poster Vídeo
Un soldado iraquí mientras inspecciona ayer varios camiones de Estado Islamico calcinados tras un fuerte enfrentamiento en al sudoeste de Faluya - EFE

El «califato» de Daesh pierde terreno pero no la guerra

Mientras acumula múltiples derrotas en Siria e Irak, su capacidad terrorista a escala global permanece intacta

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Estambul, Dacca, Bagdad… con su estival ofensiva terrorista Daesh no hace más que confirmar la peligrosidad que retiene a pesar de sus derrotas en Siria e Irak. Y es que desd e la proclamación del «califato» el 29 de junio de 2014, el llamado Estado Islámico (EI)no se ha limitado a cuestionar las fronteras de Oriente Medio que empezaron a trazarse hace justo cien años con el acuerdo Sykes-Picot entre Gran Bretaña y Francia para repartirse los despojos del Imperio Otomano.

Dentro de esta dinámica de expansión constante y vocación de permanencia, Daesh ha combinado durante los dos últimos años su implicación en los conflictos sectarios de Irak y Siria con la construcción de un frente yihadista a escala global.

Con tentáculos que llegan hasta Europa, como han demostrado los devastadores ataques perpetrados contra París y Bruselas, pero también a otras partes de Oriente Medio, África y Asia, sin dejar de inspirar a simpatizantes más o menos espontáneos desde California a Florida.

Dentro de su evolución viral, Daesh ha asumido desde hace tiempo una dinámica sin término medio. Se ha acostumbrado a operar en un contexto cambiante y la derrota de los yihadistas en determinadas batallas no significa necesariamente que no puedan reagruparse y avanzar en otros frentes abiertos. Su estrategia sigue siendo fomentar el mayor caos posible y generar el conflicto más generalizado.

Expansión rápida y fácil

Para construir su propia internacional yihadista, Daesh ha optado por un modelo de expansión rápido y fácil, prescindiendo del estricto proceso de selección y acreditaciones aplicado en su momento por Al Qaida. Con tal de capitalizar cuanto antes los éxitos conseguidos en Irak y Siria, el «califato» ha estado dispuesto a pasar por alto diferencias con respecto a su ortodoxia fundamentalista suní con tal de multiplicar su amenaza. Este modelo «open source», ha permitido a Daesh dibujar una cartografía del terror que abarca desde Afganistán hasta Nigeria pasando por Libia.

En el capítulo más convencional, la blitzkrieg yihadista se ha centrado sobre todo en la zona que se extiende entre los ríos Éufrates y Tigris, hasta llegar a controlar múltiples provincias de Irak y Siria (casi el 40% de sus respectivos territorios durante su momento de mayor éxito). Dentro de su geografía variable, el califato ha demostrado un especial empeño de conquistar pueblos y ciudades cercanas a rutas de comunicaciones, infraestructuras estratégicas y cruces fronterizos.

imagen

Sin embargo, todos esos éxitos territoriales de Daesh se han convertido también en una evidente debilidad con un antes y después en la batalla de Kobani. La contraofensiva liderada por EE.UU. ha tomado un impulso decisivo y este verano arranca con el EI retrocediendo en múltiples frentes. La semana pasada, en los alrededores de la liberada ciudad iraquí de Faluya, ataques aéreos han acabado con varios centenares de sus milicianos en lo que se considera como uno de los días más letales sufridos por Daesh. Un empuje que el gobierno de Bagdad quisiera aplicar a la liberación de Mosul, la mayor ciudad bajo control del califato.

La presión acumulada por los yihadistas también se extiende a Siria, donde una ofensiva respaldada por la coalición liderada por EE.UU. avanza sobre la ciudad norteña de Manbij. Esa localidad, en la provincia de Alepo, representa el último corredor para el decisivo apoyo logístico desde Turquía hasta Raqqa, la capital de facto del EI. En ese avance participan una combinación de rebeldes suníes, combatientes kurdos y tropas especiales de Washington y París. Sin olvidar, los logros obtenidos por el régimen de Damasco con el respaldo de Rusia.

Sin embargo, todas estas pérdidas de territorio (y financiación) no cuestionan la capacidad alternativa de los yihadistas en el frente del terrorismo. Se considera que el EI ha reclutado más voluntarios que ningún otro grupo terrorista desde la década de los años ochenta. Y aunque EE.UU. estima que todavía disponen de 25.000 militantes en Siria e Irak –10.000 menos que en 2015– estancarse no es un lujo que el «califato» pueda permitirse.

Ver los comentarios