La «calle del Sol», 30 años después de la caída del Muro

Los atascos a todas horas, la inmigración y la clase trabajadora definen una de las vías más señeras del que fue el Berlín Este

La «Avenida del Sol», una arteria de la capital alemana en dirección sur ABC

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Un policía de la RDA pide la documentación a un viandante en la Sonnenallee y le pregunta: «¿Qué piensas del Partido Comunista?» . «Lo mismo que tú», responde éste. El policía saca entonces las esposas y dice: «En ese caso, tengo que detenerte». Este chiste, que circulaba en los años 70 por Berlín Oriental, destila la esencia sociológica de lo que fue, en la Alemania comunista, la «Avenida del Sol», una arteria de la capital alemana en dirección sur caracterizada por su población proletaria , descreída del sistema y tradicionalmente de mejor humor que la del resto de distritos berlineses.

Cuando están a punto de cumplirse 30 años desde la caída del Muro , nada queda ya en la Sonnenallee de aquella paleta sociológica que tan magistralmente desplegó Leander Haußmann en su película «Sonnenallee» (1999), que llevaba por título el nombre de la calle y analizaba en clave de humor el estancado horizonte de sus vecinos, los grises sinsabores de la vida tras el Muro y las ingentes cantidades de vitalidad e imaginación que hicieron falta a jóvenes como Micha y Mario, los protagonistas, para no perder la esperanza.

«¿Qué si nos parecemos en algo a aquellos chavales? Nos gustan las chicas, pero poco más», calcula Lutz, que a sus 17 años solo conoce el Muro por haberlo visto en fotos y para quien el Este y el Oeste pertenecen igualmente a un territorio mítico. En lugar de la escuela superior Wilhelm Pieck, a la que acudían los expioneros del filme, Lutz es alumno del Ernst-Abbe. En vez de asignaturas como «Economía Socialista» o «El mundo del pueblo», cursa optativas como «Árabe» y «Energías renovables». No se imagina lo que era para ellos no poder acceder a libros periódicos o discos porque lleva una infinita fuente de material en su teléfono y no se interesa por la política porque «todos los políticos son iguales».

Irreconocible

Hace ahora 30 años, miles de jóvenes de la RDA se aventuraban en huidas a través de la frontera húngara, dejando atrás todo lo que conocían para escapar de la dictadura comunista. Lutz, por su parte, está en contra de los vuelos «low cost» porque es un modelo de negocio que daña la neutralidad climática.

Andreas Neumann ABC

«Esta calle apenas es ya reconocible respecto a la de los años 60», afirma Andreas Neumann, que tras años trabajando en un garaje abrió en 2012 la tienda más cool de bicicletas de la capital alemana, Bewegender Räder. Andreas vivía en Wiesbaden cuando cayó el Muro y se mudó a Berlín en 1995. «No me gusta como se ha ido desarrollando esta calle. No se vive mal, pero me molesta muchísimo que haya tanto tráfico , atascos a todas horas y tanta contaminación. Somos gente de bicicleta, queremos exactamente lo contrario… Pero por lo demás me gusta esa mezcla de familias árabes, empresarios hípster y estudiantes internacionales», dice, lamentando especialmente el volumen de la fiesta hasta las cuatro de la mañana que le impide dormir todo lo que quisiera, pero reconociendo que el negocio «va bien». Efectivamente, montones de coches aparcados acaparan aceras y jardines, incluso carriles enteros de circulación, sin que la policía tome cartas en el asunto. Los camiones y los repartidores imponen una especie de prioridad mientras los comercios bullen en un lucrativo ajetreo.

El PIB per cápita de la Alemania Oriental, que en 1991 representaba apenas el 43% del de la Alemania Occidental, aumentó el año pasado hasta casi el 75%. En los primeros años de la reunificación el paro del Este duplicaba la media nacional . Ahora ronda el 7%, frente al 4,9% del total de Alemania. Pero los sueldos en el este siguen siendo más bajos: la diferencia salarial de los «länder» orientales respecto a los occidentales es de -16,9%. Unos dos millones de alemanes del Este, sobre todo jóvenes, cualificados, y entre ellos muchas mujeres, han emigrado al oeste desde que cayó el Muro. Durante la división lo lograron oficialmente unos cuatro millones de personas.

«Calle árabe»

Hans-Peter Schol ABC

Tras la caída del Muro muchas casas quedaron vacías porque la gente se marchó, pero en los últimos diez años la Sonnenalle ha sido repoblada por inmigrantes y refugiados . No en vano, entre los taxistas berlineses es conocida como la «Calle Árabe». Sigue siendo una de las zonas más baratas de la ciudad, pero «lo que está ocurriendo con los precios inmobiliarios es muy cruel, se han hecho con los edificios grandes consorcios y cobran lo que quieren, mucha gente tiene que irse de su casa y eso es contra lo que hoy se está luchando», dice el abogado Hans-Peter Schol, que asesora a la Berliner Mieter Gemeinschaft, una asociación de inquilinos que sale de nuevo este fin de semana a manifestarse.

Scholz llegó a Berlín en los 90, vivió la década de los okupas, las fiestas ilegales y el estallido cultural, que recuerda como una época dorada . «Si lo que busca aquí son inquilinos de antes de la caída del Muro no va a encontrar ninguno. Se fueron todos. Esa gente vivía agobiada por el Muro y se fueron para no volver», dice una de sus clientas, Lea Herdermann, que se queja de que la calle haya sido tomada por la cultura musulmana.

«En apenas cuatro manzanas verá usted cuatro barberías a las que solo pueden entrar hombres, las mujeres lo tenemos prohibido», protesta. La dependienta de la tienda Al Anwar, que vende burkas y pañuelos islámicos de todo tipo, confiesa que le va muy bien en esta calle. «Mucha clienta, mucho vender», sonríe en su torpe alemán, pero no se atreve a conceder una entrevista. «Yo no sé nada, ¿cómo se le ocurre?», rechaza el micrófono, «pregunte a los hombres».

Ciudadanos de segunda

El informe anual del Gobierno sobre el estado de la Reunificación indica que el 57% de los alemanes orientales se sienten aun ciudadanos de segunda, y sólo el 38% considera que la reunificación ha sido un éxito. El instituto Allensbach, por su parte, ha preguntado a los alemanes orientales si consideran que la democracia actual es la mejor forma de gobierno y sólo el 31% responde que sí, una cifra que desciende vertiginosamente año tras año, mientras que en el oeste son el 72%. La estadística sigue, por tanto, enfriando las emociones y la intensidad histórica de los meses anteriores y posteriores a la caída del Telón de Acero.

«Los jóvenes de la RDA tenían que servir tres años en el Ejército Popular Nacional, veían a escondidas la televisión occidental y daban un brazo por un disco de los Rolling Stones, de todo eso no queda nada y no creo que mienta si digo que es un alivio para todos, pero los chicos de hoy sufren por su primer amor y sienten vértigo ante la vida al igual que los de entonces», dice Leni, dependiente de la farmacia de la esquina que ve pasar por su mostrador a diario a los actuales vecinos de la Sonnenallee, «la Historia es buena para conocerla y no repetirla, pero no para hacer juicios». Los seres humanos deben ser juzgados solamente con los parámetros legales, sociales y morales de su época. «Es muy difícil hacer comparaciones y si tuviera que retratar la Sonnenallee actual lo haría como entonces», dice el director de la película, Leander Haussmann, «renunciando a la pintura en blanco y negro, sin pretender luchar batallas que ya fueron ganadas o perdidas, dejando a todos su humanidad».

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