Los brasileños vuelven a la calle en protesta contra la trama corrupta de Dilma Rousseff

Además de la presidenta y Lula da Silva, importantes nombres del PT están salpicados por las sospechas

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Con unos informativos de noticias políticas y económicas que ponen a cualquiera los pelos de punta, los brasileños -que saldrán nuevamente a las calles a protestar hoy-, cuentan los días que faltan para que acabe este año. La crisis brasileña puede dividirse en tres momentos claves: las revelaciones sobre el millonario desfalco en la compañía estatal Petrobras en abril del año pasado; una elección presidencial tensa que dividió a los electores en octubre de 2014, y una oposición que no se conformó con el resultado y pide la cabeza de la presidenta Dilma Rousseff desde el primer día de su segundo mandato, en enero. Estos tres momentos se complican con una serie de manifestaciones, que desde junio de 2013 cuestionan todo el modelo político.

«La crisis que Brasil vive en 2015 se complicó con las elecciones. La oposición cambió su modo de actuar. Antes perdía, se retiraba y dejaba un tiempo para respirar. Pero en la última elección una parte de la oposición no aceptó el resultado y no desmovilizó su máquina electoral», explica el economista Márcio Pochmann, sobre las presiones por un juicio político de Dilma Rousseff. Pochmann es presidente de la Fundación Perseu Abramo, un centro de estudios vinculado al oficialista Partido de los Trabajadores (PT).

A pesar de su relación con el PT, Pochmann es crítico con el Gobierno y encabezó en octubre un grupo de intelectuales que presentó alternativas económicas a Rousseff, con fuertes reproches al modelo de austeridad defendido por el ministro de Economía Joaquim Levy. «Debemos de tener la recesión más grave desde 1990, que contaminará 2016. Todos los índices están peor. La deuda pública está llegando al 75% del PIB», dice Pochmann, que es a su vez uno de los principales intelectuales de la prestigiosa Universidad de Campinas (Unicamp).

Inflación y desempleo

Con recesión, inflación en alza y aumento del desempleo, la economía ha sido un punto importante para elevar la tensión política. La oposición, encabezada por el presidente del Congreso, Eduardo Cunha, que de aliado pasó a ser enemigo de Rousseff, ha alimentado su artillería contra el Gobierno bloqueando la pauta gubernamental propuesta para reactivar la economía. Y con la economía cada vez peor, la popularidad de Rousseff también se desplomó, llegando a sólo un 7% de aprobación meses después de electa.

La pelea con Cunha, que es del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el grupo más importante en la alianza que sustenta a Rousseff, comenzó en enero, cuando ella apoyó un candidato del PT a la presidencia de la cámara. «Esa pelea fue un error del Gobierno», admite Pochmann, sobre la disputa que Cunha terminó ganando en febrero.

A partir de ese momento Cunha le impuso derrotas a Rousseff en el Congreso. La tensión se agravó en julio, cuando surgieron las primeras noticias sobre la posible participación de Cunha en los desvíos de Petrobras. Más tarde, se supo que el diputado tendría cerca de cinco millones de dólares en cuentas en Suiza. Sintiéndose traicionado, Cunha le declaró la guerra a Rousseff y la chantajea con un juicio político a cambio de su permanencia en el Congreso. La oposición, a su vez, ha alimentado esa pelea esperando la caída del PT, que gobierna hace trece años, y el aliado PMDB viene jugando con la posibilidad de que su militante, el vicepresidente Michel Temer, asuma la presidencia.

Por otro lado, Cunha trata de evitar a toda costa sumarse a la lista de más de cien personas, entre políticos, ejecutivos y empresarios, encarcelados por la operación policial Lavajato (lava coches), que investiga cerca de 23 mil millones de dólares de desvío en Petrobras. Entre los presos más importantes están el banquero André Esteves, el dueño de la constructora Odebrecht, Marcelo Odebrecht; el extesorero del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), João Vaccari Neto; el exhombre de Rousseff en el Senado, Delcídio Amaral; y el exmano derecha del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, José Dirceu. Según las investigaciones, el dinero de Petrobras era desviado a constructoras y a empresas, que después transferían fondos a políticos.

Más encarcelamientos

Las investigaciones, sin límite temporal, han incluido en la lista de sospechosos al hijo menor de Lula, Luis Claudio Lula da Silva, de 30 años, al que esta semana se abrió su secreto bancario por sospecha de soborno. La defensa de la familia Lula argumenta que se trata de una persecución política. A pesar del desgaste de su partido, el expresidente aún es un potencial ganador en la elección presidencial en 2018.

Hasta el fin del año se esperan más emociones, entre ellas, una manifestación de grupos de oposición hoy, otra de los movimientos sociales, el miércoles, y una última serie de encarcelamientos que puede llevar nuevos nombres importantes de políticos y empresarios a pasar la Navidad y el Año Nuevo tras las rejas. Para unos, Brasil es un mar de lodo sin fin; para otros, es una joven democracia que se fortalece al afrontar la corrupción sin privilegios.

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