Hillary Clinton y Donald Trump se saludan antes del debate televisado
Hillary Clinton y Donald Trump se saludan antes del debate televisado - AFP

Clinton aspira a distanciarse de Trump tras ganar en el primer debate

En el choque dialéctico, gris y sin posiciones nuevas, el trabajo previo de la aspirante demócrata venció a la improvisación del republicano

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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La carrera ha cambiado, aunque todavía es pronto para saber en qué medida. La victoria de Hillary Clinton en el primer debate presidencial es indiscutible. Para las encuestas más fiables, para buena parte de los republicanos y para algunos miembros de su propio equipo, no fue el debut soñado por Trump. Pero el tropiezo no fue rotundo ni es definitivo. Antes del lunes, el magnate había venido recortando distancias hasta casi el empate técnico, ante una rival debilitada por sus propios errores. Ayer, la percepción era que el momentum del candidato republicano se había esfumado con el mismo verano que le aupó. Un debate mal preparado frente a una rival experta y disciplinada no es la mejor receta para alcanzar la presidencia de Estados Unidos.

El intuitivo Trump, consciente de un resultado reflejado en su rostro, anunció batalla en una entrevista televisiva posterior a la contienda: “Iré al próximo debate con más dureza”. Con seis semanas y dos cara a cara de por medio, la presión es para el millonario.

Trump pinchó en su primer intento de convencer de que puede ser el presidente de Estados Unidos. No por su condición de outsider, que empleó con acierto en un aceptable arranque del debate, frente al “fracaso de los políticos para dar soluciones a los problemas de la gente”. Más bien por su imagen caótica, excesivamente dependiente de la improvisación y con demasiadas reiteraciones, poco atractiva para los republicanos moderados y los independientes que pedían argumentos para entregarle su voto. Hillary Clinton se lo echó en cara en la frase más efectiva de la noche: “Donald me acusa de haberme preparado el debate con mis colaboradores. Claro. Yo me preparo para ser presidente de Estados Unidos”. La demócrata estaba consiguiendo su objetivo de aparecer profesional y seria, frente a alguien que no estaba haciendo su trabajo.

La actuación de Trump tampoco se benefició de detalles que la televisión amplifica: reiterado recurso al vaso de agua, muchas interrupciones a la adversaria (37 de Trump frente a 9 de Clinton) y continuas muecas de contrariedad frente a la sonrisa de confianza de la exsecretaria de Estado.

A los primeros sondeos siguió ayer una guerra de propaganda en las redes sociales. La cadena CNN otorgaba un 62%-27% en favor de Clinton. La consultora Public Policy Polling, un 51%-40%. En casi todos los focus group, algunos pilotados por republicanos, los electores que presenciaron el debate concedieron al final la victoria a la demócrata por amplia mayoría. Paradójicamente, hace cuatro años, el candidato republicano y aspirante, Mitt Romney, sorprendió al favorito, Barack Obama, venciéndole en el primer intercambio. Esta vez, sólo apuntaron un triunfo del magnate encuestas de escasa fiabilidad, en la red social Twitter, donde el equipo del magnate sabe hacer viral cualquier mensaje, por propagandístico que sea.

Guante blanco

A la legión de colaboradores de Trump le tocaba echar agua al vino del primer triunfo de Clinton. Rudolph Giuliani rompió el fuego arremetiendo contra la parcialidad del moderador y justificando la falta de pegada de Trump con un argumento que después avalaría el magnate: “No quería herir sentimientos”. El exalcalde de Nueva York salió al paso de la principal crítica a Trump entre los suyos, que hubiera dejado escapar viva a Clinton en los asuntos más controvertidos. Apenas un minuto de alusión al escándalo de los e-mails, que él mismo dejó sin efecto cuando condicionó la publicación de sus declaraciones de impuestos a que la demócrata hiciera lo mismo con los correos electrónicos. Ni una mención a la Fundación Clinton, al polémico ataque a la embajada de Bengasi (Libia)… Ni siquiera al error de la rival cuando hace unas semanas llamó “deplorables” a “la mitad” de los votantes de Trump.

Fuera porque se trataba del primer debate o por la falta de ideas novedosas y de intercambio de golpes ingeniosos, el foco del análisis se trasladó del contenido a las formas. El cara a cara fue poco prometedor para quienes buscaban proyectos ilusionantes. El tono grisáceo, plúmbeo, se abrió camino a medida que avanzaba el tira y afloja de la contienda, que el moderador, Lester Holt, contribuyó a trabar por momentos con innecesarias interrupciones al candidato republicano. Aunque no se puede decir que en conjunto el presentador de la cadena NBC estuviera mal.

Dos visiones distintas

Donald Trump y Hillary Clinton contrapusieron dos proyectos económicos, en especial cuando el magnate despreció los grandes acuerdos comerciales, que a su juicio han llevado a Estados Unidos al “desastre”. El NAFTA, primero, y ahora, el recién firmado Acuerdo TransPacífico (TPP). De ambos culpó al presidente Obama y a la candidata Clinton, por un lado, y a China y México como grandes beneficiarios. En una de las pocas novedades del cara a cara, la demócrata se desmarcó abiertamente del TPP, en atención a los “intereses de los trabajadores norteamericanos”, pero fue rotunda contra el proteccionismo: “El libre comercio es lo que hace crecer a los países, y también a Estados Unidos”. La visión de ambos también se distanció radicalmente en cuestiones fiscales. Ante la promesa de Trump de una “tremenda” bajada de impuestos para “crear millones de puestos de trabajo”, Clinton advirtió que “la economía necesita de impuestos para funcionar”. Y aprovechó para afear a su contrincante que “no pague impuestos”, en alusión a su controvertida manera de hacer negocios.

El otro gran choque frontal vino de la política exterior, cuando el magnate arremetió contra Clinton por haber contribuido al “origen de Daesh” con el “desastre” de la guerra de Irak, que la demócrata votó en el Congreso. Aunque esta vez no se atrevió a parafrasear su reciente afirmación de que la exsecretaria de Estado y el presidente Obama eran los “fundadores” de la organización terrorista, como en un reciente mitin. La aspirante a presidenta echó en cara a Trump que niegue que él también apoyó la guerra, y la de Libia, que también critica, “como demuestran los vídeos de entrevistas pasadas que todos hemos visto”. Y cuando en el capítulo siguiente, el magnate cuestionó la OTAN y la escasa aportación de los demás países, Clinton buscó el calor de los republicanos moderados con esta frase: “Cuando sea presidenta, reforzaré el vínculo con nuestros aliados”.

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