Daniel Ortega se niega a adelantar las elecciones generales en Nicaragua

Ante una multitud de simpatizantes admiradores y de empleados estatales, Ortega apeló a la Constitución de Nicaragua, que establece elecciones cada 5 años, para negarse al anticipo de los comicios

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega EFE

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El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega , rechazó el sábado dejar el poder antes de tiempo y adelantar las elecciones de 2021 en marzo de 2019, como le pide la oposición como método para solucionar la crisis que atraviesa el país y que ha dejado cerca de 300 muertos desde que empezaron las protestas hace casi tres meses. «Aquí las reglas las pone la Constitución de la República, a través del pueblo. Las reglas no pueden venir a cambiarlas de la noche a la mañana porque se le ocurrió a un grupo de golpistas», señaló Ortega al término de una manifestación celebrada el pasado sábado en la avenida Bolivar, una de las principales arterias de Managua, la capital.

Adelantar las elecciones ha sido una de las principales propuestas realizadas por la La Alianza Cívica por la Justicia -estudiantes, empresarios y organizaciones civiles-, además de instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA) y varios países como Estados Unidos. «Ya habrá tiempo, tal como manda la ley, para elecciones, todo tiene su tiempo», agregó el presidente. Nicaragua celebra elecciones cada cinco años y las últimas ocurrieron en noviembre de 2016 , por lo que los próximos comicios deberán tener lugar en 2021. En aquellos comicios Ortega, quien es presidente desde 2007, obtuvo el 72,4% de los votos. Sin embargo, el excesivo uso de la violencia que ha ejercido su Gobierno para suprimir las manifestaciones -que iniciaron para mostrar el rechazo ciudadano a una reforma de las pensiones- ha derivado en unas masivas protestas en las que han fallecido 309 personas como consecuencia de la represión, de acuerdo con el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos.

Durante su mitin del sábado, Ortega anunció también que seguirán los ataques contra quienes define como «subversivos», es decir, los manifestantes que exigen en las calles su salida del poder. Para el presidente, su Gobierno está llevando a cabo una «lucha por la paz» de Nicaragua ya que considera que las protestas cívicas están provocando actos de «tortura y terrorismo» , unas declaraciones que evidencian el distante análisis de la situación que realiza la oposición y el Ejecutivo nicaragüense. De un lado, la oposición se apoya en informes de Aministía Internacional y de la OEA para denunciar casos de violaciones de derechos humanos como torturas y desapariciones forzadas llevadas a cabo por el Gobierno de Ortega. Pero, del otro lado, el presidente justifica la represión debido a los ataques violentos que, según él, han perpetrado los manifestantes.

Al mismo tiempo que Ortega realizó su discurso, miles de nicaragüenses salieron a las calles de varias ciudades del país para protestar en su contra. Desafortunadamente, las marchas fueron violentamente reprimidas en los municipios de Matagalpa y Rivas por medio de turbas defensoras del presidente que agredieron a los manifestantes con armas de fuego y morteros caseros, según informa la prensa local. Además, una persona fue asesinada en León, la segunda ciudad más poblada de Nicaragua, tras recibir 18 disparos efectuados por grupos de choque orteguistas y efectivos policiales, reporta El Nuevo Diario. El cadáver de la víctima, Mario Antonio Martínez, de 18 años, quedo prácticamente irreconocible, de acuerdo con testimonios de sus familiares.

Ante una multitud de simpatizantes admiradores y de empleados estatales, Ortega apeló a la Constitución de Nicaragua, que establece elecciones cada 5 años, para negarse al anticipo de los comicios. «Aquí las reglas las pone la Constitución de la República, a través del pueblo, las reglas no pueden venir a cambiarlas de la noche a la mañana porque se le ocurrió a un grupo de golpistas», dijo Ortega, sin identificar a quienes están detrás de un supuesto golpe de Estado.

Reforma de la seguridad social

La crisis que atraviesa Nicaragua empezó el 18 de abril pasado con protestas contra reformas de la seguridad social , pero se convirtieron en un clamor nacional cuando la represión de las autoridades empezaron a cobrarse decenas de vidas de los manifestantes, que se convirtieron en centenares, así como de miles de arrestos ilegales y casos de tortura, según diversas ONG.

Al clamor de miles de nicaragüenses por un adelanto de elecciones se unió una petición formal de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) para anticipar los comicios a marzo próximo, al que se sumaron el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro , diversas naciones y recientemente el propio hermano de Ortega, el general en retiro Humberto Saavedra.

«Ya habrá tiempo, tal como manda la ley, habrá tiempo para elecciones, todo tiene su tiempo», dijo Daniel Ortega, con una media sonrisa en los labios, la única que dejó ver durante su discurso. El presidente nicaragüense también advirtió de que continuarán los ataques contra los que considera subversivos, en lo que llamó una «lucha por la paz».

Ortega afirmó que su Gobierno seguirá «luchando por la paz para que desaparezcan de toda Nicaragua esos lugares, esos puntos donde se vienen cometiendo crímenes todos los días, que son justificados por aquellos que quieren convertir a los nicaragüenses en esclavos».

El mandatario también tuvo palabras para los obispos, que actúan como mediadores en el diálogo nacional entre el Gobierno y la Alianza Cívica que representa a la población, para superar la crisis. «Aquellos que lanzan maldiciones y nos sentencian a muerte en nombre de instituciones religiosas, que se acuerden de Cristo, Cristo nos mandó a amarnos los unos a los otros, y ese ha sido nuestro esfuerzo en la práctica cristiana, socialista y solidaria», sentenció Ortega.

En su discurso, el presidente nicaragüense insistió en responsabilizar por la muerte de los manifestantes a personas que supuestamente pagan a pandilleros «para la maldad», y acusó a las protestas cívicas de ser centros de «tortura, de terrorismo», exactamente lo contrario de las denuncias que le hacen desde la población y de organismos humanitarios nacionales e internacionales.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Oacnudh) han responsabilizado al Gobierno nicaragüense de graves violaciones a los derechos humanos.

Entre esas violaciones citan «asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, malos tratos, posibles actos de tortura y detenciones arbitrarias cometidos en contra de la población mayoritariamente joven del país», según la CIDH, y que el Gobierno de Nicaragua ha rechazado. Esta es la crisis sociopolítica más sangrienta desde la década de 1980, con Ortega también como presidente.

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