El presidente Erdogan se dirige a líderes locales turcos, este miércoles en Ankara
El presidente Erdogan se dirige a líderes locales turcos, este miércoles en Ankara - AFP

Erdogan aspira por todos los medios a una presidencia ejecutiva «de facto» en sus manos

Tras la retirada del primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, el mandatario tendrá mayores poderes que la Constitución aún no le otorga

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La oposición lo tilda de «golpe de Estado» en Turquía. La prensa más fiel a Erdogan justifica la maniobra porque Davutoglu «es una verdadera catástrofe que ha arruinado la política exterior turca». La marcha de Ahmet Davutoglu como primer ministro, apenas seis meses después de lograr una mayoría absoluta en las urnas, no deja a nadie indiferente. Y los analistas coinciden: Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, aumentará su poder sobre el Gobierno.

«La política turca ha entrado en una nueva era en la que un sistema presidencialista ‘de facto’ va a ser impuesto por el presidente Erdogan», explica a ABC el columnista político Serkan Demirtas. Una vez se consume la salida de Davutoglu, todo apunta a que el nuevo primer ministro sea «alguien que diga sí al 100%» de las propuestas de Erdogan.

Según la Constitución del país, el presidente turco es el jefe del Estado y posee una función principalmente representativa. Ante todo tiene que mostrarse neutro y objetivo ante los acontecimientos políticos del país. Nadie como Erdogan ha peleado tanto por desafiar con esa definición.

Los ciudadanos tienen la certeza de que pretende cambiar la Constitución para ampliar sus poderes

En Turquía nadie duda de dos cosas. La primera es la interferencia del actual presidente en gran parte de los aspectos candentes del país. Un ejemplo fue durante las negociaciones para formar un Gobierno de coalición tras las elecciones de junio. Según la oposición, el propio Erdogan frustró cualquier tipo de acuerdo para forzar unos nuevos comicios. La otra certeza de los ciudadanos turcos es su intención de cambiar la Constitución para poder ampliar sus poderes ejecutivos en base a la ley.

Y aunque hasta el momento ha sido incapaz de hacerlo, sí ha modificado algunos aspectos que dotan a su presidencia de una particularidad que no han tenido las anteriores. En concreto, el hecho de que «haya sido elegido por el pueblo», como a él mismo le gusta repetir.

Erdogan llegó al poder en 2003 y desde entonces no se ha separado de él. En 2014 dejó el mando del gobierno para presentarse a la presidencia. No obstante, con anterioridad el Parlamento controlado por su partido cambió la ley para que el jefe de Estado no fuera elegido por una mayoría parlamentaria, sino que lo hiciera el propio pueblo a través de unas elecciones. Al igual que todas las elecciones a las que se ha presentado, Erdogan ganó de forma aplastante.

Nuevas elecciones

Su capacidad, al parecer incombustible, para ganar comicios le puede tentar a llevar al país de nuevo a las urnas. «La ambición de Erdogan por una nueva Constitución y, por tanto, una presidencia ejecutiva todavía se mantiene. Para muchos esto puede significar que forzará unas nuevas elecciones para conseguir al menos 330 escaños», apunta Demirtas.

En estos momentos el AKP, el partido fundado por el propio Erdogan en 2001, no dispone de los diputados suficientes para cambiar la Constitución por sí mismo. Y ninguno de los tres partidos en la oposición se ha mostrado dispuesto a querer otorgar más poderes a la figura del presidente.

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