Fin de año en Colonia, crónica de una noche de violencia y agresiones contra mujeres

Las descripciones de los hechos por parte de las víctimas eran siempre las mismas, grupos de hasta 150 hombres «norteafricanos» o «árabes»

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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Faltaba poco más de una hora para terminar 2015 cuando los agentes policía desplegados ante la estación central de Colonia, en el marco de un operativo de protección antiterrorista y con órdenes paralelas de «contención de personas altamente alcoholizadas y potencialmente violentas», escucharon los primeros gritos femeninos, procedentes del fondo de unos remolinos que comenzaban a formarse entre la multitud. En eso momento no podían saber lo que estaba ocurriendo y las llamadas de socorro quedaban ahogadas por las tracas de petardos y los fuegos artificiales propios de la celebración de Nochevieja, pero poco después comenzaron a acudir a ellos las primeras jóvenes visiblemente maltrechas y pidiendo ayuda.

Las descripciones de los hechos por parte de las víctimas eran siempre las mismas, grupos de hasta 150 hombres «norteafricanos» o «árabes» las acorralaban e inmovilizaban.

Posteriormente eran agredidas sexualmente y les eran robados sus objetos personales. «Estoy acostumbrada al caos, como en Carnaval», comentaría después una vendedora de la estación central de trenes de Colonia, «pero nunca había vivido una situación así. Era una jauría humana descontrolada».

Los agentes, caso por caso, iban resolviendo. Temían abandonar sus posiciones y ser despistados ante algún posible peligro terrorista. Algunas jóvenes fueron sencillamente enviadas a casa e invitadas a acudir la mañana siguiente a comisaría para formular una denuncia, otras fueron escoltadas de nuevo hasta el interior de la estación central para que pudieran coger el tren de vuelta a casa, entrando de nuevo en la boca del lobo y repitiéndose las agresiones… pero pasada la medianoche eran ya tantas las llamadas de auxilio que los agentes no podían atender a todas al mismo tiempo. La jauría no se calmó hasta pasadas las cuatro de la madrugada.

El día de Año Nuevo, mientras los medios alemanes retransmitían el concierto desde la Ópera de Viena, los agentes redactaron sus informes y los entregaron antes de irse por fin a dormir. El documento de resumen, en el que constaba que fueron realizados más de cien controles de identidad y correctamente identificadas 71 personas, fueron detenidos 4 acusados, se inició el seguimiento y se pidió datos a la central de otros 16 sospechosos, se imputaron cargos criminales a 32 y se prestó primeros auxilios a varias decenas de mujeres, quedó documentado en el sistema interno CEBIUS del centro de control de la Policía.

El documento describía una situación de «caótica y vergonzosa» y señalaba que los agentes temieron que se registrasen «heridos e incluso muertos». «Mujeres, con o sin compañía, tuvieron que atravesar verdaderos pasillos formados por los agresores —una multitud de hombres muy alcoholizados-, algo imposible de explicar», detallaba el texto que obtendría el acuse de recibo de la dirección el día siguiente, 2 de enero, la misma fecha en la que comenzó el goteo de denuncias.

Pasados los primeros momentos, acompañadas por familiares y tras acudir a exámenes médicos, decenas de jóvenes alemanas acudían a comisaría a poner denuncias. Las primeras docenas no fueron relacionadas, pero poco a poco comenzó a cobrar forma un monstruoso ataque en el que podrían haber participado más de mil agresores, tal y como reconoce el domingo día 4, por la tarde, el jefe local de la policía, Wolfgang Albers, que decide convocar una rueda de prensa para hacer público el balance.

Los datos son tan impactantes que sumen a la opinión pública alemana en una gran confusión. La alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, imporvisa una reacción en la que aconseja a las mujeres «mantener un brazo de distancia» con cualquier desconocido y «no irse con uno o con otro por la euforia de la celebración». El ministro de Interior, Thomas de Maizíere, critica la actuación policial y los sindicatos de la policía comienzan a filtrar detalles del informe que habían sido omitidos con el objeto de no inflar los ánimos de los emergentes grupos y partidos anti extranjeros en el panorama político y social de Alemania, de por sí muy agitados tras la llegada en 2015 de más de un millón de refugiados.

«Cuando les pedíamos la documentación nos mostraban una copia de la solicitud de asilo», relataba un agente presente en la estación central de Colonia, que confirmaba que «la mayoría eran sirios recién llegados» y se quejaba además de que los agresores hacían caso omiso a las indicaciones de la policía, se burlaban de las agentes mujeres y gritaban entre risas: «No me toques, soy sirio, Merkel me ha invitado».

Tras escuchar la información ofrecida por Albers, los responsables de la policía de Hamburgo, y posteriormente Stuttgart, Bielefeld y Berlín, identifican el mismo patrón en numerosas denuncias presentadas ante sus circunscripciones. El ministro de Justicia, Heiko Maas, reconoce «un nuevo tipo de criminalidad organizada», y dijo que de alguna forma deberían haberse puesto de acuerdo para formar un grupo tan numeroso. La canciller Angela Merkel, que en su primera reacción declaró su «repugnancia» por unos hechos «insoportables», admite el 7 de enero que no cree que lo ocurrido sean «hechos aislados» y se muestra dispuesta a una reforma legal que permita la deportación automática de cualquier extranjero que cometa un delito.

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