Hamza Bin Laden: el líder que quiere Al Qaida para resurgir tras el colapso de Daesh

El paso de niño a hombre curtido por la vieja guardia de AQ lo ha convertido en pieza clave de la organización para recuperar el liderazgo del yihadismo global tras la derrota militar del «califato»

Imagen de Hamza Bin Laden difundida por la CIA hace unas semanas
F.J. Calero

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Entre derrota y derrota militar de Daesh, Al Qaida ha buscado un nuevo impulso para su propaganda promocionando al hijo favorito de Osama Bin Laden, Hamza , quien en un audio reciente ha pedido a los musulmanes de todo el mundo vengar la muerte de su padre. Sin llegar a los treinta años, Hamza Bin Laden se postula ahora como la última esperanza de Al Qaida para reunificar el movimiento yihadista global.

«Muchos factores sugieren que Hamza podría ser un líder altamente efectivo: el pedigrí de su familia, su matrimonio dinástico, su fervor yihadista y su carisma, así como su cercanía con la vieja guardia de Al Qaida. Queda por ver cómo la organización hará uso de él, pero está claro que su estrella está en aumento», estima Ali Soufan ex agente del FBI y director de The Soufan Group. Hamza, que guarda un gran parecido con su padre, ha cobrado gran protagonismo en los últimos meses tras haber permanecido en las sombras durante años. El paso de niño a hombre curtido por el yihadismo de la primera y segunda generación lo ha convertido en pieza clave de la organización de cara a los próximos años, ahora que Daesh ha perdido los últimos bastiones en Siria e Irak.

En los últimos meses, Al Qaida ha resurgido en la propaganda online con Hamza y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como principales reclamos. Entre tanto, siete de cada diez estadounidenses aprueban la estrategia militar contra Daesh en Siria e Irak y un 55% considera que el Gobierno lo está haciendo «muy bien», 24 puntos más que hace un año. Esta es la primera vez que el think tank Pew Research Center registra una opinión favorable entre los estadounidenses en la lucha que hace su país contra el autodenominado Estado Islámico, que en el último año ha perdido el control de los territorios que formaban su «califato» en Oriente Medio. Si bien Daesh no está aún muerto, su sueño de formar un Estado ha fracasado. Una vasta mayoría republicana ha pasado de repudiar la estrategia su país a aplaudirla en tan solo un año: dos tercios de estos votantes valora positivamente la gestión bajo Trump cuando hace un año el apoyo a la campaña de la coalición liderada por Washington y todavía con Obama de presidente no pasaba del 30%, según la encuesta elaborada por el centro Pew Research.

La derrota de Daesh, militar que no ideológica, supone también la pérdida de efectivos y de recursos económicos para la red yihadista. Como el grupo ha perdido territorio, también ha sufrido una pérdida significativa de ingresos: de 69 millones de euros al mes en 2015 a tan solo 13,5 millones el pasado año. Tendencia que continuará en los próximos meses por el desplome sustancial en la recaudación de impuestos, la principal fuente de recursos del autodenominado Estado Islámico, y de la venta de petróleo por el retroceso en regiones ricas en recursos naturales. Si el clima de realidad invencible llamó a miles de jóvenes a hacer la «hégira» -la retórica yihadista trata de apropiarse del éxodo de Mahoma y sus seguidores desde La Meca a Medina-, la retirada de las zonas del «califato» ha mermado la capacidad del grupo para reclutar jóvenes, a los que la propaganda yihadista insta ahora a atacar en suelo occidental: la mayoría de ataques en Europa han costado menos de 8.500 euros, lo que ha permitido la autofinanciación, más difícil de rastrear que la ayuda exterior, según este Índice.

Recaudación de impuestos, donaciones, transferencias, tráfico de petróleo o drogas y extorsión, estas son las mayores vías de financiación de los principales grupos terroristas del mundo. Mientras que Boko Haram, Talibanes y Al Qaida, mataron a 6.000 personas menos en 2016 con respecto al año anterior, Daesh recaudó y asesinó más que ningún otro, sin embargo su estrategia expansiva le ha hecho más vulnerable. La estructura de financiación de Estado Islámico, que llegó a generar 1 millón de euros diarios con el contrabando de petróleo, sufrió con cada pérdida territorial frente a las fuerzas enemigas: la coalición internacional ha destruido 2.600 objetivos relacionados con la extracción, refinamiento y venta de petróleo desde que empezó la campaña de ataques localizados. El Gobierno iraquí también ha bloqueado el sistema bancario de los territorios controlados por Daesh para así restringir los pagos a los empleados públicos de estas zonas. En 2015, la recaudación de impuestos llegó a suponer el 30% de sus ingresos.

Al Qaida, cuya financiación también ha sufrido contratiempos en los últimos años, ha buscado diversificar más sus fuentes de ingresos que sus rivales por el cetro yihadista. Mediante delitos menores, robos bancarios, tráfico de drogas o secuestros, su estructura altamente descentralizada ha dificultado el rastro del dinero por parte de Occidente. Si Al Shabab , que opera en Somalia y Kenia, se nutrió de las remesas de la comunidad de estos países en la diáspora, la confiscación de recursos de oenegés y hasta del cobro de servicios de protección a empresas que operen en su territorio, el ya ex Frente al Nusra, brazo sirio de Al Qaida y ahora renombrado Frente de la Conquista del Levante , recurrió en 2016 al contrabando de petróleo de Siria, a las donaciones privadas procedente de las grandes fortunas del Golfo y al cobro de rescates. Con el desplome del «califato», Al Qaida en Siria espera aglutinar a los opositores de Assad y de estadounidenses, rusos e iraníes.

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