Un escándalo de corrupción amenaza el resultado de la CDU en las elecciones regionales de este domingo

Los resultados en Renania-Palatinado y Baden-Wurtemberg servirán de punto de orientación para los partidos alemanes: una suerte de encuesta encubierta en la que participará una quinta parte de la población

La primer ministra regional, Malu Dreyer y su esposo votan en un colegio electoral en Trier EFE

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La candidatura de la CDU para las elecciones generales de septiembre, una cuestión todavía no resuelta para el partido conservador alemán, comenzará a resolverse en las regionales que se celebran hoy en Baden Württemberg y Renania Palatinado . Si la pérdida de votos es significativa, como anuncian los sondeos, cobrarán fuerza las voces críticas contra Armin Laschet, que apenas lleva cincuenta días en la presidencia del partido y que tendrá más difícil la defensa de su propia candidatura. Sería concebible un cambio de estrategia en busca de un candidato más popular.

Para el resto de los partidos, estas regionales también suponen la parrilla de salida de un año electoral en el que hay mucho en juego. Los Verdes, que gobiernan en Baden Württemberg junto a la CDU, han hecho una campaña personalista, centrada en la imagen del presidente regional, Winfried Kretschmann, y tomarán el resultado como un indicador sobre qué colores y en qué orden pueden componer el próximo gobierno federal. Los Verdes confían en el efecto Kretschmann y quieren utilizar la atención potencial a raíz de esta votación regional para lanzar su programa electoral a escala federal, como en un campo de pruebas que marcará sin duda el curso de cara a las generales.

El diputado Thorsten Frei sostuvo que la CDU ha sufrido un «enorme daño», quizás «la crisis más grave en los últimos 20 años» en la antesala de las elecciones regionales de este domingo en Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado, así como antes de las elecciones municipales en Hesse. Tres legisladores abandonaron esta semana el grupo parlamentario de la CDU/CSU bajo presión pública tras conocerse que ellos o sus empresas habían recibido comisiones por intermediar en las máscaras de protección de coronavirus.

Pruebas de la trascendencia de este momento han sido los sucesivos movimientos que algunos de los principales partidos alemanes han llevado a cabo en sus cúpulas durante las últimas semanas, caso de La Izquierda (Die Linke), que eligió a principios de mes a Janine Wissler y Susanne Hennig-Wellsow para trazar la estrategia final de cara a los comicios generales, o, sobre todo, la CDU.

Si acaso, las elecciones de este domingo en Renania-Palatinado y Baden-Wurtemberg servirán de punto de orientación para los partidos alemanes: una suerte de encuesta encubierta en la que participará una quinta parte de la población alemana y en un momento de cierta incertidumbre para la gran alianza conservadora que forma la CDU con su «partido hermano», la Unión Cristiano Social de Baviera (CSU), cuyo líder, Markus Soeder, aspira a romper la tradición y convertirse en el gran candidato del bipartito para suceder a Merkel, una nominación reservada habitualmente al líder democristiano, Lascher en este caso.

Los Verdes, por delante en Baden-Wuertemberg

Los pronósticos para los comicios en ambos estados dejan entrever ciertas transformaciones que ha atravesado la política alemana durante los últimos años, que han mermado el sistema de las grandes coaliciones, como la que aúna ahora mismo a la CDU/CSU con el Partido Socialdemócrata (SPD). Así las cosas, mientras en Baden-Wuertemberg la conservadora Susanne Eisenmann lleva las de perder frente al ecologista Winfried Kretschmann , de Los Verdes y desde hace meses por delante en las encuestas, la situación tampoco es más favorable para la CDU en Renania-Palatinado, donde el democristiano Christian Baldauf está viendo cómo disminuye su ventaja en las encuestas sobre la actual primera ministra regional, Malu Dreyer , que lleva los últimos siete años gobernando en coaliciones con Los Verdes y el Partido Liberal.

Ninguno de estos partidos emergentes ha destacado más que Alternativa para Alemania (AfD), la formación de ultraderecha que se ha convertido en la principal fuerza de oposición al Gobierno alemán , que inicia este «superaño electoral» en un momento de crisis, mermado por las disputas internas y la erosión a su imagen que ha provocado la decisión -- ahora suspendida cautelarmente por un tribunal -- tomada por la Oficina de Protección para la Constitución de someter al partido a estricta vigilancia por considerarlo un impulsor del extremismo en el país.

En este sentido, las encuestas recogidas por la agencia DPA apuntan a que la AfD mantendrá su presencia en ambos parlamentos regionales , pero con peores resultados que en 2016, reflejo de su caída en las encuestas sobre la confianza popular, como la publicada en enero por el instituto demoscópico Forsa, encargado por el canal RTL/ntv, que le asignaba un retroceso del 5 por ciento, el más acusado de todos los partidos que aparecían en el sondeo.

A pesar de la tensión en la carrera sobre su liderazgo, la CDU/CSU confía en que la figura de Merkel sirva para revalidar su mandato sobre el país el próximo mes de septiembre. En este momento, la respuesta liderada por la mandataria sobre la crisis del coronavirus parece ser su regalo de despedida a la alianza : un 40 por ciento de los encuestados por Forsa les consideran los más capacitados para hacer frente a los problemas del país; un 21 por ciento más que antes del estallido de la crisis. El impacto de la canciller ha beneficiado incluso a los socialdemócratas, que han subido ligeramente en confianza frente al retroceso generalizado del resto de formaciones.

Así las cosas, en este punto, ningún otro partido está capacitado para derrotar en septiembre a la CDU/CSU. De hecho, ni siquiera hay una coalición alternativa capaz de hacerles frente, como la que se ha planteado en más de una ocasión entre Los Verdes y los propios socialdemócratas. «Sería mi gobierno deseado, si pudiera elegir», explicaba en enero el líder ecologista, Michael Kellner, a sabiendas de que las encuestas dan a la suma de ambos partidos menos del 40 por ciento de los votos.

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