Al Assad y la oposición recurren al agua como arma de guerra en Alepo

El ejército sirio sigue cercando el este de la ciudad, donde causa al menos 50 muertos, y se ha hecho con el campo de refugiados palestinos de Handarat

Unicef denuncia que casi dos millones de personas se han quedado sin suministro de agua

Corresponsal en Jerusalén Actualizado: Guardar
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El agua se convierte en arma de guerra en Alepo y los últimos bombardeos y combates han dejado sin suministro a casi dos millones de personas, según el Fondo para la Infancia de Naciones Unidas ( Unicef). Los ataques aéreos han dañado la estación de bombeo de Bab al-Nayrab, que suministra agua a las 250.000 personas que se calcula sobreviven en los distritos del este, bajo control opositor y cercados por el Ejército. «Como represalia la estación de bombeo Suleiman al Halabi, que también se encuentra en el este, fue apagada, lo que implica el corte de agua para 1,5 millones de personas en la parte oeste de la ciudad», según el comunicado de la representante de Unicef en Siria, Hanaa Singer.

El organismo internacional recordó que «es fundamental para la supervivencia de los niños que todas las partes en el conflicto detengan los ataques a la infraestructura de agua, proporcionen acceso para evaluar y reparar los daños a la estación de Bab al-Nayrab, y poner en marcha de nuevo el agua en la estación de Suleiman al-Halabi», porque de lo contrario advirtió de que tendrán que recurrir a «agua de pozo altamente contaminada».

Desde que el jueves por la noche el Ejército sirio anunciara su plan de «liberar» los distritos del este de manos opositoras, se han intensificado los bombardeos y, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), al menos 45 civiles perdieron la vida este sábado, lo que elevaba a más de 120 el número de bajas desde el jueves. Tan solo el viernes 91 personas murieron bajo el fuego de la aviación, según el recuento del principal hospital de la zona opositora, aunque las cifras pueden aumentar debido a la gente que ha quedado bajo los escombros. Defensa Civil elevó los muertos de este sábado a 50 y los del viernes a más de un centenar.

«Cascos blancos», también atacados

Los rescates son casi imposibles debido a los bombardeos y a los problemas operativos de los equipos de rescate de los «cascos blancos», ya que tres de sus cuatro bases y cinco vehículos fueron alcanzados. El grupo, que acaba de ser galardonados con el «Nobel alternativo» por su «labor humanitaria», como destacó el jurado de la fundación sueca Right Livehood Award, se considera «objetivo directo» del Gobierno. El Ejército sirio pidió a los civiles que se alejaran de las posiciones de los grupos armados, pero los distritos de la parte oriental están cercados y no hay salida.

Después de más de cuatro años dividida entre Gobierno y oposición, Damasco aplica la misma estrategia empleada en otros lugares como Homs y busca machacar desde el aire para obligar a los grupos armados a negociar una salida. Tras numerosos intentos infructuosos, esta vez la ofensiva parece total y las bombas caen en los distritos de Bustan al Qasr, Al Kalasa, Al Marya, Bab al Nairab, Tariq al Bab o Ard al Hamra. El siguiente paso podría ser la entrada de tropas terrestres, según revelaron fuentes militares sirias a la agencia Afp, para consolidar los golpes de la aviación.

Control de Handarat

El Ejército, que cuenta en tierra con el respaldo de la milicia libanesa de Hizbolá y las milicias chiíes supervisadas por la Guardia Revolucionaria de Irán, logró hacerse con el control del campo de refugiados palestinos de Handarat, informó la agencia oficial Sana. Este avance les permite contar con una posición estratégica en el noreste de la ciudad de Alepo para estrechar aun más el cerco a los barrios opositores. Anteriores ofensivas del Ejército no lograron su objetivo porque los grupos rivales contaban con el apoyo total de la vecina Turquía, a apenas 40 kilómetros de Alepo, pero esto ha cambiado y ahora el presidente Recep Tayyip Erdogan coopera con Rusia, el gran aliado del Gobierno de Damasco, un cambio que puede resultar clave para el devenir de la lucha por Alepo.

Una semana después del final de la tregua, los barrios del este de Alepo reciben bombas, no la ayuda humanitaria que la ONU esperaba distribuir y que se pudre en camiones en la frontera turca, a apenas 40 kilómetros. El fracaso del último intento del cese de las hostilidades revela las diferencias entre Rusia y EE.UU., que han sido incapaces de aplicar el acuerdo firmado en Ginebra el 12 de septiembre.

El distanciamiento entre las potencias comenzó el fin de semana pasado con el ataque aéreo de la coalición que lidera Washington contra el Ejército sirio en Deir Ezzor, en el que murieron 82 soldados. El lunes por la noche llegó el segundo punto de inflexión tras el ataque a un convoy de ayuda humanitaria en la provincia de Alepo del que EE.UU. culpó a Rusia, aunque Moscú negó cualquier implicación de sus aviones o de los de su aliado sirio.

Pese a que la ONU presiona a Moscú y Washington y su enviado especial a Siria, Staffan de Mistura, habla incluso de la posible reapertura del proceso negociador indirecto de Ginebra entre régimen y oposición, el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, advirtió de que no habrá más altos el fuego unilaterales en Siria. En una entrevista emitida por la cadena de televisión rusa Rossía-1, el diplomático aseguró que «si nuevamente todo se va a reducir a peticiones de pasos unilaterales por parte de las fuerza aéreas de Rusia y de Siria, no volveremos a atenderlas. Cada vez nos convencemos de que estas pausa son aprovechadas por los guerrilleros, incluidos los de Al Nusra (el antiguo brazo de Al Qaida en Siria, que desde julio se autodenomina Frente Fatah Al Sham), para recibir refuerzos, víveres y armamento». Palabras que zanjan por ahora cualquier esperanza de resucitar la tregua, aunque la guerra en Siria ha demostrado en estos últimos cinco años que es impredecible.

 

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