El Gobierno de Kabul y talibanes inician hoy en Doha un diálogo para acercar la paz a Afganistán

Diecinueve años después del inicio de la guerra llegaron las confirmaciones oficiales de Qatar, autoridades afganas, insurgentes y EE.UU.

Un grupo de jóvenes afganos bailan para celebrar la reducción de la violencia AFP

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Todo está listo en Doha para acoger la ceremonia inicial del diálogo entre el Gobierno de Kabul y los talibanes. Diecinueve años después del inicio de la guerra y en una fecha emblemática para el conflicto como el 11 de septiembre llegaron las confirmaciones oficiales de Qatar, autoridades afganas, insurgentes y Estados Unidos sobre la puesta en marcha de las conversaciones. El proceso, que empezó con el pacto del 29 de febrero entre EE.UU. y talibanes que acuerda la retirada de las fuerzas internacionales para mayo de 2021, sienta por primera vez en la misma mesa a los dos bandos enfrentados y en Afganistán sueñan con un alto el fuego como primer paso hacia la paz. El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, estará presente en lo que calificó de «día histórico».

La delegación gubernamental partió de Kabul a media mañana y el presidente Ashraf Ghani le deseó «éxito» en su misión de «lograr una paz sostenible y estabilidad para el país, una aspiración desde hace mucho». El equipo negociador lo forman 21 miembros, cinco de ellos mujeres y está liderado por Mohammad Masoom Stanekzai, exjefe de los servicios de inteligencia.

La exparlamentaria y activista de los derechos humanos, Fawzia Koofi, es una de las mujeres que se sentará en la mesa frente a los talibanes. Koofi sufrió un atentado el mes pasado y la prensa afgana lo consideró un intento insurgente de silenciar la voz de las mujeres del país, que temen que el regreso de los islamistas radicales acabe con los derechos que han conquistado desde 2001. Los talibanes han adelantado que si vuelven al poder las mujeres tendrán derecho a la educación, al trabajo y a participar en la vida política, pero «siempre de acuerdo a los valores islámicos». Una declaración preocupante debido a su interpretación rigorista del Islam que los afganos experimentaron durante la etapa del Emirato entre 1998 y 2001.

Negociador de la línea dura

Al otro lado de la mesa espera una insurgencia que a última hora ha decidido cambiar a su jefe negociador. Si Mohammad Abbas Stanekzai y Abdul Ghani Baradar , etiquetados como «moderados» dentro del grupo radical, lideraron el proceso en el diálogo con EE.UU., Abdul Hakim Ishaqzai es la cabeza visible a partir de ahora. Se trata de un clérigo de la línea ultraconservadora, con hilo directo con el jefe del movimiento, Haibatullah Akhunzada, que «tiene autoridad para tomar decisiones en el momento», según recogió Radio Free Europe/Radio Liberty.

Mike Pompeo aplaudió el inicio del diálogo y recordó «el compromiso del Gobierno afgano y los talibanes de que los terroristas no usarán nunca más territorio afgano para amenazar a EE.UU. o sus aliados». George Bush decidió atacar Afganistán en 2001 tras acusar a los talibanes de dar cobijo a Osama Bin Laden y al resto de la cúpula de Al Qaeda, responsables de los ataques contra las Torres Gemelas. Así empezó una guerra que se mantiene abierta, aunque desde el 29 de febrero los insurgentes no atacan a las fuerzas internacionales. A cambio de esta tregua logran lo que ha sido siempre su exigencia número uno: la retirada de los ejércitos extranjeros del país.

El inicio del diálogo estuvo en el aire hasta el último momento ya que los talibanes insistían en la necesidad de que Kabul pusiera en libertad a todos los integrantes de la lista de 5.000 presos que le entregó en febrero. Las autoridades afganas se resistieron a hacerlo en un primer momento, pero la presión estadounidense les obligó a aceptar y en los últimos siete meses, pese a que las fuerzas de seguridad han sufrido constantes ataques de la insurgencia en todo el país, han ido dejando en libertad a todos los nombres de la lista.

Según reveló la prensa afgana, la hoja de ruta que tienen ahora por delante los equipos negociadores incluye el establecimiento de un gobierno de transición durante 18 meses, tiempo en el que deben redactar una nueva Constitución y durante el que cada bando se compromete a mantener la seguridad y el orden en las zonas que controla.

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