SUPERVIVIENTE DEL HOLOCAUSTO

Annette Cabelli: «Gritábamos a los aviones: matadnos, tirad bombas»

Coincidiendo con el 74 aniversario de la liberación del campo de concentración, visita España una de las supervivientes de Auschwitz. Este lunes la recibió el Rey Felipe VI en el Palacio de la Zarzuela

Annette Cabelli, ayer en el Centro Sefarad-Israel ÓSCAR DEL POZO | Vídeo: ATLAS
Susana Gaviña

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El jueves pasado pegaron a un niño de siete años en un colegio en Niza porque era judío. Después de aquello un policía fue a casa de Annette Cabelli para pedirle que fuera al centro escolar a explicar a los alumnos lo que era el Holocausto. «Yo les dije que éramos como los demás: que teníamos manos, cara y ojos. Que no éramos animales», relata a ABC Annette Cabelli para quien, por desgracia, el antisemitismo no ha desaparecido «y nunca lo hará».

Cabelli es un testimonio vivo de la barbarie del ser humano hacia otro ser humano. Lo lleva tatuado en la piel, en su muñeca izquierda, donde se puede leer el número 4065 . Y culpa de ello «a la religión», sin señalar a ninguna en concreto. Ella lo sufrió cuando apenas tenía 17 años, al ser deportada, desde su ciudad natal, Salónica, al campo de concentración de Auschwitz. En él logró sobrevivir dos años y dos meses, para después pasar por los de Ravensbrück y Maichow , tras sobrevivir también a las marchas de la muerte realizadas por los nazis en su desesperado intento por no ser capturados.

Esta semana Annette Cabelli se encuentra en España invitada por el Centro Sefarad-Israel , para participar en varios actos, coincidiendo con el 74 aniversario de la liberación de Auschwitz, y la conmemoración del Día de las Víctimas el Holocausto. Hace casi dos décadas que vive en la ciudad francesa de Niza, desde donde ha visto de cerca el incremento del antisemitismo (según un informe de la UE el 38% de los judíos que viven Europa ha pensado en emigrar); y el ascenso de la extrema derecha, liderada por Marine le Pen, de la que espera no llegue al poder.

Explicar el Holocausto en las escuelas

Cabelli lleva varios años dando charlas en los colegios, a niños entre 12 y 17 años, tanto en Francia como en España –esta semana dará varias en Madrid– para explicarles lo que es el Holocausto. «En Francia en los colegios les explican cada semana lo que es la Soah (término hebreo para holocausto), y los llevan en esta época a Auschwitz, porque coincide con la liberación», señala durante una entrevista con ABC. Es en ese momento cuando la memoria de Annette viaja al pasado, a 1945: «El 18 de enero nos sacaron del campo de Auschwitz y nos integraron en la marcha de la muerte, en la que murió mucha gente. A veces caminábamos 20 kilómetros al día, pero muchos apenas podían hacerlo y caían al suelo».

El 27 de enero fue liberado Auschwitz , «pero yo no fui liberada hasta el 2 de mayo», matiza. Annette pasó por dos campos más antes de recobrar la libertad. «Después de cuatro días llegamos a Ravensbrück , un campo pequeño donde apenas había comida. No se puede explicar el sufrimiento del cuerpo, sin poder comer y muertos de frío. Cuando llegaba la sopa era como una guerra». Recuerda cómo todos se lanzaban a ella y muchas veces caía «al barro, y nos quedábamos sin nada».

Campo de concentración de Auschwitz, que fue liberado el 27 de enero de 1945

Un día una de las guardianas del campo preguntó quien quería trabajar, y Annette no se lo pensó: «Yo quiero trabajar», dijo a pesar de que sus compañeras de cautiverio temían por lo que pudiera sucederle. «Morir vamos a morir, pensaba yo. Cuando pasaban los aviones le gritábamos: mátadnos, echadnos bombas». De ese pequeño campo se la llevaron a Malchow , «para hacer cerillas». Pero volvieron a sacarla de allí, hasta que un día al despertar vio que los guardias nazis habían desaparecido. Muchos de ellos abandonaron «sus uniformes y cascos» en los pueblos para vestirse de civiles y escapar.

