Partidarios de Aung San Suu Kyi en una marcha durante la campaña electoral
Partidarios de Aung San Suu Kyi en una marcha durante la campaña electoral - AFP

Birmania celebra el domingo sus primeras elecciones «libres» desde 1990

El favorito es el partido de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, pero ella no

podrá gobernar oficialmente por las restricciones de los militares

Enviado especial a Yangón Actualizado: Guardar
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Con esperanza, pero también con miedo. Así acudirán el domingo 30 millones de birmanos a las primeras elecciones «libres» que se celebran en este país del Sudeste Asiático desde el año 1990. Las comillas se deben a que dichos comicios son un paso más en la transición iniciada hace cuatro años por un Gobierno reformista salido de la anterior Junta militar que controlaba férreamente el país, pero aún está por ver que sean justos y transparentes.

La esperanza es que gane Aung San Suu Kyi, la carismática Premio Nobel de la Paz que, hasta su liberación en 2010, se había pasado bajo arresto domiciliario 15 de los 21 años anteriores por reclamar democracia. Hija del legendario general Aung San, héroe de la independencia de Birmania asesinado cuando ella tenía solo dos años, «La Dama» –como es popularmente conocida en el país– es venerada por los birmanos.

«Votaré por Madre Suu porque es el cambio que necesitamos», explica Khaing Aie Mom, una camarera de 23 años de Yangón (Rangún). Como casi todos sus compatriotas, la joven ha proyectado en Aung San Suu Kyi la figura maternal que ansía Myanmar, nombre oficial de la antigua Birmania.

Un artículo de la Constitución impide que «La Dama» pueda ser presidenta

A la vista de este apoyo masivo, todo indica que su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), arrasará el domingo si no hay «pucherazo» o si el Ejército no anula su triunfo como hizo en 1990. Pero «La Dama» no podrá ser presidenta porque un artículo de la Constitución, promulgada por la anterior Junta militar en el año 2008, prohíbe gobernar a quien esté casado o bien tenga hijos con un ciudadano extranjero. Una prerrogativa hecha a la medida de Aung San Suu Kyi porque es viuda de un británico, el profesor Michael Aris, con quien tuvo dos hijos que en la actualidad viven en el Reino Unido.

Además, dicha Constitución reserva a los militares el 25 por ciento de los diputados del Parlamento, lo que obliga a Aung San Suu Kyi a lograr un 67 por ciento de los escaños para alcanzar mayoría absoluta. Por su parte, el gobernante Partido por el Desarrollo y la Solidaridad de la Unión, dirigido por el antiguo general y hoy presidente Thein Sein, solo necesita un cuarto de los escaños para seguir manteniendo el poder junto a los militares.

Cambios en el país

De todas maneras, y aunque no figure oficialmente en el Gobierno, Suu Kyi ya ha dejado claro en una reciente entrevista con una televisión india que será ella quien lleve el mando si, como todo el mundo prevé, gana las elecciones.

A pesar de todas estas trabas, y del miedo a un nuevo golpe del Ejército, no cabe duda de los tremendos cambios que ha vivido Birmania desde la primera visita que este corresponsal hizo en 2008. Pilotado por una brutal Junta militar, el país se había cerrado al exterior, las imágenes de Aung San Suu Kyi estaban prohibidas y los birmanos solo se atrevían a criticar al Ejército tras encoger el cuello y mirar a ambos lados para asegurarse de que ningún chivato los estaba escuchando.

Era un acto reflejo del miedo que ya había desaparecido en 2010, cuando «La Dama» fue liberada de su arresto domiciliario y, en una de sus primeras entrevistas, aseguró con rotundidad a ABC: «Algún día veré la democracia en Birmania».

Hoy, cinco años después, su visión está a punto de cumplirse. Pero estas elecciones, que pueden culminar la transición, se ven empañadas por los crecientes choques violentos entre budistas y musulmanes, que se han cobrado más de doscientos muertos desde 2012.

Avivado por los monjes budistas del grupo Ma Ba Tha, en los últimos tiempos ha crecido un violento nacionalismo birmano que apoya al Gobierno para frenar la expansión de los musulmanes, que suman el 5 por ciento del total de 51 millones de habitantes que tiene el país y que cuentan con una etnia perseguida, los «rohingya» por los que ni siquiera ha alzado su voz la Premio Nobel de la Paz. Es la nueva pesadilla de una Birmania que sigue soñando con la libertad.

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