La división de los republicanos les complica su futuro

El alma conservadora del partido se impone y repudia finalmente los excesos de Trump

El líder del Senado, Mitch McConnell, vuelve a la votación tras ser expulsados los simpatizantes de Trump/ Vídeo: Así destrozan los simpatizantes de Trump el Capitolio REUTERS/ ATLAS
David Alandete

David Alandete

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Cuando ya quedó claro que las cosas habían llegado demasiado lejos, los más veteranos líderes del Partido Republicano se dejaron de disimulos y repudiaron abiertamente el presidente, desde su «número dos» Mike Pence hasta el líder en el Senado, Mitch McConnell. Esto abrió una suerte de cisma entre sus filas, ya que 147 republicanos —139 diputados y siete senadores— de un total de 262 se mantuvieron en sus trece y a pesar del asalto violento al Capitolio votaron en contra de validar la victoria de Joe Biden en las elecciones de noviembre.

Ese es el legado de Trump, un partido dividido que hoy debe vivir con la humillación de haber perdido en dos años la Cámara de Representantes, la presidencia y, más recientemente, el Senado. El sentir mayoritario era el que expresó el senador Lindsey Graham, que se ha pasado cuatro años tratando de ganarse a Trump, jugando con él a golf y repitiendo algunas de sus provocaciones más escandalosas. «Trump y yo tuvimos una buena relación. Odio que acabe así. Lo único que puedo decir es que ya he tenido suficiente. Lo que está bien, está bien».

El Partido Republicano, el de Lincoln y Reagan, defensor de las instituciones y la ley y el orden, acababa de ver cómo su propio presidente soltaba a una turba para que tomara el Capitolio y obligaba a evacuar a su propio vicepresidente y todos los diputados y senadores. Y en lugar de enviar a la Guardia Nacional y pedir disculpas, Trump les decía a los asaltantes que comprendía su dolor. Cuatro personas habían muerto ya.

Enemigo a las puertas

Justo cuando esa masa enardecida se asomaba a las ventanas del Capitolio, el líder republicano en el Senado, McConnell, acababa de pronunciar la mayor condena que se recuerda en tiempos recientes de la presidencia de Trump. «Debemos respetar los límites de nuestro propio poder. No podemos quitarles derechos a los ciudadanos. No podemos imponernos y anular las decisiones de las cortes y de los estados en base a unos argumentos tan pobres, tan escasos», dijo McConnell en un discurso recibido por un silencio sepulcral. «Si anulamos estas elecciones por las alegaciones de la parte perdedora, nuestra democracia entraría en un ciclo mortal. Sería imposible que esta nación aceptara de nuevo unos resultados electorales», añadió.

«Si anulamos estas elecciones por las alegaciones de la parte perdedora, nuestra democracia entraría en un ciclo mortal. Sería imposible que esta nación aceptara de nuevo unos resultados electorales», dijo McConnell

Minutos después de esas palabras lapidarias, sus señorías estaban en un búnker a recaudo de la policía y el servicio secreto. En aquellos momentos se ajustaron muchas cuentas, hubo acaloradas conversaciones, se midieron las dos almas de un partido que ahora debe decidir su rumbo.

Se impuso momentáneamente la conservadora a la populista, pues la primera hizo descarrilar los intentos de Trump de perpetuarse en el poder. Cuando entraron en aquel búnker, 13 senadores habían prometido oponerse a validar las elecciones. Al salir, ese número había caído a ocho, en su mayoría aspirantes a la presidencia en cuatro años. Los diputados tuvieron menos margen de maniobra porque esos escaños se renuevan cada dos años y los que han renegado del presidente saben que ya en un año van a tener dura competencia trumpista en sus correspondientes primarias. Muchos perderán.

En cualquier caso, el Partido Republicano ha ganado en todo ese proceso todo un abanderado de la razón y la concordia, el senador y fallido candidato a la presidencia en 2012 Mitt Romney , que se ha ganado a pulso el respeto de propios y extraños con su mezcla de firmeza y modales impolutos. Con tono suave, dijo en el Senado ya de madrugada que él sabe lo que es perder unas elecciones, y que es doloroso pasarlo, pero qué se le va a hacer. Dijo más, y fue muy claro: «Estamos aquí hoy debido al orgullo herido de un hombre egoísta y la indignación de sus partidarios, a quienes deliberadamente ha engañado durante los últimos dos meses y les ha incitado a actuar esta misma mañana. Lo que pasó aquí hoy fue una insurrección, incitada por el presidente de EE.UU.».

«Estamos aquí hoy debido al orgullo herido de un hombre egoísta y la indignación de sus partidarios, a quienes deliberadamente ha engañado», denunció Romney

Romney se lo decía a una nación en vilo, y en especial a sus compañeros de partido que seguían empeñados en bailarle el agua a Trump rechazando los resultados. Dos son los candidatos a parias en la nueva fase del conservadurismo estadounidense: los senadores Josh Hawley y Ted Cruz . Ambos lideraron el intento fallido de anular la victoria de Biden, prestando un apoyo crucial a sus compañeros en la cámara Baja y blanqueando a Trump hasta el final.

Ahora, los disturbios del miércoles pesarán sobre su currículum de cara a las elecciones de 2024, especialmente una foto de Hawley, el más joven de la bancada, saludando puño en alto a los manifestantes momentos antes de que rompieran las ventanas y acometieran uno de los saqueos más deshonrosos en la historia americana.

Por su parte, al vicepresidente Pence no se le había visto nunca tan molesto. «La violencia nunca gana. La libertad gana . Y esta sigue siendo la casa del pueblo. Cuando volvemos a reunirnos en esta Cámara, el mundo vuelve a ser testigo de la resistencia y la fuerza de nuestra democracia», dijo ya de madrugada, desde un asiento que unos momentos antes había ocupado uno de los asaltantes. Su propio jefe, el presidente, le había llamado cobarde unos horas antes, por no plegarse.

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