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Colas en una pescadería en Cuba - M. TRILLO

Haciendo cola en La Habana para comer

Tras despedir las cenizas del comandante, la capital cubana vuelve a su rutina diaria: escasez de productos básicos y cartilla de racionamiento

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Un par de docenas de personas hacen cola a la entrada de una tienda de alimentación de la calle 25, en el céntrico barrio del Vedado, uno de los mejores de La Habana. Hoy ha llegado albacora, un pescado especialmente codiciado por los cubanos, aunque, a 60 pesos el kilo, la mayoría no se lo puede permitir y tan solo sale del establecimiento con croquetas o hamburguesas de pollo. La cartilla de racionamiento a la que tienen derecho todos los cubanos para garantizarse un sustento solo incluye productos básicos como azúcar, huevos, arroz, pollo, aceite y compota para los niños menores de tres años. Un lujo como el pescado tiene que salir de la partida «liberada» del presupuesto familiar.

Una de las clientas, ya jubilada, afirma que «hay quien puede y quien no puede, quien gana más o menos, según las circunstancias de cada cual». En su caso, afirma, «cuando una estudia economía doméstica, sabe hasta dónde llegar».

En la Cuba que llora estos días la «desaparición física» de Fidel Castro, la mayoría de quienes lamentan su muerte le agradecen que creara sistemas de salud y de educación públicas para todos los ciudadanos, así como la seguridad en las calles. Pero el día a día no resulta sencillo.

Un licenciado en Derecho dice que ejerciendo de taxista saca en una noche el sueldo que tendría como abogado

Un profesor en Cuba gana en torno a los 350 pesos y un médico puede alcanzar los 600. Los ingresos pueden ser bastante mayores en el caso de los dueños de los incipientes negocios que están floreciendo con la tímida apertura económica de Raúl Castro, aunque la mayoría de los cubanos llega muy justo a fin de mes. Un licenciado en Derecho afirma a ABC que ejerciendo de taxista saca en una noche el sueldo que tendría como abogado. Otros, para salir adelante con unos ingresos adicionales a los sueldos del gobierno, están alquilando sus casas a turistas o montando paladares, restaurantes privados de comida típica cubana con fachadas en vivos colores que destacan en el habitual paisaje de decadentes edificios llenos de desconchones o en claro estado de ruina.

En el malecón

En el célebre malecón de La Habana sigue siendo habitual que jóvenes con pocos recursos, las llamadas «jineteras» se acerquen a los turistas para ofrecer sus servicios sexuales. La prostitución, supuestamente ilegal en Cuba, ha proliferado también entre el colectivo de gais y transexuales, especialmente después de que Mariela Castro, hija del presidente Raúl y directora del Centro Nacional de Educación Sexual, emprendiera una campaña contra la homofobia.

La gente en la isla «no se muere de hambre, porque el cubano inventa», afirma Dianely, una joven profesora de educación física que ejerce como voluntaria en un proyecto comunitario para ayudar a niños de familias desestructuradas en Centro Habana. Según explica, recurre al trueque. «Unos elaboran comida, otros ropa y lo intercambian», explica.

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