Seguidores de Erdogan durante una marcha en apoyo al presidente turco el pasado 22 de julio
Seguidores de Erdogan durante una marcha en apoyo al presidente turco el pasado 22 de julio - eEFE

El golpe aleja aun más a Turquía de la guerra contra el Daesh

El doble juego de Erdogan con Daesh hace dudar a Occidente de si puede contar con Turquía en la lucha antiterrorista

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Cuando Turquía aun no se había recuperado del atentado sufrido en el aeropuerto internacional Ataturk, llegó el golpe militar para eclipsar a todo lo demás y obligar a las autoridades a declarar el estado de emergencia para los próximos 90 días. El presidente turco, Recep Tayip Erdogan, acusa al clérigo Fetulá Gulén, exiliado en Estados Unidos desde los noventa, de organizar el alzamiento que dejó más de 200 muertos y ha anunciado que no parará hasta eliminar «el virus» gulenista de las instituciones, la primera el Ejército. Esta purga interna es la prioridad ahora para unos turcos cuya relación con Washington se deteriora por minutos debido a la negativa estadounidense a extraditar a Gulén si no recibe ante pruebas convincentes, respuesta que ha provocado un gran enfado en Ankara y en las calles de un país que ven la mano de EE.UU. tras el golpe que buscaba derrocar a Erdogan.

En un momento en el que la alianza que lidera Estados Unidos en la lucha contra el Daesh ha logrado echar a los yihadistas de tres cuartas partes del territorio que llegó a ocupar el califato y con Mosul, en Irak, y Raqqa, en Siria, como últimos grandes bastiones a recuperar, el miembro más importante de la alianza en la región está más ocupado en purgar a golpista que en enfrentarse al Daesh. Aunque el discurso oficial es que «solo una pequeña parte» del Ejército participó en el golpe fallido de hace una semana, la purga supera ya los 6.000 detenidos, entre ellos al menos 188 generales y almirantes, según la agencia progubernamental Anadolu, lo que supone más de un tercio de todos los generales que componen la cúpula militar del país. Algunas provincias tan sensibles como las del sureste kurdo han quedado descabezadas, el asesor militar del presidente también ha sido apartado de sus funciones, hay más de 1.000 militares en paradero desconocido… y la operación sigue abierta.

«Por supuesto que el golpe va a tener un impacto directo en la guerra contra el Daesh porque el ejército va a perder a muchos hombres, algunos de ellos veteranos con experiencia en esta materia. Ahora el Gobierno está tan ocupado en la limpieza que no se puede dedicar a otra cosa. Los servicios de inteligencia están centrados en los golpistas, no en los yihadistas», opina Emrah Ülker, responsable de la sección de Internacional del diario Özgür, una de las cabeceras cerradas tras el golpe por su supuesta vinculación con Gulén.

Papel clave en la OTAN

Después de años de negociaciones, finalmente Turquía, miembro de la OTAN desde 1952, abrió en agosto pasado la base de Incirlik a las operaciones de la alianza. Situada a apenas cien kilómetros de la frontera siria, ha sido también uno de los lugares purgados por las autoridades turcas. Una de las imágenes icónicas del golpe es la del comandante de la base, general Bekir Ercan Van, esposado y conducido a prisión por su implicación en el alzamiento. Los militares rebeldes contaron con helicópteros y varios cazas F-16, y estos últimos pudieron repostar en vuelo gracias a los aviones de repostaje de Incirlik, según revelaron los medios turcos en los días siguientes al golpe. Turquía cerró de forma inmediata el espacio aéreo para vuelos militares y Estados Unidos, que tiene 1.500 hombres en la base, se vio obligado a detener sus ataques aéreos contra el Daesh. 24 horas después la situación se aclaró y volvieron las operaciones, pero las alarmas ya se habían encendido en una base en la que los estadounidenses guardan además varias cabezas nucleares.

