Bombardeo de la alianza que lidera EE.UU. sobre posiciones del EI en Siria
Bombardeo de la alianza que lidera EE.UU. sobre posiciones del EI en Siria - REUTERS

La guerra de Estados Unidos contra la yihad, en vía muerta

Washington ve ciertos progresos pero sabe que la victoria depende de tropas locales

Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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Los ataques de París han devuelto la mirada al frente bélico de Siria e Irak. La falta de avance en la guerra contra Estado Islámico (EI) preocupaba menos cuando el terror no llegaba a Occidente. El inesperado salto yihadista multiplica las preguntas sobre la campaña que se libra contra EI desde hace más de un año.

El Obama más titubeante incidía en la estrategia de desgaste, de bombardeos sin ruido, al tiempo que Hollande llenaba el vacío con su sonora declaración de guerra y ataques masivos, reforzados por Rusia. El presidente norteamericano asegura que los yihadistas controlan ahora menos territorio. Los datos son llamativos: 20.000 combatientes muertos (no es dato oficial) y 2.300 bombas al mes. Pero la siguiente comparación debilita: siete ataques diarios, frente a los 138 de la campaña de Kosovo y los 1.100 de la Operación Tormenta del Desierto (Irak, 1990/91).

Descartado el envío de soldados sobre el terreno, más por el día después que por los 40.000 soldados durante dos meses que los expertos calculan que costaría aniquilar a Daesh, los mandos militares reconocen que la victoria final «sólo llegará con la implicación de los combatientes locales». Y eso, si exceptuamos a los kurdos y a las cuestionadas tropas iraquíes, está aún lejos de la realidad. Aún más, el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor, introduce el factor sirio: «El caos en el que se desenvuelve la guerra requiere además una solución política negociada al futuro del país».

La coalición internacional que impulsó el viernes por unanimidad el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas puede ser el paso decisivo para terminar con el enfrentamiento sobre la presencia del dictador Bashar Al Assad.

No podrá negarse que Estados Unidos asume un coste económico en la guerra abierta contra Estado Islámico desde que lanzara los primeros ataques en agosto de 2014. Con una factura de más de 11 millones de dólares al día, se estima que hasta ahora ha supuesto un desembolso de 5.000 millones (más de 4.600 millones de euros). Como es innegable la destrucción de cientos de vehículos militares, de miles de edificios y de posiciones militares, y de numerosas plataformas y camiones petrolíferos. Algo ha ayudado la reciente toma de Sinjar, ciudad recuperada a los yihadistas justo antes de los ataques de París y de alto simbolismo y valor estratégico: fue el enclave que salió a la luz por la atroz persecución a la minoría yazidí, espoleta que desencadenó la involucración de Estados Unidos, y cuyo control permite cortocircuitar el el suministro de Estado Islámico entre sus dos bastiones, Mosul (Irak) y Raqqa (Siria). Incluso las últimas noticias de que los cabecillas yihadistas se habrían visto obligados a salir de su madriguera en esta última ciudad hacen ver que la presión da sus frutos.

Sin embargo, lo que los generales llaman «avances graduales» están resultando insuficientes. No en vano, aunque no lo reconoce oficialmente, el Pentágono estudia establecer una base estable en Irak que permitiría multiplicar por tres la ofensiva aérea. Los expertos, que hablan de «estancamiento», discuten cada vez más una estrategia que apenas ha servido para recuperar terreno: con una información confusa y dispar según las fuentes, EI controlaría ahora entre 50.000 y 90.000 kilómetros cuadrados, lo que puede acercarle al tamaño de Líbano.

Pilares económicos

Más fuerte en Siria, con presencia notable en las principales provincias, en torno a Alepo y al este de la capital, Damasco. Mientras que en Irak se aferra al norte, en torno a Mosul. En el número de combatientes, tampoco hay acuerdo, pero, a pesar de las bajas, contaría con un mínimo de 30.000. Y en constante aumento, ya que su frente de reclutamiento se abastece de la facilidad con la que se financia, sobre todo mediante la venta en el mercado negro del crudo que obtiene de sus conquistas petrolíferas. Una de las grandes críticas que recibe el Pentágono es por qué se ha tardado tanto tiempo en atacar con énfasis esta sólida infraestructura, en la que esta semana se han centrado los ataques rusos y franceses.

Paradójicamente, el mayor contraste con el optimismo de Obama ha venido esta semana de la voz de una de sus propias expertas en el Senado. Dianne Feinstein, líder demócrata en el Comité de Inteligencia: «Nunca he estado más preocupada. ISIS no está contenida, ISIS se está expandiendo».

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