Cumbre en Helsinki entre EE.UU. y Rusia

Un encuentro histórico con más riesgos que oportunidades para Trump

Moscú, sin grandes expectativas, busca un tanto político con una foto buscada

El presidente estadounidense Donald Trumpy la primera dama Melania Trump salen del Air Force One al llegar al aeropuerto Helsinki-Vantaa AFP

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El mes pasado, en plenas tensiones comerciales, Donald Trump evidenció su distanciamiento de sus socios estratégicos del G-7. Incendió el final de la cumbre en Canadá con su decisión de no firmar el acuerdo final, cuando ya estaba volando a la cita que le importaba: el encuentro histórico en Singapur con el dictador norcoreano Kim Jong-un . La situación esta semana es comparable: después de los roces en la cumbre de la OTAN en Bruselas y en su visita oficial a Reino Unido de la semana pasada, llega hoy a Helsinki para un encuentro con su homólogo ruso, Vladimir Putin, tan impredecible como arriesgado.

La historicidad de una cumbre con Corea del Norte, algo que ningún presidente estadounidense había intentado en el pasado, era suficiente como para realzar la imagen de Trump , aunque del encuentro no saliera ningún acuerdo y la desnuclearización del régimen comunista esté tan lejos de hacerse realidad como hace un mes. Con Rusia, sin embargo, los desencuentros con EE.UU. son tantos que no es factible cerrar una cumbre con buenas palabras y que se considere un éxito.

En realidad, Trump tiene más riesgo de aparentar que hace concesiones a Putin que de extraer compromisos de un tahúr de las intrigas internacionales, fabricado por la KGB de los años previos a la caída del Muro. Ayer, Trump buscaba anticiparse a la sensación en EE.UU. de que volverá de Finlandia con las manos vacías: « No importa lo bien que nos vaya en la cumbre , si me llegan a dar la gran ciudad de Moscú como compensación a todos los pecados cometidos por los rusos, se me criticará que no es suficiente, que también tendría que haber conseguido San Petersburgo», escribió en Twitter.

La cumbre viene calentada por una noticia del pasado viernes: la imputación de doce miembros de la inteligencia rusa como parte de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre el supuesto complot entre la campaña de Trump. Los imputados «hackearon» al partido demócrata y a la campaña de su candidata, Hillary Clinton, para influir en las elecciones, según la fiscalía.

Negación constantes

Desde su llegada a la presidencia, Trump ha negado hasta la saciedad que hubiese complot con Moscú y ha evitado, contra la opinión consistente de la inteligencia estadounidense, reconocer abiertamente que Rusia interfiriera en las elecciones, lo que podría cuestionar la legitimidad de su victoria. Al contrario, ha preferido airear la posición de Moscú al respecto. El verano pasado, tras verse con Putin en la reunión del G-20 en Hamburgo, aseguró que su homólogo le aseguró que no hubo tal interferencia. Lo volvió a hacer a finales del mes pasado, en un mensaje en Twitter en el que insistía en que Rusia aseguraba que no tuvo nada que ver con esos esfuerzos. Pero la imputación de los agentes rusos le ha estallado en la antesala de su encuentro con Putin y no podrá evitar referirse al asunto. El mismo día en que se conoció la imputación, aseguró desde Londres que sacaría el tema con Putin. Pero este fin de semana ya trataba de enturbiar el asunto, con acusaciones en Twitter que el responsable de todo es su antecesor Barack Obama.

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