo, el presidente de China, Xi Jinping, se ha volcado en su visita de estos tres días a Hong Kong. Como colofón, Xi preside hoy el vigésimo aniversario de la devolución y la toma de posesión de la nueva jefa ejecutiva del Gobierno local, Carrie Lam, a quien la sociedad le pedirá avanzar en la reforma política con la masiva manifestación que tomará las calles por la tarde.

«Es muy difícil, casi imposible, que Hong Kong tenga plena democracia», advierte el veterano político Albert Ho, antiguo diputado local y presidente de la Alianza de Apoyo a los Movimientos Democráticos de China. Consciente de las líneas rojas del régimen, cree que «la ciudad conservará sus libertades, pero Pekín no perderá el control del Gobierno local».

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