Oficiales de la Policía alemana patrullan Berlín después del atentado
Oficiales de la Policía alemana patrullan Berlín después del atentado - REUTERS

Atentado en BerlínBerlín, alarmada tras un atentado que temía y sin sospechosos

La Policía reconoce que persiguió a un individuo por un céntrico parque berlinés, pero se les escabulló y acabó atrapando a la persona equivocada

CORRESPONSAL EN BERLIN Actualizado: Guardar
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Aproximadamente 24 horas después de su detención, fue puesto ayer en libertad el paquistaní de 23 años Naved B, único arrestado por el ataque al mercado navideño de Berlín. El joven, que llegó a Alemania en diciembre de 2015 y se registró como solicitante de asilo en febrero de 2016, fue detenido a poco más de un kilómetro del lugar de los hechos, concretamente gracias a una llamada de un ciudadano que vio huir a un sospechoso, le siguió y advirtió a la Policía de la ruta que había seguido a través de su propio teléfono móvil. Apenas media hora después de haber sido puesto en libertad y sin que la Policía hubiera podido reunir más pistas o confirmar el trasfondo yihadista del ataque, Daesh reivindicó el atentado a través de su canal de propaganda Amaq, señalando como autor a «un soldado de Daesh».

Durante los interrogatorios, Naved negó reiteradamente tener nada que ver con el ataque y las pruebas realizadas a su ropa y sus zapatos evidenciaron la ausencia de sangre y cristales rotos, lo que demostraría que no había pisado la alfombra de restos humanos y adornos navideños destrozados en que quedó convertida la zona del ataque. «Tras conocer el resultado de esas pruebas hemos de empezar a asumir que tenemos al hombre equivocado», reconoció el presidente de la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA) de Alemania, Holger Münch, sugiriendo que durante el tramo de persecución a través del Tiergarten, parque boscoso pulmón del centro de Berlín, el perseguido podría haberse escabullido, siguiendo la Policía un objetivo falso.

Münch reconoció también su alarma porque el autor o autores del atentado se encuentran el libertad y armados. El fiscal federal, Peter Frank, ni siquiera había identificado oficialmente hasta última hora de anoche el cadáver hallado en el camión con una herida de bala, supuestamente un transportista polaco al que los terroristas podrían haber robado el camión o -menos probable- un supuesto cómplice que también podría estar implicado. La investigación, por su lentitud y sus errores, corre ya grave peligro de caer en el ridículo.

Aunque admitía el carácter «destacado y simbólico» de un mercadillo de Navidad en pleno centro de Berlín como objetivo yihadista y a pesar de las numerosas reiteraciones de la situación de alerta y peligro terrorista emitidas por las autoridades alemanas en los últimos meses, la Fiscalía Federal se resistia ayer a confirmar un trasfondo yihadista. Frank solo recordó que la «amenaza terrorista» pesaba y pesa sobre Alemania y subrayó que las fuerzas de seguridad eran conscientes desde hace tiempo de la posibilidad de que fueran atacados «objetivos blandos», pero no dio un paso más.

La Policía, además de confirmar la muerte de 12 personas y unos 50 heridos, de los cuales 14 permanecen ingresados en estado grave, incrementó ayer el número de policías en estaciones y aeropuertos de la capital alemana, así como en la vecina región de Brandeburgo. Se ha reforzado el número de controles en los aeropuertos berlineses de Tegel y Schönefeld y se ha intensificado la presencia policial en la frontera con Polonia, en una franja de unos 30 kilómetros, con agentes con metralletas. Todo el centro de Berlín permaneció custodiado por agentes llegados de otros estados federados para apoyar el operativo de prevención de ataques más pequeños que suelen aparecer a la estela de los de mayor magnitud. La estación central de Colonia, por ejemplo, hubo de ser evacuada y cerrada al tráfico ferroviario por una falsa alarma de bomba.

Vulnerables

En el centro de una ciudad todavía traumatizada por lo ocurrido, el presidente, Joachim Gauck, y la canciller Merkel asistieron en la Gedächtniskirche, la iglesia exactamente en frente del mercado navideño devastado, a una misa para rendir homenaje a las víctimas del ataque. El alcalde-gobernador de Berlín, Michael Müller, tomó la palabra para recordar que «la respuesta al odio no puede ser el odio» y subrayó el deseo de todos de «vivir en libertad y democracia». «No conocemos a ciencia cierta el trasfondo de este ataque, pero sí lo que pretendía: propagar el miedo y el odio», señaló. El atentado demuestra «lo vulnerables que somos», pero en ninguna sociedad libre existe una seguridad total. Ese es el precio a pagar», agregó.

El diario «Die Welt» informaba a esa hora que el camión tenía bloqueado el sistema de freno de emergencia, pero la Policía evitaba comentar esa noticia y se limitaba a aconsejar a los periodistas no difundir información fuera de la proporcionada por portavoces policiales con nombre y apellido.

Mientras se iba conociendo el goteo de identidades de seis alemanes y un polaco fallecidos en el ataque, muchos berlineses y extranjeros acudían al hospital de la Charité buscando a desaparecidos. «Al menos sabemos que está aquí. Tiene una fractura craneal y su situación es incierta, pero las horas sin saber qué había sido de él han sido terribles», relataba la colombiana Norma Rey, amiga de uno de los heridos y que hacía las veces de portavoz de la familia en lugar de la esposa, que no alcanzaba a articular palabra. «Estamos conmocionados por lo ocurrido», decía a la puerta del hospital Helga, una estudiante alemana que había acudido a la cadena humana con velas en homenaje de las víctimas, «pero queremos que sepan que no están solos, que somos muchos los que lloramos con ellos y que no vamos a dejarnos vencer por el miedo».

Poco después de pronunciar estas palabras, Helga recibía una llamada telefónica de sus padres apremiándola a volver a casa cuanto antes. «Hoy se han desvanecido las esperanzas de que las amenazas no se convirtieran en hechos», decía, a su lado, la profesora Lena Mentele.

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