Las Fuerzas Aéreas turcas retomaron sus ataques en el norte de Irak y Siria el miércoles, pero el objetivo no fue el Daesh, sino los milicianos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El Ejército anunció la muerte de 20 milicianos en esta acción que se produjo en el primer aniversario del final de la última tregua pactada entre Ankara y PKK. «El Gobierno turco siempre ha sido ambivalente en su lucha contra el Daesh porque esto le pondría en realidad en el mismo bando que las milicias separatistas kurdas a las que quiere destruir. El gran enemigo de Turquía son las YPG (Unidades de Protección Popular) kurdas del norte de Siria, actualmente la fuerza más efectiva contra los yihadistas», recuerda Jonathan Schanzer, de la Fundación para las Defensas de la Democracia, en un artículo de opinión en The New York Times, que titula «La Lucha contra el Daesh va a sufrir por culpa del golpe en Turquía». Las YPG son el brazo armado del Partido de la Unión Democrática (PYD), el equivalente al PKK en Siria.

Autopista para yihadistas

Desde el inicio del levantamiento contra el presidente sirio Bashar Al Assad en marzo de 2011, Ankara apostó por su derrocamiento y Turquía se convirtió en la principal puerta de acceso para yihadistas de todo el mundo que querían hacer la guerra santa en Siria, según denuncian los servicios de inteligencia y reconocen los propios combatientes. Después de décadas de estrecha relación con Siria, el factor religioso pudo con todo lo demás y Erdogan, cuyo partido es una especie de brazo turco de los Hermanos Musulmanes, metió a su país de lleno en la guerra para acabar con el mando de la minoría alauí (secta derivada del chiismo a la que pertenecen Assad y su clan) en Damasco.

El mismo aeropuerto de Ataturk que atacaron los terroristas el mes pasado, era la principal puerta de entrada para estos guerreros santos a los que no se les puso traba alguna para entrar y cruzar Turquía camino de Siria. El flujo fue constante hasta el año pasado, cuando Erdogan aceptó abrir Incirlik a la alianza y se comprometió a sellar la frontera. El derrocamiento de Assad no llegaba y los diferentes grupos yihadistas, en lugar de combatir a Damasco, estaban enzarzados en luchas internas. A esto hay que sumar que los kurdos del norte de Siria se han convertido en el aliado más sólido de Washington sobre el terreno y, sin pegar un tiro contra el régimen, han logrado la autonomía de facto de sus tres cantones. Los planes se acabaron de torcer cuando los yihadistas comenzaron a golpear en Siria con acciones como la de hace un año en Suruc, que dejó 32 muertos, y en octubre en una manifestación en Ankara, con un centenar de fallecidos. Acciones que nunca han reivindicado los hombres del califa Ibrahim.

«Es un secreto a voces, todos sabemos que el Daesh está en Turquía y que tiene una relación directa con el Gobierno. Son islamistas, comparten la misma raíz de pensamiento y sueñan con el califato. Erdogan podría ser perfectamente el líder del Daesh», denuncia un dirigente kurdo del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), tercera fuerza en el parlamento, que pide mantener el anonimato. Este «secreto a voces» es una línea roja que han atravesado periodistas como Leven Kenez, redactor jefe del diario Meydan, encarcelado en estos últimos días de purgas, o Can Dundar, editor en jefe del diario Cumhuriyet, y su corresponsal en Ankara, Erdem Gul, acusados de «espionaje y divulgación de secretos de Estado» por sacar a la luz el intento del gobierno de enviar armas y municiones de contrabando a las fuerzas de la oposición en Siria.

Un experto en el Daesh, también bajo condición de anonimato por miedo a represalias, asegura que «todo lo que rodea al Daesh en Turquía es un tabú. Es el único lugar del mundo donde ni siquiera reivindican sus atentados porque tienen mucho apoyo popular y no quieren perderlo. Un apoyo que llega tan arriba que no hay más que fijarse que ningún periódico, salvo los pocos de la oposición, les etiquetan abiertamente de terroristas. El resto, empezando por los públicos, no lo hace». Asegura haber viajado «decenas de veces» al norte de Siria a trabajar y que la frontera, aunque el Gobierno insiste en que está sellada, «sigue abierta» para los yihadistas.

Los servicios de inteligencia franceses alertan de que cada semana una media de 100 yihadistas extranjeros siguen llegando a Siria vía Turquía, según recoge el diario Le Figaro y el ministerio de Asuntos Exteriores galo llevará este tema a la reunión que los miembros de la alianza llevarán a cabo en Washington esta semana. La duda que tiene París es si Turquía es realmente aliado o no en la guerra contra el Daesh.

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