Cohen contra Trump, alta traición en el Capitolio

El abogado lo fue todo para el hoy presidente: abogado, amigo, confidente y custodio de sus secretos. Ahora le acusa de ser un delincuente

Donald Trump y Michael Cohen en abril de 2011 en Portsmouth (New Hampshire) EP
David Alandete

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Iba a ser la torre más alta de la capital rusa y de todo el continente europeo. El nombre brillaría con letras doradas sobre sus 100 pisos de cristal: Trump World Tower Moscow . Tendría un hotel de 15 pisos, 250 viviendas de lujo, tiendas, oficinas y hasta un spa diseñado por Ivanka Trump . La propuesta vino de un conseguidor de origen ruso con el que Donald Trump había trabajado de vez en cuando, Félix Sater , quien escribió a Michael Cohen , el abogado del empresario, con el siguiente mensaje: «Vamos a hacer realidad Trump Moscú. Arreglemos la relaciones entre ambos países demostrando que el comercio y los negocios son más efectivos que la política».

No había entonces forma más segura de llegar a Trump que pasar por Cohen, a quien en Nueva York se conocía con el mote del «pitbull de Trump». No era sólo un abogado: era confidente, amigo, casi un familiar al que Trump regaló la más alta distinción: como a sus propios hijos, le hizo vicepresidente ejecutivo de su empresa.

Sater, personaje tan listo como de dudosa reputación, sabía muy bien qué cuerdas tocar con Trump, que llevaba desde 2013 buscando poner su nombre en algún rascacielos de Rusia. Ese año llegó a organizar una gala de Miss Universo en Moscú con la esperanza –frustrada– de conocer a Vladímir Putin . En otro correo, Sater escribió: «Yo conseguí que Ivanka se sentara en el sillón de Putin en el Kremlin [en una visita en 2006]. Voy a hacer que Putin se una y que Donald sea elegido. Nosotros podemos hacer que sea presidente de EE.UU.».

Cohen, según ha admitido esta semana, aceptó la oferta de Sater. Corría octubre de 2015. Trump había lanzado su campaña electoral cuatro meses antes. Aunque era ya uno de los principales candidatos para pelear por la Casa Blanca, no pensó que incurriera en ningún conflicto ético al firmar un contrato con la empresa rusa I.C. Expert Investment, que le ofrecía un avance de tres millones y medio de euros sólo por dar su nombre e imagen al proyecto. Sater, que ya había movido hilos, consiguió financiación del banco ruso VTB, en parte propiedad del Kremlin.

Una torre Trump en Moscú

El problema ético puede convertirse ahora en uno legal si las acusaciones vertidas por Cohen se confirman en las vistas orales e investigaciones judiciales en las que colabora. El abogado contó el miércoles, en una sonada comparecencia en el Capitolio , que estuvo negociando la construcción de la torre en Moscú hasta casi acabado el verano de 2016, cuando Trump ya era oficialmente el candidato republicano. «En al menos media docena de ocasiones, entre enero y junio de 2016, el presidente me preguntó: “¿Qué tal van las cosas con Rusia?”», dijo. «Que quede claro –añadió–. El señor Trump sabía de las negociaciones sobre la torre Trump Moscú en la campaña y ha mentido sobre ello. Miente porque iba a ganar muchos millones».

La traición de Cohen, el apuñalamiento público del jefe por quien dijo un día que recibiría un balazo, ha sembrado el pánico en la Torre Trump y en la Casa Blanca. Los secretos que conoce sobre el presidente tras llevarle los pleitos diez años son infinitos y ha decidido revelar de momento solo algunos: pagos a prostitutas para esconder aventuras sexuales, compra de carísimos retratos de Trump con dinero de campaña, maniobras para cometer fraude fiscal y, sobre todos ellos, la búsqueda voraz de negocios en Rusia.

Cohen estaba en el despacho de Trump una mañana de julio de 2016 cuando este recibió una llamada de otro empleado y amigo suyo: Roger Stone. «Acabo de hablar con Assange, me ha dicho que nos preparemos en un par de días para una filtración de correos que le van a hacer mucho daño a Hillary», dijo Stone, según recordó Cohen en su testimonio. Trump respondió: «Eso sería fantástico».

Julian Assange , el fundador de Wikileaks, cumplió. Publicó documentos en abundancia desde el 22 de julio hasta el día mismo de las elecciones. Primero, 20.000 correos de los altos cargos del Partido Demócrata que demostraban que estos habían maniobrado para que Hillary Clinton venciera fácilmente a sus contrincantes en primarias. Después, otro bloque de emails robados a John Podesta, jefe de campaña de Clinton, que revelaba las inseguridades de la candidata. Según la inteligencia norteamericana, fueron robados por hackers ubicados en Rusia.

Fue la época en que Trump proclamaba en sus mítines su amor por Wikileaks y pedía públicamente al Kremlin que robara correos y los filtrara a través de Assange. Según dijo el 27 de julio de 2016, en referencia a otros emails desaparecidos de un servidor personal que Clinton usaba cuando era secretaria de Estado con Obama: «Rusia, si me escuchas, espero que puedas encontrar los 30.000 correos que faltan».

Trump, por supuesto, niega que supiera nada de lo que iba a hacer Wikileaks. Lo mismo sucede con Stone, que es, a fecha de hoy, el último amigo que parece quedarle a Trump de aquellos días, la única persona que sí recibiría aquel balazo por él. En cuanto Cohen acabó su testimonio, Stone dijo en Twitter: «Todo lo que ha contado sobre mí es mentira». Sin embargo, el fiscal especial Robert Mueller tiene pruebas que demuestran que Stone sí habló con Assange a través de un intermediario, el presentador de radio Randy Credico.

Contacto con Wikileaks

La hemeroteca no es piadosa con Roger Stone , cuya principal virtud no es la prudencia. En verano de 2016 se jactó varias veces en público de estar en contacto con Wikileaks, de mediar entre un hacker y Assange, y de saber de las filtraciones antes de que se produjeran. El 8 de agosto dijo en una conferencia: «He hablado con Assange, y creo que sus próximas filtraciones van a ser sobre la Fundación Clinton». Así fue.

En tres meses Trump ganó la presidencia, contra todo pronóstico. El fiscal Mueller investiga ahora si Rusia intervino para ayudarle con una campaña de injerencias en redes sociales. La torre Trump Moscú nunca llegó a construirse. Roger Stone fue detenido el mes pasado por el FBI y está en libertad vigilada a la espera de juicio por mentir bajo juramento. Y Cohen se declaró culpable de perjurio y fraude electoral, y en mayo ingresará en prisión para cumplir cinco años de condena. Trump le acusa de buscar una reducción de pena con su dramática traición en el Capitolio.

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