Francisco de Andrés

El juego de Irán

Las durísimas sanciones de Trump están llevado a Teherán a un nivel de desesperación con consecuencias imprevisibles

Irán y los recientes acontecimientos en la región del Golfo Pérsico ocupan con razón un puesto privilegiado en la cumbre del G-20 en Osaka, tras el cruce de declaraciones belicosas entre el presidente Trump y las autoridades de Teherán. El derribo por parte de Irán de un dron norteamericano no tripulado, el pasado día 20, es solo una anécdota en el contexto de 40 años de relaciones tormentosas entre EE.UU. y el régimen jomeinista, pero en las actuales circunstancias una chispa podría encender el bosque. Son las durísimas sanciones económicas de la Administración Trump las que están llevando a un grado de desesperación a Teherán con consecuencias imprevisibles.

En el pasado, el régimen de los ayatolás actuó siempre con astucia y moderación en circunstancias difíciles. El fanatismo no es sinónimo de torpeza. Y Teherán sabe que puede jugar con la carta de la disuasión nuclear si es capaz de conseguir el arma atómica con rapidez, antes de que Occidente y el mundo árabe tenga tiempo de coordinar acciones para impedirlo. La baza nuclear es fundamental en el equilibrio entre EE.UU. y Rusia, o en el juego de Corea del Norte para suavizar su aislamiento internacional; asi que podría ser un elemento decisivo para la distensión en Oriente Próximo, a menos que se produzca un seísmo político interno en Irán, algo hoy por hoy improbable.

¿Cuántas naciones disponen en la actualidad del arma nuclear? Oficial, u oficiosamente, unas cuantas. En Oriente Próximo solo Israel. Si es oportuno que la tenga un país musulmán, es preferible la opción iraní a –por poner un ejemplo– la alternativa saudí o la egipcia. El régimen fundamentalista persa es tan lamentable y tóxico para su población como cualquier otro de sus características, pero en cultura diplomática Irán está años luz por delante de las naciones árabes. Para empezar, el jomeinismo nunca ha predicado la yihad contra Occidente, ni justifica el terrorismo como método político. Predica el islam defensivo, Dar al-Islam, y no el ofensivo, Dar al-Harb, quizá porque históricamente el chiísmo, la secta mayotitaria iraní, tuvo como objetivo vital evitar ser masacrado por la mayoría suní.

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