El soldado nazi que la salvó

Pero de entre todos esos soldados y mandos nazis, hubo uno que salvó a Annette el primer dia en el campo de Auschwitz. Llegó en un tren junto a su madre, de cuarenta años, y otros familiares, como dos hermanos, de los que sobrevivió solo uno. «Se podía ir andando los tres kilómetros hasta el campo o en un camión. Yo iba cogida de la mano con mi madre, que casi no podía andar, cuando subimos a un camión que tenía una cruz roja, pero un soldado me ordenó bajar. Ya no volví a ver a mi madre», relata. Aquellos vehículos «iban directos a las cámaras de gas». Annette fue ubicada por aquel hombre, que resultó ser el médico del campo, en el barracón transformado en hospital. «Él también salvó la vida de mi hermano –explica–, que había sido seleccionado para participar en experimentos y le quitaron un testículo. Yo le pedí que lo sacara de allí». Y él accedió.

Aquella primera mañana en Auschwitz les cortaron el pelo, les rasuraron todo el cuerpo y les tautaron un número en el piel. Annette se levanta la manga del jerséi para mostrarme la marca del horror en su brazo izquierdo: el 4065. «Ya no eramos personas. Ya no éramos–se detiene un instante– nadie».

Durante los dos años y dos meses que estuvo en Auschwitz, trabajó en el hospital, en el bloque donde estaban las mujeres polacas. «Había días que venían alemanes para hacer la selección: tú sí, tú no… Dependía de las condiciones físicas de cada persona. Si estaba muy enferma o flaca… Todas sabían que las iban a matar. Todos sabíamos que un día u otro teníamos que pasar por esa situación» .

Imposible salir de ese infierno

Hay episodios de su estancia en los campos de concentración que a Annette le cuesta relatar. Como cuando recuerda que entre sus cometidos a veces estaba el de retirar los cadáveres de los barracones. «En la parte de abajo cuando ibas a cogerlos veías como las ratas –señala con las dos manos su enorme tamaño– se intentaban comer las partes que todavía tenían algo en los cuerpos que no estaban ni vivos ni muertos. Yo pensaba que era imposible salir de ese infierno».

Sobre si cree que el mundo aprendió algo de aquel horror o de si se puede repetir en el futuro, asegura que «sí, se está repitiendo en otros pueblos, en África, aunque no en Europa. ¿Y qué hace el pueblo?», se pregunta. «Cuando sucedió la Noche de los Cristales Rotos todo el mundo, tanto en Europa como en EE.UU. ya sabían lo que estaba sucediendo en Alemania».

Una miagen de la Noche de los Cristales Rotos, el 9 de noviembre de 1938

Recuerda como uno de los peores momentos el año 1944, cuando los húngaros fueron también deportados a los campos de concentración. «Y los hornos no daban abasto. Había colas de gente esperando para entrar. Niños pequeños llorando, esperando para que les mataran». Junto al barracón en el que ella dormí a se encontraba el de los gitanos, «a los que se les podía oír a veces cantar, y a los niños jugar, hasta que un día cuando volvíamos del trabajo vimos que ya no estaban. Los habían quemado». Todavía resuenan en la memoria de Annette las voces de mujeres francesas que «cantaban la Marsellesa cuando los camiones las llevaban a morir».

A sus casi 94 años, Annette reconoce que no le interesa mucho la política «porque no la entiendo. Todo lo que está pasando en Francia…». Y se muestra preocupada «si viene la extrema derecha… Tenemos miedo de lo que pase con Marine Le Pen ». Su gesto se tuerce cuando piensa en la posibilidad de que ella llegue al poder. No hay que olvidar que fue su padre, Jean-Marie Le Pen , subestimó la tragedia del Holocausto al afirmar que las cámaras de gas eran «un detalle de la historia»

Española sefardí

Sin embargo, se muestra más entusiasmada cuando se le pregunta por el pasaporte español que recibió hace dos años gracias a la Ley de Nacionalidad Española para Sefardíes . Algo de lo que se muestra muy orgullosa. «Estoy muy contenta, pero sobre todo la quería por mi madre que siempre me decía que quería ir a España antes de morir. En casa, cuando era pequeña siempre hablaba en español».

Sobre el encuentro este lunes con el Rey Felipe VI, parece emocionada. «Cuando me llamó mi hija para decírmelo que preguntó si estaba sentanda…», se ríe. No sabe qué es lo que le va a decir al Monarca, tan solo que le contestará «lo que él me pregunte», se encoge de hombros un poco ruborizada.

Felipe Vi saluda a Annete Cabelli, en la Zarzuela EFE

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