Una mujer deposita flores en una calle del Borough Market
Una mujer deposita flores en una calle del Borough Market - AFP

El Borough Market, un mercado de comida clásico que es última moda

Ya en el siglo XI los agricultores vendían sus cosechas en la zona donde se produjo el sábado el atentado

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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El Borough Market es un gran clásico londinense, pero en el último lustro ha vivido un espectacular despuntar, en parte por el tirón de los cocineros televisivos que lo han puesto de moda. Toda la margen del río vecina al mercado ha cobrado una nueva vida tras la apertura de la Tate Modern en la primavera de 2000, que convirtió una central energética en desuso en el museo de arte moderno más visitado del mundo. A su verá está la reconstrucción del Globe de Shakespeare, varios pubs con terraza mirando al río y numerosos restaurantes. Si se sigue caminando en dirección al Puente de Londres y el Tower Bridge, se acaba llegando a la catedral de Southwark y tras ella, al Borough Market, singular, lleno de carácter, partido en dos y con los trenes pasándole por encima.

Una zona de ocio en alza, que el pasado sábado estaba tomada por la gente, en una estupenda noche veraniega rota por el terror islamista.

El Borough Market es el mercado de alimentos más antiguo de Inglaterra. Cuentan que ya en el siglo XI los agricultores plantaban allí sus puestos, libres de las restricciones que imperaban de murallas adentro. Tanto éxito alcanzaron que en 1754 el Parlamento lo prohibió, porque creaba congestiones en el paso hacia el vecino puente de Londres, donde el sábado irrumpió la furgoneta blanca de los terroristas. Al parecer ya había atascos en la zona en el siglo XVIII. Pero fue dos años después, en 1756, varios vecinos compraron una parcela de 18.000 metros cuadrados y reabrieron sus tenderetes, en el mismo lugar que ocupa el mercado actual.

Londres, donde el márketing de todo lo suyo es casi una religión, ha convertido aquello en una enorme atracción turística, con riadas de visitantes en fin de semana. El recinto ha aparecido en películas, desde Bridget Jones a Harry Potter. Los chefs de moda ingleses ruedan allí con frecuencia programas didácticos, que instruyen a un país que poco a poco está aprendiendo a comer (aunque los prefabricados del súper y los sánwhiches para salir del paso sigan constituyendo la dieta nacional).

Comparado con los estándares de las formidables plazas de abastos y mercados españoles, el Borough Market no te deslumbra (la secciones de pescado, por ejemplo, son cortas). Pero en general la calidad es alta –la mejor de Inglaterra- y el cosmopolitismo de la oferta resulta deslumbrante, propio de la urbe global que hoy es Londres, sobre todo el del antes del Brexit.

En fin de semana recorrerlo se torna atosigante. Aún así, las tentaciones culinarias de su centenar de puestos invitan a pararse y probar, aunque sea de pie y a codazos. No faltan frutas, embutidos españoles y nuestra paella (con el vendedor más interactivo del recinto abordando a todo guiri que se mueve).

La reinvención del Borough Market como atracción turística es en realidad un invento de este siglo. En el XX todavía actuaba como proveedor de vegetales al por mayor para los ultramarinos de Londres. El lugar merece una visita, porque mezcla el art decó de algunos edificios con el decorado un poco «Blade Runner» de que por encima le pasan las vías de un nuevo puente ferroviario. La última reforma se concluyó en 2013, con ronda de tapeo del Príncipe Carlos para festejarlo.

En un puesto de vieiras te cobran cobra cinco libras por una (casi 7 euros), pero la verdad es que están excelentes. En la tienda Brindisa de productos españoles una morcilla de Burgos cuesta 3.50 libras (casi 5 euros). En un puesto de fruta, medio kilo de impresionantes cerezas extremeñas son cinco euros al cambio, barato para los habituales desfases frutales de los supermercados londinenses. A las doce de cualquier mañana, las salchichas inglesas desfilan en tropel a la vera de un puesto de fideos asiáticos.

Al fondo, justo a la espalda del mercado, se yergue el segundo edificio más alto de Europa, «La Esquirla» de Renzo Piano, un rascacielos amable, pese a sus 70 pisos. Enfrente, el pasado: la catedral de Southwark, del siglo XIII, y el navío con el que el pirata Drake agobió a los españoles. Pero ahora el mercado ya tiene una muesca de dolor en su larguísima historia.

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