Décadas de corrupción en las altas esferas del poder francés

Espionaje a periodistas con dinero público, terrorismo de Estado y cobro de comisiones ilegales manchan la imagen de la V República durante los mandatos de Mitterrand y Chirac

Corresponsal en París Actualizado: Guardar
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Durante más de treinta años, entre 1981 y 2005, siendo presidentes François Mitterrand y Jacques Chirac, la corrupción estuvo enquistada en el corazón del Estado, en el palacio del Elíseo, desde donde un presidente socialista espió a periodistas con fondos públicos y un presidente conservador huyó de la Justicia que lo perseguía por un dédalo de escándalos político-económicos.

Hubo muchos otros escándalos en la historia de la V República. Pero nada comparable a la gangrena institucional de los años Mitterrand y Chirac.

Durante los tres años de la presidencia de Georges Pompidou (1969-1974) estalló el escándalo Markovic (un turbio asesinato con posible intervención de los servicios secretos y escándalo sexual de por medio). Los intentos de implicar al jefe del Estado nunca fueron concluyentes, ni mucho menos.

Durante la presidencia Giscard (1974-1981) estalló el famoso escándalo de los diamantes de Bokassa, que la historia ha minimizado después. Con muchos años de retraso, «Le Monde» terminó reconociendo que había intentando torpedear políticamente a Giscard, manipulando de manera muy grosera una realidad poco significativa.

Perseguido judicialmente por presunta financiación ilegal de su campaña electoral para la presidencia de 2012, Nicolas Sarkozy, está acosado por unos escándalos relativamente «menores», comparados con la marea negra de corrupción que manchó los mandatos presidenciales de sus antecesores en la jefatura del Estado.

Durante la presidencia Hollande, elegido jefe del Estado en mayo de 2012, han estallado escándalos más o menos significativos. Su primer ministro del Presupuesto, Jérôme Cahuzac, se vio forzado a dimitir tras descubrirse que tenía varias cuentas en Suiza utilizadas para evadir impuestos. Laurent Fabius, exministro de Asuntos Exteriores, aceleró su dimisión tras revelarse que su hijo Thomas está perseguido judicialmente en Las Vegas, Estados Unidos, por fraude y emisión de cheques falsos.

Pero fueron los catorce largos años de la doble presidencia de François Mitterrand (1981-1988 y 1988-1995) los que constituyeron el período de mayor corrupción de la historia de la V República.

Espionaje y extorsión

En 1982, el jefe de la policía antiterrorista de Mitterrand, el comandante Christian Prouteau, montó una falsa operación de comando con el aval del jefe del Estado. Entre 1983 y 1986, la célula antiterrorista del Elíseo estuvo espiando a numerosos periodistas por orden personal del presidente de la República. Entre 1983 y 1986, un ministro de Mitterrand, Christian Nucci, estuvo dirigiendo una «empresa», el «Carrefour du Développement», cuyo primera tarea era extorsionar fondos al Estado.

Entre 1987 y 1989, el Partido Socialista se financió a través de las facturas falsas producidas por varias empresas de Marsella. En 1993, Pierre Bérégovoy, primer ministro, se suicidó tras la revelación de un «crédito amistoso» concedido por un íntimo de Mitterrand. En 1994, otro íntimo del presidente, François de Grossouvre, se suicidó por despecho político en su despacho personal del Elíseo. Entre 1983 y 1995, Mazarine Pingeot, amante del presidente, y su hija Mazarine, estuvieron instaladas en un palacio presidencial próximo al Elíseo, con cargo a los presupuestos del Estado.

Entre 1989 y 1993, varios ministros de Mitterrand, comenzando por Roland Dumas, su amigo íntimo y ministro de Asuntos Exteriores, fueron los protagonistas de excepción del fabuloso escándalo ELF (la gran multinacional petrolífera nacional), envueltos en una tenebrosa tela de araña de corrupción económica, con muchos flecos sexuales… Ha llegado a decirse que el escándalo Elf, con el que se cerró la era Mitterrand, fue el más grave en una democracia occidental desde la Segunda Guerra Mundial. Se insistió a menudo en la responsabilidad política del presidente, pero Mitterrand no era político dispuesto a dimitir, incluso si los cadáveres políticos se amontonaban en la puerta de su despacho.

Tras Mitterrand, durante los doce años de la presidencia de Jacques Chirac (1995-2002 y 2002-2007), la Justicia instruyó la oscurísima tela de araña de la corrupción que había proliferado en la alcaldía de París, mientras Chirac fue alcalde, entre 1977 y 1995, con un breve paréntesis como jefe de Gobierno, entre 1986 y 1988.

Empresas tapadera

Siendo Chirac presidente fueron perseguidos por la Justicia y condenados una veintena de dirigentes de Reagrupamiento para la República (RPR, el partido conservador de la época), convictos y culpables de comisiones ilegales, corrupción municipal y soborno en obras públicas, con montajes fraudulentos que afectaron a decenas de empresas condenadas a pagar la «mordida» si deseaban trabajar en París y su periferia urbana.

Siendo presidente, Chirac pudo escapar a la Justicia durante doce años, protegido por el estatuto especial del jefe del Estado en la Constitución de la V República. Tras abandonar el Elíseo, al final de su segundo mandato, pudo ser juzgado y condenado. Muchos de los delitos habían prescrito, pero finalmente, a los 79 años, a finales de 2011, fue condenado a dos años de cárcel con remisión de pena por los delitos de extorsión de fondos públicos y abuso de confianza.

Muchos de los delitos relacionados con su paso por la alcaldía de París quedaron impunes. Pero, por vez primera en la historia de la V República, un expresidente sufría la patética humillación de ser juzgado y condenado por delitos penales. Durante su estancia en la alcaldía de París, Chirac cubrió con su poder a sus amigos corruptos. Durante su etapa como jefe de Estado, se refugió en su estatuto presidencial para escapar a la Justicia. La dimisión no era un recurso político para Chirac, que dio cierta celebridad a este sentencia legendaria: «Las promesas solo comprometen a quien se las cree».

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